En Tu Cabeza

Capítulo 9

Evelyn exhalo bajo por las escaleras llegando a la calle, en eso saco su celular llamando a un amigo que tenía una camioneta, para que la ayude a traer esas pesas.

—Mark. Hola. ¿Cómo estás? —saludo.

—¡Que sorpresa Evelyn! ¿A qué debo esta llamada? —pregunto al otro lado de la línea.

—Necesito que me ayudes con una pequeña carga.

—De que se trata.

—Un juego de pesas. ¿puedes?

—Claro, pero si son demasiadas te saldrá caro el viaje.

—Ven a verme a mi edificio —corto la llamada.

Faltaba poco para el anochecer y su amigo Mark llego en quince minutos y ella se subió dirigiéndose a la mansión Foster donde su amigo se sorprendió al saber el lugar donde iban.

—Evelyn ¿Qué hacemos aquí? —pregunto su amigo.

—La carga está aquí. tranquilo, no sucederá nada —bajaron del vehículo.

Su amigo silbo —¡wao! Creo que no podre tener una mansión así, pero si podre pisarla.

—No te emociones tanto o te saldrán los ojos. Entremos —llamo a la puerta siendo recibida por su abuela.

—Hija que sorpresa. —la abrazo y miro a su amigo —¿Quién es él? —pregunto.

—Ah…es un amigo, me va ayudar a llevar unas cosas de Reese —respondió y noto el disgusto en su rostro al escuchar su nombre.

Su abuela se abrió paso dejándolos ingresa. Mark ingreso siendo respetuoso. Siguió a Evelyn hasta la segunda planta ingresando a la habitación de Reese —ese el juego de pesas —señalo las pesas en la esquina de la habitación.

—Sí que le gusta hacer ejercicio a ese chico —dijo su amigo acercándose a las pesas tomando cuatro discos —¿Qué estás haciendo?

Evelyn busco en el cajo que Reese le dijo —busco esto —guardo los documentos personales de Reese en su bolsillo y tomo unas mancuernas de cinco kilos. Llevándolos hasta la camioneta.

Volvieron con unos cuatro viajes más se llevaron todo, cuatro juegos de pesas, los discos, la barra y la silla, para el press de pecho. Se encontró con su abuela en la salida.

—Se quedará contigo —dijo su abuela.

—Hay un departamento libre, en el edificio donde vivo. Se quedará ahí —respondió Evelyn.

—Es bueno. Ahora esta casa finalmente estará en paz —dijo su abuela.

Evelyn se sintió decepcionada de su abuela —Sí. Seguro. Ahora tu niño estará más feliz —dijo con ironía.

—Tu no lo conoces hija. No hables como si lo conocieras.

—Abuela lo conocí desde que nació, talvez no pasé mucho tiempo aquí, pero por lo poco que vi de él. Estoy segura de que no es como tú y los señores Foster se lo imaginan. Él no es el santo para ese altar que le han construido.

—¿Y quién lo es? Reese. Él solo busca llamar la atención. Quiere quitarle la atención que mi niño tiene.

—abuela, se te olvida que él también es su hijo. La única diferencia es que. uno nació siendo un prodigio y el otro como cualquier otro niño. Ya no quiero discutir más esto. Cuídate abuela. Me voy —Evelyn subió a la camioneta volviendo a su edificio.

Llamo a Reese desde la calle y como tenía buen oído bajo encontrándose con su juego de pesas —las trajiste. Gracias.

—Seguro. Ahora llévatelas —respondió Evelyn. Reese tomo su juego de pesas y se las llevó hasta el departamento dejándolas todas ahí en un rincón bien acomodadas. Evelyn llego cerrando la puerta detrás de ella. —me debes diez dólares.

—Me lo descuentas mañana —respondió.

Golpes en la puerta Evelyn se acercó abrirla encontrándose con la administradora del edificio —señorita Evelyn, necesitamos hablar.

—Señora Miranda. Escuche. Si es por el chico y sus pesas, se irán mañana. Al departamento que tiene vacío. Él lo va arrendar

—Así es señora —dijo Reese desde la esquina.

—En este momento no tiene dinero, pero mañana me harán un depósito para que él pueda instalarse —hablo Evelyn.

—De acuerdo. Solo explícale las reglas de mi edificio —comento la administradora.

—Seguro que se lo diré y lo entenderá. —miro a Reese.

—Claro —respondió.

—Si es así quitare ese anuncio de mi cuadro de información —hablo la señora retirándose.

—Hay cosas que debo explicarte. —Evelyn se acercó hasta él.

—Déjame adivinar. No quiere que haga ruido y moleste a los demás —murmuro Reese.

—Eso lo resume. Ah… también tengo cuidado, cuando traigas a tus amigas por aquí —comento Evelyn.

Reese se acercó hasta ella —perdí la memoria, pero estoy seguro que no era esa clase de chico.

—¿Quién sabe? —dijo Evelyn con una sonrisa sarcástica.

Se recostó en la cama intentado conectarse con Reese, el supuesto Reese invasor de cabezas. Aun así, no sabía cómo hacerlo y de por si aquel Reese no le dijo como ingreso a su cabeza todo lo que le dijo fue. Me tire a la cama y me quede dormido. No era algo que ayudara mucho, aun así, quiso saber si a diferencia de él ella si podía verlo.




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