Andrés había comprado una rosa con la excusa de poder verla, necesitaba verla. Cada fibra de su ser demandaba el apreciar su universo una vez más.
Dadas las circunstancias que lo rodeaban, al haber sido un indomable libertino, las únicas palabras intercambiadas fueron con damiselas que estaban dispuestas a escuchar, incluso del clima, a cambio de un par de peniques.
Para él, esta era la primera vez que se le dificultaba el habla, tal vez no lo pareciera, pero se sentía un completo torpe.
El haber tropezado con sus propios pies camino al puesto de Elise, no se comparaba con la sensación que tenía dentro de su estómago, ese cosquilleo lo tenía completamente aturdido, pero dispuesto a conquistarla, trago el nudo de su garganta.
—Señorita Elise, ¿Le gustaría pasear junto a mi? —preguntó con el corazón latiendo desenfrenado.
—¿Qué?, ¿Me está invitando a pasear? — pestañeó sin creerlo —. ¿A mí? —frunció el ceño confundida.
—Si Elise, a usted —contestó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y porque?— preguntó luego de recordar lo que le había dicho su madre, <<ningún joven con título fijaría sus ojos en una dama que no fuera de la nobleza, y si han de hacerlo, es para satisfacer su deseo carnal>>.
Andrés suspiró y respondió: —. Quiero conocerla, ser su amigo, no tengo malas intenciones, se lo aseguro.
Elise pareció pensarlo por unos segundos, si aceptaba, sabía que arriesgaba su corazón por una supuesta amistad, y si se negaba, lo más probable es que, en un futuro, se arrepentiría.
—Está bien, pero quiero que sepa, que nada me interesa más de usted, que su amistad, ¿Entiende?.
—Si, si, si —asintió el joven con la cabeza repetidamente.
—Hoy cerraré temprano, lo espero aquí en dos horas más, ahora por favor, retirese, debo cumplir con mis ventas del día, y tome, su rosa, muchas gracias — dijo Elise sin titubear. No era una noble, pero era una dama que se merecía respeto, y si aquel pensaba que podía obtener de ella algo más, estaba totalmente equivocado.
—Por supuesto, aquí estaré — respondió Andrés perplejo, la jovencita tenía carácter, y aquello lo dejó aún más cautivado. Se dió la vuelta y se fué con la promesa de volver.
Lo primero que hizo fue dirigirse a la mansión para encontrarse con Alisa, al llegar agradeció que su padre no estuviera en casa, desde el altercado con Lauren lo evitaba a toda costa.
La ama de llaves le informó que su madre se encontraba en el jardín, por lo que cruzo el salón y el comedor a paso rápido hasta llegar a una preciosa fuente de agua, Alisa estaba frente a ella con los ojos cerrados.
—Madre, necesito su ayuda —dijo Andrés con la respiración agitada.
Alisa no respondió.
—¡Madre, por favor! —exclamó desesperado.
—Hijo siéntate a mi lado —indicó con un ademán de la mano.
—Esta bien, pero no tengo tanto tiempo, en menos de una hora y treinta minutos debo estar junto a Elise.
Alisa levantó una ceja, aún manteniendo sus ojos cerrados —. Cuéntame. Pero antes cierra tus ojos.
Andrés hizo caso, cerró sus ojos y relató a su madre el encuentro con la joven, y como uso la excusa de comprar una rosa sólo para invitarla a un paseo.
—Asi que te has atrevido, estoy orgullosa de ti.
—Si, aunque no negare lo nervioso que estuve, no sé que me pasa con ella, me siento un torpe a su lado.
Alisa sonrió, ella sabía, pero no le diría nada. Él debía darse cuenta de sus propios sentimientos.
—Tranquilo hijo, asegúrate de hacer las cosas bien.
—Lo sé y lo haré. Me dijo que no quiere nada más de mi que mi amistad, y me dijo que en dos horas más debía estar ahí, y finalmente me pidió que me fuera, para cumplir con sus ventas del día.
—¿Ah si?—preguntó alzando sus cejas ~{esta muchacha me gusta}~
—Si—abrió sus ojos y sacó su reloj de bolsillo que guardaba dentro de su abrigo —. No quiero llegar tarde. Madre, ¿Qué hago?, ¿Le llevó un obsequio?...¿Si lo hago, creerá que busco más que su amistad?.
Al escucharlo Alisa pensó ~{Está impaciente y no sabe que hacer, increíble lo que ha provocado esa niña}~ inevitablemente soltó una carcajada. Espero durante tanto tiempo algo, que ahora, al fin estaba sucediendo.
—¡Madre por Dios, no se ría!.
—Hijo, no me estoy burlando de ti, la situación me provoca risa, pero no en el mal sentido querido. Ahora vuelve a cerrar tus ojos, los tenías abiertos ¿Verdad?.
—Si, los tenía abiertos.
—Vuelve a cerrarlos, inhala y exhala lentamente, concéntrate en el sonido de el agua cayendo, la armonía de este lugar es única —hizo una pausa —. Encuentra la calma, y piensa. ¿Qué es lo que crees que debes hacer junto a ella?, ¿Qué es lo más apropiado para la mujer que deseas que sea tu esposa?
Andrés lo meditó por unos segundos y luego suspiró —. Lo haré.
Cerró sus ojos, y respiró profundamente, los rayos del sol caían sobre su rostro. Agudizó su oido, el cantar de los pájaros, y el sonido del constante movimiento del agua provocaron que sus hombros se aflojaran relajándose —. Elise—susurró para sí mismo, la imágen de ella se hizo presente en su mente; su pelo suelto y ondulado se movía con la brisa del viento, una amplia y perfecta sonrisa decoraba su rostro mientras él la observaba desde el suelo sentado en un colorido mantel rodeado de galletas, pan, jugo, y otras exquisiteces.
—Lo tengo—dijo en voz alta sonriendo como un niño pequeño.
—Cuéntame.
—La llevaré a pasear a la orilla del Río Tamesis, pediré que preparen todo tipo de tentempiés, será especial e inolvidable.
—Perfecto—murmuró su madre —. Ahora corre, no llegues tarde.
Andrés besó su mejilla —. Gracias —se levantó y corrió hacia la cocina de la mansión, pidió que preparan una cesta con comida, y un mantel, luego abordó un carruaje y se fué.
Al llegar a la esquina de la calle Oxford, Andrés pidió al cochero, Boris, que esperara un momento en lo que buscaba a su acompañante.