AMANDA (2021, veintiún años)
Salimos de la casa de ancianos y fuimos directo a la heladería, caminando por esas calles que tantas veces habíamos transitado, nos pedimos un cucurucho de chocolate y luego fuimos hasta la feria del pueblo, la cual estaba todos los fines de semana. Nos detuvimos a mirar la feria de artesanos, había de todo: Objetos hechos de porcelana, ropa tejida a mano y dibujos muy buenos de nuestra ciudad. Tomé un cuadro muy bueno en mis manos, allí se veía la arboleda que comenzaba a unos pasos de aquí, en donde Martin y yo siempre salíamos andar en bicicleta y también hacíamos nuestros picnics de verano.
¿Se podría extrañar tanto algo? Esa época en donde éramos felices en nuestras infancias, lejos de todo y de cualquier responsabilidad. Ahora solo en nuestras cabezas pesaba el título que debíamos conseguir y el trabajo perfecto que teníamos que lograr tener, es ahí donde siempre me inunda el miedo; ¿Sí no he elegido bien mi carrera? ¿Si no logro independizarme? En ese sentido, Martin y yo somos muy distintos, él tiene un lugar asegurado con su padre, en cambio yo debo logarlo por mis medios, y me cuesta todo, siempre me ha costado demasiado. Es por ello que le debía tanto…Si no fuera por esas tontas competencias, tal vez hoy no estaría en la universidad. Martin siempre me ha empujado a ser mejor, es un buen amigo, el mejor que podía haber tenido jamás.
—¿En qué piensas? —Me pregunta y toma el cuadro para también observarlo —. Es hermoso. Lo llevaré.
—Tienes mucho talento — Le digo al chico que pinta los cuadros.
—Y te lo dice toda una profesional —acota Martin —. Amanda es muy buena dibujando.
—No exageres
—Lo sé — dijo el chico—, siempre he querido uno de tus dibujos, el Iron Man te salía genial. Te veía dibujar para Martin en los recreos.
—Muchas gracias —dije sonrojada. Creo que era la primera vez que un desconocido me felicitaba y decía conocer cómo dibujaba.
Seguimos caminando, tomamos una cerveza y no tuvimos la suerte de coincidir con ninguno de nuestros viejos amigos, todos estaban estudiando. Decidimos volver a casa después de estar todo el día afuera, vería a mi madre y Martin a su padre.
—Va a llover —dijo mirando el cielo, el cual estaba totalmente negro. Al instante comenzó a relampaguear.
—Está bien, trataré de dormir sin ayuda.
—Me llamas desde tu departamento cuando donde yo estoy ni siquiera llueve, y ahora dices que trataras de dormir sola, que bien —dijo con ironía, yo solo me reí.
Al llegar nos quedamos parados en la entrada de mi casa, ambos nos miramos con nostalgia. Mañana volveríamos y no sabía cuándo lo volvería a ver.
¿Por qué lo extrañaba tanto? ¿Por qué sentía que me faltaba algo cuando él no estaba? Aunque habláramos seguido por teléfono no era lo mismo, para nada. Poder ver sus expresiones en vivo y en directo no se comparaba con una simple llamada.
El pecho se me comprimió, hasta tenía ganas de llorar.
—¿Qué sucede? —preguntó tomando mi barbilla para mirarme a los ojos, los cuales estaban llenos de lágrimas.
—Voy a extrañarte.
—También te extrañaré, trataremos de vernos más seguido.
—Bien… Y me dirás que te he contado, o no —pregunté
—No — dijo y se dio media vuelta para marchar —, mañana temprano desayunamos antes de partir.
Entre a mi casa decaída, mi madre se encontraba en la cocina preparando la cena, revolviendo a lo que parece ser una salsa por el exquisito aroma. Traté de ser fuerte para que no me vea triste.
—Hola mamá
—Hola hija. Te he extrañado tanto — dijo mientras prácticamente corrió para abrazarme y besarme por toda la cara como si aun fuera una niña.
—¿Dónde te has metido? Se que extrañas mucho a tu amigo, pero sabes cuanto te echo de menos.
—Perdón se nos fue el tiempo —Le dije mientras me sentaba en uno de los taburetes del desayunador para observar cómo cocinaba.
¿Qué me pasaba? ¿Por qué me sentía tan deprimida? Bien…no debe ser fácil que el chico con el cual estabas saliendo se haya marchado con alguien que conoció en unas horas. No es fácil saber que no eres buena estudiando y te cuesta no dejar todo a la mitad. Y también…Martin, no verlo todos los días.
—Ay hija estas triste… —dijo mi madre con un suspiro —, no debe ser fácil para ti separarte de los que amas.
—No es solo que… —apreté los labios para no llorar y miré hacia otro lado, en mi mente conté hasta tres —cada vez que vengo a casa, luego me cuesta volver.
—Pero una vez que estas allí, ¿Estas bien? —preguntó con voz preocupada.
—Claro que sí mamá. No te preocupes —le sonreí para que no se preocupara.
Cenamos las dos juntas, como hacía mucho que no lo hacíamos. Siempre me he llevado bien con mi madre, es una mujer muy abierta que nunca olvidó que una vez fue joven como yo. Nunca he querido causarle problemas, porque ella tuvo demasiado cuando mi padre nos abandonó por otra mujer. Aún recuerdo que lloraba cuando creía que yo estaba dormida, cuando creía que no la veía y luego al otro día estaba con su gran sonrisa y su voz dulce hablándome como si estuviera excelente, cuando en realidad estaba sufriendo.
Editado: 30.10.2025