MARTIN (2024)
El día lunes había llegado demasiado rápido, después de la fiesta de mi cumpleaños pasé el domingo tranquilo en casa. Lucia salió con sus amigas y yo solo quise dormir y seguir escribiendo.
Me he quedado preocupado por Amanda, en mi cumpleaños, su actitud cambió de repente, la conocía y estaba seguro que algo le había ocurrido.
Al llegar fui directo a mi oficina y Juanma ya me estaba esperando con café.
—¿Desde cuándo tanta amabilidad? —pregunté cuando me entregó la bebida.
—Buenos días para ti también —dijo —. Pero tienes razón, me conoces. Desde que conocí a tu mejor amiga.
—¿Y eso qué? —pregunté con indiferencia mientras tomaba asiento en mi escritorio.
—¿Cómo eso qué? ¡Preséntamela!
—Ya los he presentado.
¿Qué? En verdad ha enloquecido.
—Tiene novio — dije molesto.
—¡Eso no es cierto!
—Bien, bien. Te la presentaré —contesté para que me dejara tranquilo y así comenzar a trabajar. Ni en su otra vida lo haría.
En mi descanso le mandé un mensaje Amanda, aun preocupado por ella:
Hola Amanda, ¿Estas bien?
Viuda negra: ¡Hola! Estoy bien, por qué preguntas.
¿Te parece que veamos juntos el estreno de Deapool?
Viuda negra: ¡Me parece genial! Tengo que contarte algo importante.
Bien, entonces vamos solos.
Viuda Negra: Ok. Saca las entradas.
Siempre hago eso
Viuda negra: Jaja, lo sé. Gracias amigo.
¿Amigo? Esa palabra aún me seguía sabiendo agria. Habíamos pasado esa barrera una vez, y aun me atormenta.
Seguí trabajando hasta tarde y así poder seguir en mi historia cuando todos se fueron a casa, a veces debía irme con Juanma porque era muy insistente en que dejara un poco el trabajo, y saliéramos a beber algo juntos. Generalmente los lunes todos se iban rápido a descansar y ese día era especial para quedarme y seguir con mi novela. Estaba en ello cuando mi teléfono sonó.
Padre: Hola hijo. ¿Cuándo vendrás a casa? Y cuándo comenzaras a trabajar en “Tu empresa”
Hola papá, pronto. Me gusta este lugar.
Padre: Ya han pasado varios meses. ¿Qué estas esperando? ¿Hacerte viejo en una editorial, enserio?
Ignoré su último mensaje y solo contesté:
Nos vemos pronto.
Pero gracias a mi padre ya no pude seguir escribiendo, me había sacado toda la inspiración. Guardé el archivo y me puse a ver los días y horarios del cine para comprar las entradas, luego me marché a casa.
Al llegar Lucia ya me esperaba con la cena, ella cocina delicioso.
—Hola cielo, ya está la cena.
—Que bien, muero de hambre.
—Espero te guste — dijo mientras la ayudaba a colocar la mesa, luego nos acomodamos y comenzamos a cenar en silencio.
—Mañana es el cumpleaños de mi abuela — dijo rompiendo un poco el silencio.
—Que bien, ¿Iras a verla?
—No, detesto los acilos, son deprimentes.
—Puede ser divertido— dije recordando mi experiencia y una sutil sonrisa se me formó por un corto instante.
—No, para nada. El fin de semana saldremos a pasear.
—Bien
Luego de terminar de cenar preparé café y nos acomodamos en el sillón para ver alguna serie.
—Sabes debo decirte algo, el día de tu cumpleaños Amanda encontró a Juan tratando de besarme.
—Si él no respeta que estas conmigo y hace ese tipo de cosas, debes alejarte —dije molesto
—¿Tu y Amanda han tenido algo?
—Ya me has preguntado eso antes. Y si hubiera pasado algo jamás haríamos lo que hizo Juan. Sabemos respetar la decisión del otro.
—Claro, lo siento mucho — dijo apenada —. Prometo hablar con Juan y también alejarme de él si no lo comprende.
—Bien —contesté y me paré para tomar las tazas y llevarla al fregadero y de esa manera alejarme y calmarme.
—Es mejor que me vaya — dijo Lucia y luego me abrazó por detrás mientras yo seguía con la esponja en la mano mirando las tazas sucias.
—Bien — dije y la acompañé hasta la puerta.
—No estes molesto.
—Se me pasará
Cuatro días después estaba en el shopping esperando a Amanda para ver el estreno de “Deadpool y Lobezno” no había nada mejor que ver.
La primera vez que fuimos al cine juntos se me era muy lejano ahora, pero aún recordaba su emoción y su sonrisa. ¿Cómo podría olvidarla?
Apenas la vi acercarse entre la multitud del shopping con su su hermosa sonrisa que tanto me gustaba desde que tengo ocho años, supe que nada podía reemplazar este momento. Era nuestro ritual, uno de esos que sobreviven a la vida adulta, a nuestros trabajos y responsabilidades: El estreno de una película de superhéroe, con los pochoclos gigantes y los recuerdos de nuestra infancia los cuales nos hacían pequeños otra vez, aunque sea por un corto tiempo.
Editado: 28.11.2025