En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 6

—Rosa, rosa, lleve una hermosa rosa para....

—Elise, Elise —la muchacha se giró y vio a Anastasia corriendo mientras gritaba su nombre, detrás de ella Elvira corría con el rostro enrojecido y la respiración entrecortada.

La joven se veía muy feliz; con una sonrisa de oreja a oreja agitando sus manos en el aire, Elise dejó su canasta en la pequeña mesa caoba para correr a su encuentro, a mitad de calle se encontraron, y se abrazaron con fuerza y anhelo.

—Amiga mía, te he extrañado muchísimo, ha pasado tanto tiempo, dime qué te encuentras bien por favor, dime qué la monstruosa de tu hermana te ha dejado tranquila, que tus padres te tratan mejor-Elise tomó el rostro de Anastasia entre sus manos, vió como sus ojos se llenaban de lágrimas, y su mirada se perdía en el suelo, confirmó en ese momento, que el martirio de ella estaba lejos de terminar.

—Todo sigue igual querida amiga, de hecho, diría que peor, ya no puedo, tan solo salir a tomar aire al jardín -cerró los ojos y suspiró profundamente—. Julieta sigue siendo la misma niñita mimada y arrogante de siempre, y madre siempre la consciente en todo, pero fuera de eso, está todo bien, tengo el cariño de mi pequeño Alex, y Elvira es como una verdadera madre para mí, sin ella, no sé que sería de mi.

Elise ladeó su rostro, y sonrió tiernamente—. Me alegra saber que aún en la oscuridad, tu luz sigue brillando-
—posó su dedo índice en el pecho de Anastasia, indicando su corazón y dijo—. Nunca permitas que la maldad de los demás definan quién eres, menos aún, tu futuro.

La rodeo con sus brazos y la apretó contra ella. La amaba como a una hermana, era consciente de todo lo que la joven había vivido desde pequeña, se compadecía de ella, pero más que eso, la admiraba, a pesar de su tormento, podía ver en ella una fuerza y una valentía sorprendente, si hubiera sido ella, hace mucho se habría marchado de ese lugar, pero Anastasia era diferente, ella amaba a su familia a pesar del daño, no se marcharía, no por voluntad propia, no aun. 
 


 

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—Ven, sentémonos al lado de la ventana, tiene una mejor vista —dijo Andrés a la vez buscaba con la mirada a cierta pelirroja.
 


Su amigo Gregory levantó una ceja, y sonrió con sorna —. ¡Sí claro! —declaró—. O ¿Será que quieres mirar a la chica de las rosas? —un brillo travieso se filtró por sus pupilas.

—¡No!, ¿qué crees que soy? -respondió Andrés con fingida indignación, su rostro se sonrojó debido a la verguenza, y refunfuño —. ¡Ya!, no puedo mentirte... la verdad es que me cautivó, es tremendamente hermosa, pero tiene algo, más allá de su apariencia, no me preguntes qué, por qué no sabría decirte, quizás su sonrisa, o sus ojos; tan azules como el cielo y el mar. Creí que por un segundo me perdería en ellos, nunca me había pasado esto, nunca me había sentido así con ninguna mujer, jamás me han hipnotizado al punto de volverme un tonto. Por ella soy capaz de renunciar a mi soltería.

—¡Oh! —exclamó su amigo con incredulidad —¿Andrés, eres tú?, ¿Estás bien o estás delirando? -preguntó tocando su frente —. No, no tienes fiebre, así que definitivamente estás loco. Sabes que tus padres nunca permitirían que desposes a una dama que no pertenezca a la nobleza, tu padre te cedió el título con una sola condición, y sabes muy bien cuál es.

Ambos jóvenes se sentaron en una mesa que daba a la ventana, frente al puesto de Elise.

—Lo sé, pero no me importa, de todas las doncellas que he conocido, ninguna me ha llamado la atención, es que ni yo puedo entender, aun sin siquiera hablarme, provocó en mi estómago un cosquilleo, un escalofrío recorrió mi cuerpo, si eso no es amor, entonces no sé lo que es.

—Atracción, quizás fue solo atracción- afirmó Gregory encogiéndose de hombros, levantó la mano para solicitar la atención de un camarero el cual se aproximó de inmediato.

—Buenas tardes señores, ¿Qué les sirvo?—preguntó con una libreta y un lapicero en la mano.

—Yo deseo un café ristretto, y un pudin de nata por favor.

—¿Andrés, tú que vas a servirte? -observó que su amigo se había levantado levemente de su asiento, y no dejaba de mirar hacia afuera, como si buscase algo.

—Andrés, ¿Qué estás mirando? —indagó con el tono de voz elevado.

-Elise, la chica no está, cómo va a dejar sus rosas ahí, y ¿Si le sucedió algo? -ni él mismo podía entender el estrago que aquella idea causó en todo su ser.

—Andrés, calmate, no hagas el ridículo tal vez está por ahí, comprando —Gregory también comenzó a mirar hacia fuera.

—Mira, ahí está, viene con un muchacho y una señora...ya vez, tranquilízate, ahora por favor pide un café, o algo.

—Si, está bien —un tanto más aliviado, miró al camarero, y se dio cuenta que llevaba todo ese tiempo de pie esperando su pedido, por lo que él sólo pudo disculparse por su tardanza y pedir un café con leche.

Una vez tuvieron sus pedidos en la mesa comenzaron una agradable conversación acerca de política, negocios, viajes, y anécdotas de cuando eran unos chiquillos traviesos. 
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Anastasia, Elise y Elvira, se encaminaron al puesto de las rosas, todas muy alegres, y risueñas, habían pasado casi 6 meses sin verse, realmente se extrañaban, demasiado.

Anastasia se había puesto su capucha, por lo que parecía un muchachito delgado, pasando totalmente desapercibida.

—Elise, ¡Qué hermosas rosas!, ¿hace cuanto que traes blancas y azules?— Elvira tomó una entre sus manos.

—Hace unos meses, Charles encargó semillas de estos tonos al extranjero, es increíble la cantidad de rosas que tiene tu tío Anastasia, el vivero ya cuenta con más de 3000 rosas.

—Que maravilloso, me alegro que el negocio esté siendo próspero, te mereces esto y más, mucho más, nunca lo olvides.

De pronto el rostro de Elise se transformó; sus ojos inundados de temor, cejas contraídas, labios apretados en una fina línea , y con su mano se sobaba el lóbulo de la oreja con nerviosismo, estaba completamente asustada, aterrada.




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