En todas mis primeras veces

CAPÍTULO 14

MARTIN

Después de lanzarme totalmente ebria esa bomba, la cual ignoraba que existía, Amanda apoyó su cabeza en la mesa y se durmió.

—Amanda…— La llamo susurrando, pero nada. La cargué en mis brazos y la llevé hasta mi auto. La senté en el asiento y marché rumbo a su casa, su madre no estaba y la vería mañana. Busqué las llaves que estaban abajo del tapete y abrí la puerta, luego fui por Amanda y la subí a su antigua habitación. La deposité con cuidado en su cama.

—Martin — susurró

—Sí, aquí estoy. Duerme.

Me quedé observándola como un idiota, su cabello color negro al igual que sus ojos. Tenía el cabello casi hasta la cintura y aún conservaba las puntas color rosa. Era hermosa, siempre lo había sido. Su rostro pequeño y ovalado, su nariz perfecta y sus labios carnosos que eran una tentación.

¿Era cierto lo que me había dicho? Seguía siendo virgen, aunque no me extrañaba tanto viniendo de Amanda.

Le eché un vistazo a su antiguo cuarto, si bien casi siempre nos juntábamos en el mío también hemos estado muchas veces aquí. En su mesa de luz tenía una fotografía de los dos cuando teníamos diez años, había otra de los dos ya de adolescentes en donde estábamos con nuestras mamás y otra cuando salimos rey y reina de graduación. Repasé con la mirada sus paredes en donde todavía conservaba algunos de sus dibujos pegados en la pared, yo también tenía los míos. Le di un beso en la frente y luego me marché hacia mi casa, no corté camino trepándome al árbol como Amanda lo hacía.

Al llegar a mi casa subí las escaleras directo a mi cuarto, aunque pasar por la puerta del dormitorio de mis padres todavía me resultaba difícil, saber que ella ya no estaba allí. Al pasar por su puerta me detuve un momento, pero inmediatamente fui directo a la mía y la abrí con prisa, me metí desesperado y cerré la puerta con un fuerte golpe mientras largaba todo el aire que había estado conteniendo, sí ,amaba venir a mi antiguo vecindario y a mi casa, pero a veces no era nada fácil. Me desvestí y entré a la cama. Me quedé pensando en una chica risueña sonrojada por el alcohol hasta que mis ojos comenzaron a cerrarse.

Horas después…

—¡Martin despierta!

—Quee mamá, por favor quiero seguir abrazándote.

—Soy Amanda —dijo en mi oído con su voz suave y aún somnolienta. ¿Le dije mamá?

—¿Te has recuperado de la borrachera? —Le pregunté ya despierto.

—No estaba borracha —niega

—¿Entonces te acuerdas lo que me has confesado? —pregunto risueño.

—Ay no, qué fue lo que te dije — dijo alarmada —. No me digas que te he contado que Estela me pilló viendo pornografía

Reí con ganas mientras me levantaba para ir al baño. Siempre tenía esa maldita costumbre de entrar sin avisar, es por ello que dormía vestido cuando la ventana estaba abierta. Sino la cerraba con llave y ya.

—¡Con que pornografía ehhh pervertida! —Le grito desde el baño.

—No, no es lo que crees. El contenido era bastante inocente.

—No fue eso —Le informo, deteniéndome en la puerta cruzado de brazos, sonriendo con picardía porque me gusta cómo está sudando mientras trata de recordar.

—A ver… —piensa, mientras se rascaba la cabeza —, es que nosotros no tenemos secretos.

—¿Segura? — Le pregunto con ganas de que piense sobre esa bomba que me confesó anoche. Sino ha pensado en esa posibilidad, entonces debe ser una mentira.

—Bueno… qué otra cosa vergonzosa no te he contado… ¿Tal vez esa vez que vi desnudo a Scott por accidente?

—¿Qué has dicho? —pregunto molesto. No sé por qué cada vez que nombra a Rastas tengo ganas de prenderle fuego a esa cabeza de nidos que trae por pelo.

—Que si fue la vez que vi...

—¡No! Tampoco ha sido eso. Ya olvídalo — Le digo con enojo y me pongo a buscar ropa para vestirme —. Vayamos a desayunar, me voy a duchar.

—Bien, te espero abajo —dijo confundida por mis repentinos cambios de humor.

¿Qué pasa contigo Martin? ¡Ni que fueras un adolescente!

Pasado quince minutos ya estábamos yendo a la cafetería y heladería habitual de toda nuestra vida. Era una hermosa mañana, el sol no estaba tan fuerte y al caminar por el camino, que tantas veces habíamos recorrido, íbamos mirando todas las casas y era inevitable esa nostalgia por extrañar tanto esto. Al pasar por la casa de la señora Ramírez, ella estaba de salida.

—¡Hola querida Amanda!

—Hola señora Ramirez. ¿Cómo está usted?

—Muy bien querida, siempre tan cálida como lo es tu madre —dijo seguido de un dulce abrazo. No sé si me saludará tan amablemente, siempre me echaba la culpa de que era yo el que le escondía el periódico, cuando en realidad era su “dulce Amanda”

—Hola Martin —saludó estoicamente—, ya no tengo rencor por los periódicos, eras un niño.

—Buen día señora Ramírez y muchas gracias —Sonrío mientras la abrazo y miro a Amanda que está contendiendo la risa.

—¿Les gustaría acompañarme a la casa hogar? Hace mucho que no vas Amanda y extrañamos tus dibujos, ahora hay muchos vecinos ya ancianos. Amanda…le he dicho a tu madre que cuando esté muy mal de la cabeza me lleve ella hasta ahí.

—Nos encantaría —contesta Amanda risueña —. Y me alegra que cuente con la ayuda de mi madre.

Voy a asesinarla, pero tendré que esperar para eso, así que solo le sonreí amablemente a la señora Ramírez y comenzamos a caminar mientras la dulce señora no paraba de hablar de camino al acilo, afortunadamente no quedaba lejos, unas ocho cuadras. Ni siquiera sabía que existía este lugar, al llegar me quedé asombrado. Una casa bastante antigua y reformada, tenía un porche bastante amplio y algunos ancianos estaban allí sentados. Al entrar el lugar se veía acogedor, nos recibieron con cordialidad y nos guiaron a conocer el lugar. Observé que el jardín es bastante pequeño y la casa de al lado se encuentra en venta, les vendría bien que pudiera ser parte del lugar y tener más espacio.

¿Desde cuándo Amanda conoce este sitio? Al parecer ambos tenemos nuestros secretos, lindos secretos, pensé y sonreí por su confesión de anoche.




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