En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 16

Capítulo dedicado a Zycarid tacos__desuade


Los primeros minutos fueron de total incomodidad. Andrés no parecía dispuesto a entablar conversación, no le interesaba, no le importaba. En su mente contaba los segundos para separarse de ella y volver con su amigo, y es que él, solo tenía ojos para Elise, su amada y única Elise.

La castaña estaba consciente de que su presencia causaba disgusto en el joven, lo podía ver en sus ojos, y en la forma en la que este, apretaba su mandíbula. 
Se maldijo mentalmente, y automáticamente se encogió en su lugar. Lo sabía, jamás nunca podrían mirar más allá de su apariencia, y decida a remediar el error de su madre, habló casi en un hilo de voz.

—Mi lord —susurró temerosa.

—¿Si?—preguntó con la vista fija en un elegante cuadro al otro lado del salón.

—Yo...yo, lamento que se viera obligado a bailar conmigo.

Andrés parpadeó y enfocó sus ojos a los de ella —¿Cómo?—preguntó sorprendido.

Helen suspiró y continúo —. Mi madre, ella, es...muy insistente. Yo sé que no soy una beldad, y sé que sería la última joven con la cual usted quisiese bailar —aquello último lo dijo con el mentón temblando ligeramente —. Acepte mis disculpas por favor, no quiero que crea que soy una trepadora desesperada.

El muchacho no cabía del asombro, abrió su boca para hablar, pero luego la cerró sin saber muy bien que decir. Con disimulo sus ojos la recorrieron desde la cabeza a los pies.

¡Dios!, ¿Quien había sido tan cruel y estúpido para decirle aquellas atrocidades que la hacían despreciarse a si misma? ¿Quién fue capaz de escupir tantas mentiras que no hicieron más que enceguecerla? Por qué la verdad es que no había nada más lejos de la realidad que la autoapreciación de Helen.

—Permítame decirle que está completamente equivocada.

La castaña abrió sus ojos como plato.

—Con todo respeto, si me lo permite, me gustaría ayudarla a aclarar sus conceptos. No debería estar a punto de decir estas cosas, ya que mi corazón tiene dueña, pero me niego a permitir que usted vaya por la vida creyéndose insuficiente, o poca cosa —espero unos segundos—. Si usted cree que no es bella por no ser una escuálida sin gracia como las demás, déjeme decirle que debería sentirse afortunada de no parecer un esqueleto andante.

Una preciosa sonrisa dejó ver los dientes perfectamente blancos de Helen acompañado de una estruendosa carcajada.

Ambos rieron, y Andrés pudo ver en el brillo de sus ojos más ternura y simpatía que muchas de las estiradas y remilgadas debutantes.

—Gracias mi lord, necesitaba tanto tanto reír, hace tiempo que las ganas de sonreír se me habían esfumado —su sonrisa se desvaneció al recordar cierto suceso, pero luego sacudió su cabeza y sonrió —. Estará mal visto, sin embargo me gustaría ser su amiga.

A pesar de haber intercambiado un par de palabras, Helen se sintió bien y en confianza, y pese a que fuera mal vista la amistad entre un hombre y una mujer, a ella ya no le importaba la opinión de los demás nobles.

—Por supuesto, ha encontrado en mí una persona que siempre estará dispuesto a escucharla, y a hacerla reír.

—Muchas gracias mi lord.

—Andrés, dígame Andrés por favor. Ya que terminó el vals, le presentaré a mi buen amigo Gregory.

—¿El duque dice?

—Así es —asintió con su cabeza, y juntos caminaron a la esquina del salón ante las miradas de todos y todas.

De esta manera pasó gran parte de la velada, Helen encontró en los muchachos la perfecta compañía para evitar las vergüenzas de su madre, y Andrés logró escapar airoso de las garras de las matronas, sin imaginar el peligro en el que se encontraría su vida minutos después.

—Hijo —dijo lady Alisa —. Nosotros nos iremos, tu padre está cansado. Enviaremos a Boris para que te lleve de vuelta —beso su mejilla y se despidió de Gregory y Helen. George por su parte, le dió un buen apretón de manos, estaba emocionado y esperanzado con lo que había visto de él. Luego se despidió de Gregory y le regaló una gran sonrisa a Helen.

—Creo que yo también me retiraré, debo organizar unas cosas —el Duque de Lancaster fijó sus ojos en la castaña —. Mucho gusto Helen, ha sido un placer, espero que volvamos a coincidir.

—Por supuesto mi lord.

Al irse, Helen continuó su plática con Andrés, le confesó el enamoramiento que tenía hacia cierto joven, hijo menor de un Conde, no obstante para él, era prácticamente invisible.

—Lo lamento Helen...pero, ¿has intentado hablar con él?

—¡Nooo! —exclamó—. ¿Estás loco?, jamás me he atrevido a cruzar siquiera por su mirada, sé que su rechazo me dolería aún más. Simplemente me conformo con contemplarlo de lejos.

Este resopló —. Entonces jamás sabrás si tienes una oportunidad. En la vida se deben correr riesgos querida amiga.

Helen hizo un mohín —. Aún no me siento preparada. Quizás algún día lo esté....Debo irme, pero queda pendiente la plática de tu enamorada —levantó sus cejas con picardía.

Andrés soltó una carcajada —. Está bien, le pediré a mi madre que le escriba a la tuya invitándolas a tomar el té. Así podemos pasear por el jardín y le cuento todo.

—Me parece perfecto —sonrió —. Nos vemos pronto. Debo agradecerle por su compañía, es usted un maravilloso jóven, y por primera vez me alegra la insistencia de mi madre.

El vizconde se inclinó elegantemente y le regaló una cariñosa sonrisa. Al despedirse él sabía que también era su momento de marchar, si se quedaba un solo minuto más ahí, nadie lo rescataría de las garras de las solteras.

Se acomodó su abrigo, ya que lo más probable era que el viento estuviera fuerte y helado. 
Cruzó el salón sin fijarse en nadie hasta que la figura de una señorita alta y delgada se interpuso en su camino... ¡Lauren!

!Diablos!, de todas las damas, de todas las casaderas, ¿Tenía que ser justo ella quien se cruzará en su camino?. ¿Acaso se había olvidado de la cachetada que le había propinado?, ¿Había olvidado que no quería volver a verlo en su vida?




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