En tres palabras o menos

Capítulo I Ese no es mi nombre

— ¡Josephine! — dijo un hombre en voz alta. — ¡Josephine!

Una mujer que dormitaba en su cama, usaba ropa deportiva que cubría hasta el más mínimo rastro de piel, dejando solo visible su cara, se levantó. Tenía ganas de tomarse un café negro.

— ¡Josephine! Tenemos que hablar — exigió

Ella se levantó y camino directo a la sala. Había un hombre de pie con una maleta cerca de la puerta. No importaba si hablaba o no, él se iba a ir de cualquier manera.

— ¿Sucede algo Román?

— Terminemos, separemos lo que sea que me mantenga lejos de ti — dijo enojado

— ¿Por qué? ¿Hice algo mal?

— ¿Mal? ¡Toda tu existencia está mal! Salimos hace años y hace poco más de un año que vivimos juntos, pero jamás me has dejado que te dé un beso, un abrazo o ir más lejos — se quejó — También tengo necesidades, pero no te dignas a satisfacerlas.

Parecía enojado. Ella lo sabía. Sabía qué había detrás de su queja. Desde hace más de dos años se veía con una excompañera de escuela.

— Estoy harto de tener que aguantar tus constantes salidas a reunirte con quién sabe quién. Ya no aguanto tus infidelidades. Ni siquiera eres bonita y tu cuerpo está hecho de plástico — señaló — Al menos si me voy, sé que no moriré de hambre. ¡No cocinas! ¡No limpias! ¡Solo estás pendiente de esa lavandería que no da ningún ingreso! Me voy de aquí — 

Ni fue una discusión, solo un monólogo. La mujer solo lo vio cerrar la puerta después de que salió.

— Mi nombre no es Josephine — dijo por fin.

Cómo cada mañana se dio un baño mientras se calentaba el agua para su café. Debajo de su ropa deportiva solo había piel llena de cicatrices, sus pechos tenían silicón en ellos y ya. Cuando era pequeña una jauría de perros la mordió a más no poder, pero por alguna razón la cara salió intacta, después de muchos tratamientos médicos, solo quedaron las sombras de las heridas donde habían arrancado su piel.

En secundaria, al verse a sí misma plana como tabla, pidió hacerse una cirugía en el busto. Sus padres adoptivos accedieron rápidamente solo por diversión, no sabía qué sucedería en el futuro de ella, pero si quería ser bonita al usar un bisturí también era válido. No les importaba si era plástica o no mientras pudiera estar a la altura que ellos requerían. Tuvo tres modificaciones en el busto, pero se veían muy naturales.

La llamaban tanto por su apellido que era raro que le dijeran por su nombre. Sin embargo, al terminar la escuela técnica se hizo cargo de una lavandería en una zona céntrica de la ciudad. Allí había clientes de muchos tipos y unos más famosos que otros, pero eso no le importaba si no había una buena paga de por medio.

Después de tomarse su café, bajaba a abrir la lavandería.

En el cuarto oculto de la lavandería, tenía sobres con varias direcciones a las cuales debía enviar algunos documentos que ella misma recolectó. Ese trabajo lo comenzó hace 8 años cuando aún era estudiante y de alguna manera su jefe estaba conforme con los resultados.

— Buen día, Señorita Laforêt, ¿tuvo muchos clientes ayer? — Saludo un hombre de traje gris — quisiera que me hiciera este favor.

— Por supuesto — dijo al leer la nota y garabateado un número — este es el total, ¿efectivo o tarjeta?

— Efectivo, ¿para cuándo estará listo?

— Hoy a las 4 — contesto. Recibió el dinero y el sujeto se fue. La mujer cerró la lavandería, subió de nuevo. Busco ropa adecuada para el día. Incluso si su cara no tenía ninguna marca por mordidas, tenía una cicatriz que iniciaba en su sien derecha, que continuaba hasta donde inicia a su cabello. No recordaba cómo se había lastimado.

Con gran habilidad, se cubrió el cuerpo con maquillaje en lata, puso alguna sombra natural en sus párpados, labial coral y un vestido floreado con sandalias. Tomo su bolso y salió de su casa.

“Quiero saber quién es del siguiente vicepresidente de la compañía E y si aprobará el plan de negocios propuesto por la empresa M”

La mujer fue a un pequeño restaurante frecuentado por empleados de la compañía E quienes se iban a desahogar por su creciente cantidad de trabajo. Escucho cada palabra con atención y solo faltaba comprobarla. Dio un pequeño recorrido como turista, encontró a una empleada abrumada del departamento de negocios y se acercó.

— Señorita, ¿se siente bien? — Dijo ofreciéndole un pañuelo — ¿Quiere que llame a alguien?

— No, estoy bien...— contesto, pero no quería ser grosera — ¿usted trabaja para la compañía E?

— No, renuncie hace meses. ¿Le ocurre algo?

— Acabo de ser despedida — dijo empezando a llorar. — En la verificación y comprobación de fondos, así como presupuesto y contratos, me dijeron que tenía que aprobarla, pero quería hacer mi trabajo bien y al rechazarla me despidieron de inmediato — decía llorando

— Pobrecita — decía dándole unas palmadas.

— Incluso, lleve trabajo extra a casa. Me estaba matando por nada. — se volvió a quejar.

— Me imagino. El plan propuesto por mi compañía está esperando respuesta, yo también me siento muy estresada — soltó de la nada.




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