Los rayos del sol iluminaban la larga y frondosa cabellera color fuego de Elise, sus delicadas facciones hacían de ella una hermosura para el hombre que la contemplaba cautivado.
Para él, Andrés, cuidar de su sueño, era más que un deber, un privilegio, y se había prometido a si mismo, ser el caballero de brillante armadura que la protegería de cualquier peligro.
Con sutileza cogió una galleta de mermelada de la colorida manta que yacía sobre el pasto, de pronto un ferviente deseo creció dentro de él, la culpa, caía sobre aquellos perfectos y rojos labios, que lo llamaban a besarlos sin descanso.
Sin poder resistir un segundo más, se inclinó sobre su amada Elise, y comenzó a besar la suave piel de su frente, con pequeños toques de sus labios, rozó cada espacio de su fino rostro.
Su respiración y sus delicados besos provocaron que la joven abriera sus ojos, sus miradas se encontraron, y sus corazones latieron al unísono.
Cuando solo faltaba un segundo para que sus labios se encontrarán en un anhelado beso, se abrió la puerta estrepitosamente, y el grito de una pequeña niña interrumpió a la joven pareja.
—Elise, despierta, es tarde —chillo Sophie.
—!¿Queeee?! —exclamó la pelirroja confundida.
~{¿Era todo un sueño?}~ cuestionó frotándose los ojos.
—Siiiiii, es tarde, el desayuno está casi listo, apresúrate —Sophie es una niña muy impaciente.
—Esta bien, dile a mamá que estaré lista en un momento —respondió Elise aún conmocionada por el sueño, más debía levantarse y prepararse para un nuevo día en el mercado.
Cuando terminó de asearse, y vestirse, acompaño a su familia a desayunar. Como todas los días, las mañanas era uno de sus momentos favoritos, ya que bromeaban, reían, y compartían antes de que cada uno de ellos llevará a cabo su rutina diaria.
Clarise se dedicada al lavado y planchado de ropa, todas las mañanas, acompañada de Sophie, recorría las calles de la ciudad para entregar y recibir encargos.
Oliver y Jacob asistían a uno de los mejores colegios de Londres gracias a la ayuda de Charles, el tío de Anastasia, al ser un caballero acomodado e influyente, consiguió que los muchachos fueran aceptados a cambio de una cuantiosa donación mensual, situación que mantuvo en secreto.
Elise y Clarise creían que los niños tenían una beca solidaria, la cual proporcionaba material de estudio e uniforme, lo que ninguna sabía, es que el benefactor era Charles, ¿Cuál era su motivación?; El amor.
Aquel hombre se encontraba completamente enamorado de Clarise hace más de cinco años, al comienzo se comprometió ayudar a la familia por bondad y generosidad, su corazón se estremeció al conocer su historia, sin embargo, luego de unos años, la admiración que sentía por la preciosa mujer de pelo castaño y ojos verdes, se convirtió en un profundo y prohibido amor. Numerosas veces intentó confesarle sus sentimientos, no obstante, la mujer aún tenía su corazon roto, el perder a su primer y único amor, le dejo una herida que aún no terminaba de cerrar.
El lo acepto, puesto que comprendió que a lo único que podía aspirar de ella, era a una sincera amistad.
A pesar de eso, sus sentimientos nunca cambiaron, le encantaba Clarise, era todo lo que deseaba en una esposa, y aunque sabía que nunca sería correspondido, y que pronto debía encontrar una mujer para formar un hogar, el se negaba rotundamente.
No deseaba formar una familia, el ya la había encontrado, amaba a Elise, Oliver, Jacob y Sophie como si fueran de su propia sangre, los aconsejaba, y cuidaba como si fueran sus propios hijos, aunque para los retoños el fuera el tío Charles, aquello era suficiente, nada lo hacía más feliz que formar parte de ellos, si debía esperar otros cinco años para obtener el corazón de Clarise, lo esperaría, esa mujer valía la pena por completo, es un tesoro que deseaba cuidar con su vida.
Pero, ¿Se puede volver a amar después de haber amado?... sólo el tiempo lo dirá.

Andrés cruzaba la Avenida Oxford a paso rápido, de vez en cuando trastabillaba con sus propios pies, su respiración era agitada, y un hormigueo en su estómago le hacía dar cuenta de lo ansioso que se sentía.
De pronto detuvo su caminar, y observó desde lejos, la silueta de la mujer que se había adueñado de sus pensamientos. Luego de unos segundos, un suspiro salió de sus labios.
~{Vamos, no seas cobarde}~ se dijo a si mismo, y decidido, obligó a sus temblorosas piernas a andar.
Con cautela observó a la pelirroja que guardaba unas monedas en el bolsillo de su delantal.
—Buenas tardes Elise.
— !¿Que?! — susurró, reconociendo esa voz.
~{¿Es él?...Si definitivamente es el, ¿Que hago ahora?}~ pensó con la cabeza agachada, mordió su labio inferior y luego respondió:
— Buenas tardes, no estoy atendiendo, regrese más tarde por favor.
—¿Cómo? — preguntó Andrés desconcertado, es que ¿acaso no lo reconocía o simplemente no quería verlo?
~{¿Eso es lo mejor que pudiste decir Elise?, ¿Es enserio?}~ se reprendió mentalmente, alzó su rostro y sonrió como si no lo hubiera reconocido momentos atrás.
—¡Oh!, hola, es usted, buenas tardes Milord, ¿Que lo trae por aquí?, ¿Desea una rosa para su prometida?.
~{Pero a ti que te importa si tiene o no prometida, es que no puedes ser más boba Elise, ¿Que me sucede?... Ya sé, fue el sueño de hoy, si definitivamente fue el sueño}~
—Si, soy yo, por poco creí que no me reconocería, y si, quiero una rosa, pero no para mi prometida, pues no la tengo, sólo deseo una rosa por favor.
Un suspiro escapó de su boca, que no estuviera comprometido resultó ser un alivio para ella, ¿Pero porque una belleza de hombre como el estaría soltero? se cuestionó.
— Claro, claro, mire, tengo blancas, rojas, azules, y violetas, ¿Cuál desea? — indicó con sus manos.
—Son todas hermosas, sin embargo deseo la rosa más bella de todas — respondió mirando fijamente a los ojos de la pelirroja, sin siquiera pestañar creyó perderse en el azul de sus ojos.