En todas mis primeras veces

CAPÍTULO 11

AMANDA (2019)

Estaba en mi nueva heladería favorita desde que llegué aquí, a la universidad que está muy lejos de mi hogar. Me había costado conseguir un buen helado, además de que me gustaba el lugar por la ambientación de los años 80, el helado era el mejor de la zona.

Estaba esperando a Steve, mi novio desde hacía dos meses

—Hola cariño, perdón la tardanza —dijo y me saludó con un beso.

Se sentó a mi lado y pasó su mano derecha por su cabello despeinándolo aún más, dándole un toque salvaje y sexi. Me gustaba Steve, pero no existía esa chispa que necesitaba para arder en fuego, algo faltaba…lo que me hacía dudar de si debía o no entregarme a él. A eso tendría que sumarle que no teníamos nada en común y cada vez que salíamos sólo me hablaba de su última hazaña para ganar nuevamente una medalla en competencias de atletismo; Eso sí era un punto a su favor, porque gracias al atletismo poseía un cuerpo de infarto, abdominales marcados y piel de porcelana, tal vez por tanta agua. No es que no me gustara escuchar cómo adquirió su última medalla, sino que sentía que no era reciproco, haciéndome sentir que su vida era más interesante que la mía.

Si salíamos en su auto no me dejaba escuchar la música que me gustaba y su gusto de música, era una tortura a mis sanos oídos, porque eran puras baladas románticas, las cuales te daban ganas de tirarte de un puente, más aún en mi situación, ya que me recordaba que no he vivido ningún lindo romance y todavía sigo siendo virgen a mis diecinueve años.

Si íbamos al cine, solo podíamos ver películas de acción y me gustaba la acción, pero definitivamente no iría conmigo al estreno de “Avengers Endgame”, o peor aún veíamos películas de romance, puaggg.

Así que la mayoría de las veces solo nos limitábamos a salir a cenar, caminar y charlar de cómo había ido nuestra semana. O como hoy que nos encontramos en la heladería.

Luego del delicioso helado salimos a caminar por el parque, luego nos sentamos en una banca y comenzó a besarme. Un beso inocente, casi inexistente porque estamos en la vía pública.

¡Pero yo quería tocar esos abdominales! Su rostro era tan perfecto que le encantaba tomarse fotos, o más bien que yo se las tomara. Y de solo pensar en esa divina boca…

—Steve, estoy lista para dar el siguiente paso en nuestra relación — Le confesé con una sonrisa. Él jamás ha sacado el tema, pero soy una mujer moderna.

—Ya, tan rápido…

—Pero han pasado dos meses —cuestioné

—¿Estas bien segura, cielo? No hay necesidad de que te apresures —dijo con una sonrisa tranquila. Sus ojos tenían un brillo risueño y comprensivo, pero detrás de esa expresión amable había algo que no cuadraba: Una serenidad demasiado medida y una calidez que parecía ensayada.

Seguramente eran imaginaciones mías.

—Lo seguiré pensando… —contesté al fin dudosa.

—Es lo mejor —dijo, y luego de esa extraña conversación me acompañó hasta mi casa.

A ver si lo entiendo, John se enojó porque no tuvimos sexo , y este hombre dice que lo siga pensando. Es que van a volverme loca. Me obligué a dejar de pensar en el asunto y entré al departamento que comparto con Estela, mi compañera de piso desde que comencé la universidad. Es una chica muy alegre y simpática, sus mechones de colores me encantan, yo sigo conservando los míos de color rosa; También me fascinan sus uñas pintadas con algún comic.

Antes de comenzar la universidad mi madre me ayudó a buscar piso, y siempre fue mi idea encontrar una compañera para compartir gastos, con Estela congeniamos enseguida.

Al entrar observé que las luces de su cuarto estaban encendidas y golpeé su puerta.

—Pasaaaa linda

—Hola Estelita, cómo va — La saludé. Estaba en su computadora, su compañera más importante desde que llegamos aquí, al igual que la mía que se encuentra en mi cuarto.

—Todo en orden. Cómo ha ido tu cita —preguntó después de dejar de ver la pantalla y darse vuelta en su silla giratoria y mirarme. Me senté en su cama y ella aguardaba mi respuesta.

—Bien.

—Ese bien sonó bien aburrido —dijo con las cejas levantadas —. ¿Te gustaría divertirte?

—¿Qué estás pensando? —pregunté intrigada mientras le sonreía.

—Por favor acompáñame a Bohemia. Quiero ver a una chica que me encanta, ya he decidido que debo hablarle, sí o sí. Averigüe que hoy estará allí.

—¿Me estas invitando a una Discoteca gay?

—Sólo debes acompañarme, yo veo a mi amor imposible —dijo con un puchero y sus manos entrelazadas en forma de súplica —. Luego te regresas.

Ella lo hacía sonar muy fácil.

—Todos los meses tienen un nuevo amor imposible —le recordé.

—Esta vez es diferente…

No sé cómo rayos Estela me ha convencido de venir a un sitio así, pero al entrar al lugar el ambiente me resultó agradable. Fuimos directo a la barra a pedir unos tragos, en verdad lo necesitaba después de una semana agotadora. Todos los chicos de aquí estaban ¡WoW!, uno más sexi que el otro. Hasta que recordé que pateaban para el otro bando, y esto era una tortura para los ojos femeninos.




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