En todas mis primeras veces

CAPÍTULO 22

AMANDA (ACTUALIDAD)

Hacia diez minutos que estaba sentada con un trago en la mano, el cual no había tocado. Estaba nerviosa porque odiaba estas escenas, Jonathan, mi nuevo romance pasajero, me ha citado en este lugar para decirme algo importante, seguramente para que pasemos al siguiente nivel.

Llegó cinco minutos después, él no había llegado tarde, sino que yo lo hice antes.

—Buenas noches Amanda — Me saludó con un beso en la comisura de mis labios, sonrió y tomó asiento.

—Hola —contesté con una débil sonrisa.

No había gente y el lugar estaba en silencio, apenas cortado por el tic-tac del reloj colgado en la pared. Él estaba nervioso.

—¿Se puede saber qué está pasando? —pregunté sin rodeos, no parecía contento de estar aquí. Tragó grueso y no me miraba directo a los ojos, su mirada iba una y otra vez al suelo, a las llaves que dejó en la mesa, a cualquier cosa que no sea mi rostro.

—No, no puedo seguir así — soltó

—¿Así cómo?

Él se pasó la mano por la nuca, inquieto. Lo había hecho muchas veces antes, pero nunca con ese gesto de derrota.

—¿Hay alguien más? — pregunté intrigada y… ¿Aliviada? Amanda, irás directo al infierno.

—No es eso…soy yo.

—No necesito que me cuides. Si hay otra persona solo dilo.

—No te lo mereces, de verdad.

—Perfecto, empezaste con “No te lo mereces”. Eso ya me da un 7 sobre 10 en la escala de “estoy enamorada de otra” — dije con una risita nerviosa —¿Quieres llegar solo al diez o necesitas ayuda?

—No puedo seguir así.

—¿Así cómo? ¿Conmigo viva? ¿Conmigo en la misma ciudad? —dije riendo.

Él me observó apretando los labios, como si mi humor lo estuviera estrangulando. No lo culpo, seguramente parezco una loca en estos momentos.

—¡Si hay alguien! —soltó de repente como si estuviera confesando en un tribunal.

—Perfecto — asentí —. Entonces es un diez. Felicitaciones. ¿Quieres un aplauso? ¿Un trofeo?

—No quería que pasara. Pero tu nunca podías quedar conmigo y...

—Ahh bueno, menos mal —respondí —. Porque si querías que pasara, ahí si me hubiera enojado. Pero como te cayó una chica del cielo sin querer, todo bien. ¿Quedamos como amigos?

—No te quiero lastimar.

—Tranquilo, estoy bien. No eres el primero que lastima mi corazón. De hecho, creo que ya hay un club, tienen remera y todo.

Una carcajada salió de mí, media torpe, media histérica.

—¿Quieres que me vaya? — preguntó asustado.

—Siii

—Perdón — dijo y se puso de pie despacio, como si tuviera miedo a que explotara, comenzó a retroceder lentamente sin dejar de mirarme y cuando ya estaba lo suficientemente alejado salió corriendo.

—Bueno — dije en voz alta —. Esta vez no fui yo la que debió terminar.

Me tomé mi trago de una sola vez y luego pedí otro.

—¿Qué pasa contigo Amanda? ¿Es qué no piensas tener ninguna relación seria en tu vida? Agggg — solté mientras despeinaba mi cabello y zapateaba fuerte mis pies en el piso, como una niña caprichosa —¡Señorita, puede traerme otro igual a este!

Llegué a casa derrotada, arrastrando mis pies como si tuviera dos ladrillos en vez de zapatos.

—¿Cómo te fue? — me preguntó Estelita ni bien pase la puerta.

—¿Cómo fue esta vez? — dijo Mar —. “Siento que te estoy haciendo perder el tiempo” O tal vez “Me doy cuenta que no puedo darte lo que te mereces, y lo más honesto es que cada uno siga su camino”

—Exacto — dije tirándome en el sillón —. Solo que fue él quien lo dijo, no yo.

—¿Es en serio? — preguntaron las dos

—Así es, y no pienso salir con nadie más hasta…

“Hasta olvidarlo”—¿Hasta? — preguntó Mar mirándome a los ojos, porque casi se me escapa lo que ambas ya saben.

—Hasta estar bien.

Tres días después

Otra vez corriendo por los pasillos de la editorial, llegaba diez minutos tarde y Tomas iba asesinarme. Cuando llegué a la sala de reuniones ya estaba lleno de gente.

—Buenos días —Saludé para todos, pero nadie me hizo caso y todos estaban sumergidos en sus propias conversaciones. Me senté al lado de Tomas que me miró con enfado.

—Buenas noches — susurró.

La sala estaba impecablemente arreglada, la mesa larga de madera brillaba más que nunca al igual que las sillas negras, las cuales eran elegantes, pero para nada cómodas. El proyector apagado y la gran pantalla me esperaban para la gran exhibición de mis diseños, y por supuesto el elemento infaltable, las tazas de café y no eran como las tazas de café de las demás editoriales, las nuestras, las de “Editorial Altorre”, eran un festival de colores y frases motivacionales que nadie había pedido. Yo tenía una que decía “Persigue tus sueños”. Sospecho que alguien del equipo la eligió especialmente para mí.




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