AMANDA ( 2018)
Saber que era el último verano antes de volvernos universitarios hizo que todo fuera más intenso. Salía todos los días con mis amigos, teníamos la excusa perfecta en decir de que eran nuestras últimas vacaciones antes de ser adultos. Íbamos al cine, salíamos en bicicleta hasta el rio todos los días y no faltaban las cosas para hacer picnic, parque de diversiones y la feria del pueblo por las noches.
Martin comenzó a salir con Emma, una chica un año menor que nosotros, ella se mostraba muy enamorada y la mayoría de las veces venia con nosotros a todas las salidas.
Nos encontrábamos en la feria mirando las mismas cosas cada vez que veníamos, pero lo más divertido era sentarse a beber cerveza mientras contábamos chistes tontos.
—Sabes Amanda, tenía muchos celos de ti —dijo Emma, cuando la acompañé al baño. Ahí empezábamos otra vez con los tontos celos —, pero luego de lo que pasó ente nosotros sé que ya no debo sentir eso.
—Qué fue lo que pasó —pregunté ingenuamente.
—Martin y yo nos acostamos. No era mi primera vez, pero fue lo mejor que he experimentado jamás porque él…
—Creo que nos llaman —mentí, y salí corriendo de allí. No quería saber cómo era tener sexo con Martin y menos saber detalles. Puaj, es que no quiero imaginar eso.
Entonces Martin ya no es virgen, seguramente también estuvo con Alice, solo que no me animo a preguntarle sobre eso.
Por qué estoy sintiendo un fuerte nudo en el estómago, y por qué saber esto es tan incómodo.
Al salir me reuní con los demás que estaban sentados tomando cerveza y comiendo pizzas. Emma llegó detrás de mí, gracias al cielo puede evadir esa incomoda conversación.
—Por qué no vamos a jugar al tiro al blanco —sugirió Emma. Le hicimos caso y nos levantamos para jugar.
—El que derriba las latas obtiene un peluche por premio —dijo el dueño del puesto.
Martin fue el primero en jugar y ganó un premio para Emma. Los gritos de la chica despertaron todas las miradas curiosas a nuestro alrededor.
Tanto por un estúpido peluche…Aggg
—¿Lo intentarás? —me pregunta Martin.
—Claro —contesto mientras pago y tomo las bolas.
—¿Me dejas tirar? —pregunta Magui. Le doy una de mis bolas para que tire.
Escucho una risa conocida, al darme vuelta observo a John. Maldito, con esa sonrisa de pícaro seguramente le estaría diciendo a la chica que abrazaba, las mismas mentiras que me ha dicho a mí. Mis ojos se achinaron por el enojo, porque especialmente hoy mi humor no era de los mejores. Sin pensarlo demasiado le lancé una de las bolas que tenía en la mano, fue directo a su cabeza, lo cual lo desestabilizó y resbaló, se tomó del brazo del amigo que estaba cerca pero aun así cayó al piso.
—¡Qué demonios! —gritó lo cual hizo que todos lo miraran. Las risas no se hicieron esperar, las de mis amigos y también la de los dos chicos que lo acompañaban, los cuales primero rieron y luego lo socorrieron. Cuando lo ayudaron a levantarse su mirada fue a parar directo a la mía.
—¡Que te den John! — grité. Tenía ganas de lanzarle otra bola directo a la ingle y tal vez más abajo.
—Ni se te ocurra —dijo Martin.
—Mierda, vienen hacia acá —dijo Emma, ya apunto de llorar. Que exagerada.
—Sugiero que corramos —dijo Magui —, ellos son tres y ustedes dos.
—¿Cómo qué dos? —pregunta Martin
—Porque los únicos que saben pelear eres tú y Amanda. Y ellos son tres, sugiero que corramos —exclamó asustada, dando saltitos en el lugar por los nervios.
—Sí, corramos —dije nerviosa, tampoco quería que hagan pollo a Martin.
Lo tomé de la mano y comenzamos a correr. Nos siguió Magui y Johana, Emma se quedó en su sitio abrazando el peluche, pero John y los demás la ignoraron pasando de largo. Luego alcanzaron a mis amigas, pero también las pasaron dejándolas anonadadas. Venían por nosotros.
Corrimos y corrimos, no nos llevaban tanta distancia.
—¿Te dije que los amigos de John son medalla de oro en Atletismo? —me pregunta Martin agitado por la corrida.
—¿Qué? ¡Claro que no!
—Voy a matarte por esto Amanda. Me has dejado como un cobarde, voy a parar —dijo molesto, muy molesto.
—No, no. Vamos, sígueme —Corrí más rápido tomándolo de la mano y cuando tenía un poco más de ventaja subí a uno de los árboles.
—¿Qué? Ya no tengo diez años para subir allí —cuestiona
—No seas miedoso —dije ya desde arriba—, por favor…ya casi llegan.
Gracias al cielo me hizo caso, y trepó el árbol.
—Te das cuenta qué…
—Shhh —le tapé la boca con mis manos y le suplicaba con mi mirada que no diga nada.
—¿Dónde se han metido? —dijo John —. Me la pagaras Amanda, todavía no he terminado contigo y vas a darme lo que me has negado.
Martin se movió, sabía que quería bajar, pero yo lo tomé más fuerte. Hasta que escuchamos que se alejaron.
Editado: 30.10.2025