En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 2

Los rayos del sol comenzaban a iluminar la habitación a través de la ventana, la pequeña frunció el ceño, y abrió sus ojos con difícultad. Al instante jadeo asustada, se había quedado dormida, el propósito de estar toda la noche en vela había fracasado, pero era tan diminuta, que su cuerpecito no aguanto el cansancio, cayendo así, a mitad de la noche, en los brazos de Morfeo.

Miró hacia la cama, y vió a su madre arrodillada sosteniendo la mano de su padre, se levantó, y caminó hacia ella.

Clarise, al sentir sus pasos, levantó su rostro, sus ojos estaban rojos e hinchados —. Hija, ven, siéntate a mi lado —así lo hizo Elise —. Cariñito, tu padre —se llevó una mano a la boca, aún no asimilaba lo que sucedió durante la noche —. Él, él, ha….—no logró terminar la frase, nuevamente lágrimas caían de sus ojos

—Madre, lo sé —interumpió la niña, sollozando se aferró a su pecho —. ¡Oh Elise, lo lamento tanto!, si pudiera cambiar las cosas, creeme que sin dudarlo lo haría —acarició su cabello con mimo, tomó el rostro de la pequeña y miró fijamente a sus ojos —. Se que extrañaremos muchísimo a tu padre, y se que cuando seas mayor entenderás que existen cosas que uno no puede controlar, simplemente suceden… pero te prometo que el siempre nos cuidara desde el cielo. Nos amaba con todo su corazón, y eso nunca cambiará, nunca.

Elise lloraba desconsoladamente, pequeños mechones se pegaban en sus mejillas —. Lo extrañaré…mucho — sorbió su nariz.

— Yo también hija, no sé cómo haré para salir adelante, pero lo lograremos, tu y tus hermanos son lo más importante para mí.

— No nos dejes nunca madre....por favor.

— Ni siquiera lo pienses, nunca me iré, sin ustedes yo no podría vivir—luego de unos minutos de silencio, en los que Clarise miraba un punto fijo de la pared dejando su mente divagar, susurró; — Ven…vamos a despertar a tus hermanos, nos despediremos de Darwin todos juntos, como familia.

Durante el entierro, Elise sostenía la mano de su hermano, Oliver de 6 años y su madre, a Jacob de 4 años, al ser pobres, el cuerpo de Darwin fue inhumado sin ningún tipo de ceremonia, aquello, para Clarise, fue angustiante y desgarrador, la vida de su esposo merecía ser honrada, y ellos tenían el derecho de despedirse por última vez, por eso, al ser enterrado, ella y sus hijos permanecieron frente a su tumba.

La mujer se arrodilló, rodeó con ambos brazos a sus hijos, besó sus frentes y susurró; — Su padre fue el hombre más maravilloso del mundo. Ustedes ya conocen nuestra historia, como fue que una casualidad se convirtió en amor, un amor verdadero y sincero que dió por fruto a cuatro preciosas criaturas, se que si Darwin estuviera aqui, les diría cuánto los ama, porque ustedes, eran todo para él, y quiero que sepan, que Dios lo llamó para estar a su lado, se que fue muy pronto, sin embargo, él nos cuidara desde donde está, desde el cielo —los ojos de Oliver y Jacob se abrieron de par en par.

— ¿Papá es ahora un ángel? —preguntó el menor con sus ojos brillando de emoción.

— Si cariño, lo es — respondió —. Y siempre —miró a Elise y Oliver —.  Siempre estará a su lado. Nunca olviden lo mucho que los amó, y lo orgulloso que estaba de ustedes.

Clarise se levantó con lágrimas cayendo de sus ojos —. Vengan.. enviemosle una muestra de cariño a la eternidad — puso su mano en sus labios fruncidos y lanzó un beso al cielo, mantuvo su mano extendida mientras decía: — Hasta que nos volvamos a encontrar amor mío.


 


Los días pasaron convirtiéndose en semanas, para Oliver y Jacob, la muerte de Darwin fue menos angustiante, ya que realmente creían que su padre era un ángel que los cuidaba desde el cielo, y que los acompañaba en cada momento.

Sin embargo para Clarise, la perdida resultó agónica y dolorosa. Terriblemente desgarradora, el perder al amor de tu vida es un golpe del que solo los valientes se sobreponen. Se permitía llorar y desnudar sus sentimientos escondida, en el baño, único lugar en donde sus dos pequeños hijos la dejaban en soledad.

Y por último, Elise, la hija mayor, lloraba por la ausencia de su padre durante la noche, en su habitación. Lo extrañaba, demasiado. Era su héroe, el mejor papá del mundo.

Sabía que su madre aparentaba ser fuerte, pero día tras día escuchaba sus lamentos y ruegos tras la puerta del baño, su corazón se estremecía al oírla, y  se prometió a sí misma entregar todo el apoyo y ayuda que su madre y hermanos necesitarán.

Tan solo quedaban tres meses para el nacimiento de su hermanito, y las reservas de comidas ya se estaban agotando.

Un día, cuando ya solo quedaba pan añejo para comer, Clarise tomó la decisión de buscar un trabajo sin importar su avanzado estado de embarazo, ya que pronto se morirían de hambre y ella no podía quedarse de brazos cruzados esperando que algún milagro sucediera, porque la verdad, era que una viuda pobre, madre de tres niños, y embarazada de un cuarto, no era más que un estorbo para la sociedad.

Nadie la ayudaría, nadie la compadeceria, tan sólo contaba con su vecina, quien en la misma situación de pobreza, únicamente podía ayudarla con un poco de leche y huevos para sus niños, fue por eso que luego de servir el desayuno, y de haber encargado el cuidado de Oliver y Jacob a su hija mayor, salió de casa, deseando que un alma piadosa se cruzará en su camino.

No obstante, aquello no estaba escrito en su destino, nadie, absolutamente nadie quiso darle un trabajo. Al principio  pidió permiso para poder barrer, ordenar alacenas, e incluso atender en una frutería, pero no, al ver su abultada barriga, ropas desgastadas, y sus zapatos rotos, la rechazaban sin ninguna consideración.

Así pasaron las horas, rechazo tras rechazo, y miradas llena de desden.

Con los pies adoloridos e hinchados por recorrer durante toda la tarde las calles de Londres, Clarise se dirigió a casa con el corazón en la mano.

Cuando faltaba una cuadra para llegar a su hogar, la mujer se sentó en una banca a llorar en silencio, liberando el dolor que oprimía su pecho, similar a una daga que no puedes quitar de tu corazón, por más que intentes arrancarla para poder respirar en paz.




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