Evelyn se quedó sorprendida de que su abuela estuviera ahí, y todavía más de que Josué estuviera con ella mirando su desnudez, rápido tomo la almohada cubriéndose el cuerpo.
—Abuela —dijo nerviosa.
Reese se levantó y miro su ropa interior notando el preservativo tirado en el suelo. Se avergonzó. La verdad no, pensó mucho la noche de ayer. Tomo su bóxer y su pantalón cubriéndose.
—Escuche señora Lucía —el fuerte sonido de la mano de la señora impacto en su rostro.
—Descarado. Eres un descarado eso es lo que eres —recrimino la señora Lucía.
—Abuela ¡por favor! —intervino Evelyn cubriendo su desnudez con las sabanas.
—Tú también —su abuela la cacheteo —eres una descara, una…
—Basta no se atreva a… —sintió la mano de Evelyn sobre su hombro.
Moviendo la cabeza en negación, lo miro —¡por favor! Déjame hablar con ella.
—Está bien. lo siento mucho Evelyn —dijo Reese.
—No. —negó —yo lo siento. Tu solo me ayudaste. Ve a tu departamento.
Reese tomo su camisa y chaqueta salió del departamento de Evelyn fue para el suyo, a donde al intentar cerrarla la puerta fue detenida por su gemelo que lo miraba satisfecho y sin invitación ingreso a su departamento.
En el departamento de Evelyn, su abuela la miraba con enojo tenía los ojos llenos de furia, se acercó para darle otra cachetada, que Evelyn permitió.
—¿Está satisfecha abuela? Ya te desahogaste —dijo ella.
—Perdiste la vergüenza Evelyn. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste enredarte con ese mocoso de Reese? —e intento darle otra cachetada que esta vez sí detendría.
—No más abuela. Ni una más —respondió ella.
—Te mereces más que dos cachetadas —comento su abuela —¿Cómo pudiste meterte con? —no pudo decir su nombre apretando sus labios.
—Se llama Reese abuela. Y si estás pensando que me eh acostado con él muchas veces. Te equivocas. Ayer fue la primera vez.
—Hija. te das cuenta que él es un menor de edad. Además de todos los hombres, te acostaste con precisamente con él —expreso con desagrado —es un bueno para nada.
—Lo has visto crecer desde niño, pero no lo conoces del todo. Reese es un buen muchacho y será un gran hombre. Estoy segura de eso.
—Un gran hombre. ¡Por favor hija! te recuerdo que lo arrestaron hace tres meses.
—Y yo te recuerdo que fue por defenderme —respondió. Respiro con algo de fuerza —Reese es un buen chico, mejor que ya conocido, y te aseguro que si no fuera menor que yo. Comenzaría una relación con él, pero no.
—No puedes hablar en serio —dijo su abuela.
—Hablo en serio. Sí, pero eso no sucederá.
—Sí, eso no sucederá, pero cometiste un grave error, al acostarte con él.
—No tan grave como el que tu comentes a diario abuela —ella camino hasta su armario dejando caer la sabana colocándose ropa ligera para estar en casa.
—No te atrevas a ofender a mi niño —su abuela defendió a Josué.
—Tu niño abuela —acomodo el tirante de su blusa —es todo lo que tú piensas de Reese. No, talvez más. porque la razón de que Reese perdiera la memoria, fue porque tu niño querido, lo golpeo con una piedra en la cabeza.
—Eso no es cierto —negó su abuela.
—Es la verdad. Gracias a Dios. Reese sobrevivió, aunque haya perdido la memoria, pero tu niño querido, al que tanto defiendes lo causo. ¿Qué hubiera pasado si lo hubiese matado abuela?
—Él nunca haría eso.
—Talvez te puedas sorprender y seguramente tú y los demás de la mansión le hubiese creído. Tal como le creen todo lo que dice. Abuela ¡por favor! Reacciona. Josué no es como lo piensas.
Ella retrocedió —no, te equivocas. Yo lo crie desde niño. Yo conozco su corazón.
—Talvez solo conoces lo que él te ha mostrado —respondió Evelyn.
—No permitiré que te le acerques —escucharon la voz de Josué.
En departamento de Reese su gemelo ingreso como Pedro por su casa, observando el lugar. Reese lo observo detenido.
—Parece algo acogedor. Simple y modesto —justamente como tú hermano —se sentó en el colocando los pies en la mesa de cristal del centro y las manos detrás de su cabeza.
—¿Qué quieres Josué? Un vaso de agua. Leche, un jugo —dijo sarcástico Reese.
—Hump… ¿crees que ingeriría cosas de baja cálida como tú? —respondió Josué arrogante como siempre.
—Entonces lárgate de mi casa —dijo Reese.
Josué baja los pies —este chiquero no puede llamarse casa —se levantó —sabes. Sabía que eres un idiota desde que éramos niños. Siempre queriendo llamar la atención. Hasta que finalmente, te convertiste en todo lo que nosotros pensábamos de ti.
—Ilumíname. Sabes bien que no recuerdo nada, desde hace un año.
—Un perdedor, un pandillero con aires de grandeza. Dime ¿con cuantas te has acostado aparte de la nieta de mi nana?