A la mañana siguiente, tal como había prometido a su esposo, Alisa despertó dispuesta a platicar con su hijo, primero, para saber que había sucedido con Lauren, y segundo, para entender los motivos por los que aún no fijaba sus ojos en alguna jovencita.
Se levantó antes que George, se aseó, vistió, y se encaminó a la habitación de Andrés, quien afortunadamente aún dormía.
Con delicadeza golpeó la puerta.
—Hijo, ¿Estás despierto? —más no recibió respuesta. Espero pacientemente unos minutos y volvió a golpear, esta vez, con un poco más de fuerza.
—Andrés, hijo, despierta por favor.
Luego de unos segundos, la puerta, finalmente se abrió dejando ver a su hijo somnoliento, y cansado.
—¿Saliste anoche? —preguntó Alisa a la vez que acercaba su nariz hacia su cuerpo —. No huelo nada extraño.
—Madre, ¿acaba de interrumpir mi sueño para saber si estuve bebiendo?.
—Por supuesto que no, sabes que tenemos que hablar, ¿verdad?.
—Si madre, lo sé muy bien, y agradezco que sea con usted y no con su esposo —refutó enfadado —. Por favor, siéntese en el sillón —indicó.
—No hables así, es tu padre, se preocupa por ti, quiere que seas responsable y cumplas tu promesa.
—Ya no puedo hacerlo, es imposible, creí que sería fácil cortejar a alguna señorita, pero imaginar mi vida junto a una mujer codiciosa y vanidosa, de tan solo pensarlo se me revuelve el estómago —se levantó de su asiento y caminó por la habitación, había estado toda la noche memorizando un discurso con el cual pretendía hacerles entender a sus padres que no desposaría a nadie que no fuera Elise. Que loco sonaba aquello, no la conocía en absoluto, no podía asegurar si resultó atractivo para ella.
Por primera vez en su vida, tuvo miedo, miedo de no ser correspondido, miedo de que su reputación, —tal como había dicho Lauren—efectivamente le precediera, y por consecuencia perdiera la credibilidad y la oportunidad de conquistarla.
Con aquellos pensamientos deambuló toda la noche en el jardín hasta que contempló el amanecer, supo en ese instante que era hora de volver.
—¿Imposible?, ¿Por qué?.
—Por qué me he enamorado, o al menos eso creo. Estoy interesado en una señorita.
—¿Enamorado? —Alisa se acercó a el y acaricio su cabello con ternura, su instinto no había fallado. La única razón por la cuál un hombre rechaza a otra, es por qué su corazón se encuentra ocupado.
—No losé madre, no sé con certeza lo que es el amor, sé que desde que la vi, no he podido dejar de pensar en ella, es la primera vez en la que pienso en una mujer de manera romántica. Si debo casarme, definitivamente sería con ella, sin embargo tengo miedo.
Alisa abrió sus ojos de par en par, sin dar crédito a lo que oía —. ¿Miedo?, pero, ¿De qué?.
—De que por la reputación que estúpidamente me he ganado pierda la oportunidad de conocerla. Tengo miedo de que me repudie, me rechace, miedo de no ser digno.
Alisa abrió los ojos enormemente, una preciosa sonrisa tiro de sus labios —. Hijo mío, primero que nada, no te aferres al miedo, no te aferres a algo que te hará daño. Si esa jovencita provoca en ti el deseo de querer ser diferente, no lo arruines, alejate de los vicios, del libertinaje y de las malas influencias. Debes demostrar con hechos que eres diferente, que no eres quién solías ser, y por sobretodo, no juegues con ella.
Al instante preguntó con el ceño fruncido —. Pero, ¿Quién es ella?, ¿La conozco?, ¿A qué familia pertenece?.
Demasiadas preguntas para respuestas que el aún no conocía, se pasó la mano por su cabello y suspiró pesadamente.
—No, no la conoce, y dudo que la haya visto alguna vez.
—No me digas que es una niña que aún no es presentada en sociedad, eso sí que sería inaudito.
—¡No! —exclamó con premura —. ¡Madre, por Dios!, no soy esa clase de hombre —contestó mientras negaba con la cabeza —. ¿Quiere saber la verdad?.
—Pero por supuesto.
—Está bien —guardo silencio por unos segundos —. No pertenece a la nobleza.
—¡¿Queee?! —Alisa se levanto del sillón y comenzó a abanicarse con la mano —. Habla claro por favor, ¿Dónde la conociste?, no me digas que en esos lugares de mala muerte.
—No, no, no, madre —Andrés tomó su mano —. La conocí en la esquina de la calle Oxford, ella vende rosas.
Un suspiro de alivio escapó de su boca, por poco creía que era una de esas mujeres que ofrecen su cuerpo a cambio de dinero, no obstante, al detener sus pensamientos por un segundo sus ojos se abrieron como plato.
—Dios mío Andrés, de todas las señoritas de la nobleza, ¿Tenías que fijar tus ojos en una que no lo es?, sabes que tu padre no lo permitirá.
—Lo sé, pero ya nada puedo hacer, creeme madre, es primera vez que me siento así.
—Hijo, no la conoces, y si ¿es una embustera?, ¿Si te acepta por tu título?, ¿Si te acepta únicamente por el dinero?
Andrés no pudo contenerse, y lanzó una carcajada —. No parecía ser ese tipo de mujer, agradezco su preocupación, pero estoy completamente seguro de que no lo es.
—Si tú lo dices —añadió Alisa —. ¿Crees que eres capaz de convencer a tu padre ?
—No lo sé madre, nisiquiera se si puedo conquistarla a ella.
Alisa se rió con nerviosismo —. Tienes razón — honestamente a ella no le importaba si la mujer de la cual se enamorara su hijo perteneciera a la nobleza o no, desde su opinión, el amor es más importante que los títulos y el dinero, aunque sabe que para George eso sí es fundamental, y convencerlo a él, sin duda sería casi imposible.
—Andrés, te lo pido por favor, no cometas ninguna estupidez, deja esos lugares de mala muerte, y alejate de ese grupo de jovencitos que solo saben derrochar el dinero de sus padres. Te amo demasiado, pero no consentiré que sigas llevando esa clase de vida. Cuando naciste fueron las veinte horas más largas y dolorosas de mi vida, no sabes cuánto sufrí para que llegaras a este mundo, prometí cuidarte y protegerte, y lo cumpliré, ¿Entendiste?. Me enteré por Lady Johanne que Gregory, tu amigo de la infancia está devuelta en la ciudad, búscalo y comparte con él, estoy segura que es un muchacho recto e intachable, quien sabe, tal vez te contagies de buenos modales, y con respecto a la chica; compórtate como un caballero, por qué si me entero de lo contrario, te daré unas buenas nalgadas, aunque seas un hombre mayor.