Luego de una noche lluviosa y fría el sol salió por entre las montañas, calentando el frío del paisaje. En una pequeña y humilde choza habitaba una hermosa y amable mujer que en ese momento colgaba unas sábanas blancas para que se secaran con el sol.
Volvió con rapidez a la casa al escuchar el llanto de sus bebés; habían despertado de su siesta. Se vio aliviada al notar que no se trataba de nada grave y se tumbó en la enorme cama junto a ellos.
–Shh… - Susurró para que se calmaran. – No pasa nada, mis niños. – Les sonrió.
Los bebés se acunaron en su pecho al sentir su calor. Se trataba de bebés gemelos, una niña y un niño, ambos rubios y de piel porcelana con mejillas rosadas.
Los niños se rindieron de nuevo al sueño cuando sintieron la protección de su madre mientras ella entonaba una suave melodía en su bello canto. Observó un momento los dijes que yacían colgados en los cuellos de los niños; uno de ellos, el varón, tenía una estrella mientras que la hembra, una luna.
La mujer sonrió al recordar quien les entregó aquellos collares antes de partir; su marido.
Él debía cumplir su labor como caballero a la orden del rey pero hace ya seis meses… murió en una misión. Se rumora que el batallón completo en el que estaba desapareció al enfrentarse al Gran Dragón de Ojos Dorados, que desde entonces ha permanecido dormido.
Dicen también que sólo el hermoso canto de las Elegidas puede calmarlo y mantenerlo dormido.
La mujer salió de sus pensamientos al sentir a la pequeña niña removerse. Sonrió y besó sus frentes.
***
En una oscura caverna escasamente iluminada por el sol a través de hoyos en la roca, lejos de aquel reino, una chica entona una suave melodía mientras se movía al son de su canto. Una bestia somnolienta la observa rascando sus escamas y finalmente se entregó al sueño.
La chica, ya exhausta se tumbó en el pedregoso suelo. El sudor brotaba de su frente, jadeos salían de su boca y su garganta dolía. Desde las sombras salió una mujer de largo cabello castaño que terminaba a la altura de sus rodillas, su piel blanca brilló con la escasa luz y se acercó para atender a la chica.
–Hiciste un buen trabajo hoy, Camila. – Comentó mientras la ayudaba a ponerse de pie.
Camila sonrió débil mientras un mechón de su cabello rosa se colaba en su cara.
–Gracias, señorita Eli.
–¿Señorita Eli? Camila, te he dicho que no te dirijas a mí así. – Se quejó.
–Lo sé. Sólo juego contigo, Elizabeth.
Con esto, Camila se entregó por completo al enorme cansancio y cayó en el sueño. Eli se encargó de llevarla a descansar y velar su sueño. Las dos eran muy buenas amigas pero en Eli reinaba la preocupación desde que aquel Dragón pasó a su cuidado y más cuando Camila fue Elegida.
Eli caminó por la cueva y se paró ante un charco de agua para observar el antifaz de acero que reposaba en su rostro. Con impotencia lo acarició y apretó sus dientes para no llorar.
Ahora debía ser más fuerte y proteger a Camila.
**To be continued**