En todas mis primeras veces

CAPÍTULO 19

MARTIN (2024 veinticuatro años)

Mi despertador sonó a la misma hora de todos los días, suspiré cansado por la rutina y luego salí de la cama directo a darme una ducha, Lucia ya se encontraba haciendo el desayuno. Anoche se quedó a dormir, llevamos más de un año saliendo juntos y a veces se queda en mi departamento o yo en el de ella, nos llevábamos muy bien la típica pareja “perfecta” según nuestros amigos y vivimos bastante cerca así que no es un problema vernos seguido.

—Hola amor, ya está el desayuno — me saluda mientras me da un beso, el cual correspondo con un abrazo.

—Muchas gracias.

—Este sábado es tu cumpleaños y me gustaría festejarlo. Qué te parece si salimos juntos, puedes invitar a Amanda así finalmente podré conocerla —dijo con una sonrisa, estaba emocionada por conocer a Amanda.

—Me parece bien —contesté sin pensar. Hacía mucho que no la veía, pero hablamos por teléfono y nos mandamos mensajes, los cuales ya no se sentían incomodos y me gustaba que así sea. Ha llegado la hora de que se conozcan, algún día iba a suceder. Lucia es la relación más larga que he tenido y estamos bien. La saludé con un beso y marché hacia mi trabajo. Media hora después estaba pisando el edificio de la editorial.

—Buenos días —saludo a Juanma, mi compañero y mejor amigo.

—Buenos días amigo — saluda con la misma simpatía de todos los días y me quedé observándolo más de lo debido. A él realmente le gusta este puesto, ama lo que hace, jamás lo he escuchado quejarse y cada vez que se sumerge en su computadora parece disfrutarlo, sus ojos brillan cada vez que encuentra un error en una planilla y le encanta marcárselo con arrogancia a quién se ha equivocado. Si sigue así, no tardaran en ascenderlo.

Me senté a su lado ya con un café en la mano y comencé mi labor, yo nunca me equivocaba, era muy bueno en lo que hacía. Sentarme en la computadora todo el día entre planillas, balances y números no se me daba mal, pero no lo disfrutaba y sabía exactamente cuál era la razón, las palabras de Amanda resonaban cada vez que me sentía frustrado y últimamente era todos los días. Mis amigos me felicitaban por mi trabajo perfecto y mi novia perfecta, pero yo solo sentía vacío; y muchas veces volvía aparecer en mi mente la voz de Amanda, como un constante eco.

“Lo dice el chico diez, ese que no ha estudiado lo que más ama. ¿Lo has hecho por qué no tienes miedo?”

“¿Y tú alguna vez has hecho algo por ti mismo? O siempre se ha tratado de que tu padre este orgulloso de ti.”

Desde chico había querido ser escritor, llenaba cuadernos con historias que casi nunca terminaba, pero sentir que podía crear mundos era fascinante. Sin embargo, la vida y la insistencia de mi padre me llevaron por otro camino. Estudié finanzas, convencido que la estabilidad económica me haría feliz, estaba equivocado. Hasta que, por casualidad, o destino, mi pasantía universitaria me tocó hacerla en una editorial y hacía meses que estaba aquí. Soy un excelente analista, reviso presupuestos, controlo gastos, hago que los sueños de otros cuadren en una hoja de cálculo. Al principio todo marchaba bien, pero entre más tiempo pasaba entre manuscritos, autores y correcciones, algo dentro mío comenzó a despertar. Me encantaba mirar los originales antes de que se imprimieran. A veces corregía errores de tipeo, agregaba un comentario en rojo y a veces me quedaba leyendo párrafos enteros, sintiendo una mezcla de envidia y admiración. Fue ahí que mi inspiración creció y no podía dejar de escribir, amaba hacerlo, era mi terapia para no sentirme tan frustrado conmigo mismo.

Mientras trataba de concentrarme en mi ordenador, se acercó Jeremías, jefe del área editorial.

—¿Quién carajo deja estas sugerencias en rojo? —preguntó

—Ni idea…— contestó Juanma — ¿Por qué?

—Por qué no sé quién hace estas correcciones, pero son buenísimas —dijo con una sonrisa entusiasta, la cual también me hizo sonreír.

—Pregúntale a tu equipo, por si no te has dado cuenta nada tiene que ver con nosotros.

—¿Y crees que no lo hice? — preguntó seguido de un “aggg” lleno de frustración y se marchó.

¿Sugerencias buenísimas? Sonreí para mí mismo y seguí trabajando. Cuando todos se marcharon, siempre era el último en salir, seguí escribiendo en mi libro, a veces lo hacía hasta que olvidaba por completo revisar mi reloj. Luego de dos horas decidí que ya era tiempo de marchar y guardé el archivo bajo el nombre de “informe anual 2023”

Al otro día fui más allá de mis limites porque me pasé toda la tarde reescribiendo el final de una novela romántica, aunque no era mi género preferido, porque nadie que se respeta termina enamorado después de un diálogo tan malo. Dejé la corrección en rojo junto con la frase “final predecible, revisar emoción”

Al otro día escuché un grito de Jeremías luego de leer mi sugerencia y el final cambiado:

—¡Pero que carajos! ¡Necesito saber quién escribe así de bien!

Todos se miraban entre ellos porque nadie sabía que era yo, reírme a escondidas me había subido un poco el ánimo, saber que Jeremías me consideraba bueno era una caricia a mi alma. Yo había elegido este futuro y aún no me sentía preparado para cambiarlo, tal vez nunca lo haga.

Días después

—¡Feliz cumpleaños amor! — me saluda Lucia con un beso, su saludo acababa de despertarme, traía una bandeja decorada con muchas cosas dulces y café recién hecho. Una mini torta con el cartel de “Feliz cumpleaños”

—Muchas gracias —contesto emocionado, todo es demasiado perfecto con Lu.

—Está todo preparado para esta noche.

—Que bien —contesto con poco ánimo. Han pasado años, pero aun en mis cumpleaños o fiestas importantes no me siento demasiado bien, aún la extraño y no dejo de pensar por qué la vida se llevó a mi madre tan joven, aunque no quiera deprimirme a veces es más fuerte, más ahora que no estoy seguro con nada en mi vida.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.