Capítulo dedicado a :
libiayasmin
MaryurysMirandaBeleo
LauraFlores275
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La conversación entre Alisa y George —luego de la visita de Elise—rápidamente se convirtió en una calurosa discusión.
George no era capaz de creer que aquella pelirroja era la mujer que su hijo había escogido para ser su esposa, ya que creía que parecía una pordiosera. ¡No!, se negaba rotundamente a permitir que Andrés se saliera con la suya. De seguro que la muchacha era una cazafortuna, seguramente la había conocido en algún lugar de mala muerte, y lo había atrapado con ciertos tipos de seducción. Si, eso había sucedido, se repitió y se convenció a sí mismo. Alisa, por su parte, contuvo las ganas que tenía de gritarle y darle un zape en la cabeza para hacerlo entrar en razón. Finalmente se marchó de la habitación luego de declarar: —Si te interpones en la felicidad de mi único hijo, no te lo perdonaré George, no te lo perdonaré.
Por un segundo aquella advertencia hizo mella en su interior, pero lo desechó de inmediato, la progenie de su apellido era primordial.
Al día siguiente Elise volvió a trabajar acompañada de Clarise y Sophie, su madre, se rehusó a dejarla ir sin seguridad alguna. Luego de enviar a Oliver y Jacob al colegio, preparó comida para ella y sus hijas. La noche anterior había dejado sus encargos listos, planchó y dobló una inmensa cantidad de prendas, específicamente; el trabajo de toda una semana. Haría cualquier cosa, con tal de asegurarse que su hija no estuviera nunca más a merced del mafioso.
Ya había enviado una carta a Charles, en la cual le pedía de manera urgente poder hablar con él. La respuesta fue que dentro de dos días, se presentaría en su hogar.
El primer día transcurrió con total tranquilidad, la cantidad de clientes era la misma de siempre, y afortunadamente no había rastro alguno de Angus. A la hora de la merienda, la señora Celia, las invitó a la pequeña cocina que estaba al final del almacén, y Clarise, aceptó más que feliz, había preparado suficiente comida, como para compartir con ella. Cuando la jornada estaba llegando a su fin, Boris, se aproximó al puesto—como de costumbre—para ayudar a Elise a ordenar sus implementos, y llevarla a su hogar. Grata fue su sorpresa al conocer a su madre y hermana pequeña.
Ya en su casa, Elise le pidió un momento para hablar con él, necesitaba saber de Andrés, y también para entregarle una carta que había escrito por la mañana.
Boris le contó lo que él sabía del muchacho, y se marchó, llevando en el bolsillo de su pantalón, la carta.
Aquella noche, Andrés leyó la nota a la luz de las velas.
Mi amado
No sabes cuánto sufrí al saber que tu vida estaba en peligro, la angustia y la desesperación me inundaron por completo.
Me basto imaginar la vida sin ti, para darme cuenta de lo terrible que sería perderte.
Fué ahí, en ese preciso momento, que entendí, que te quiero más, de lo que te he dicho, más de lo que alguna vez hubiera pensado. Ya no imagino mis días sin tu mirada, sin tu sonrisa, sin tu compañía.
Nunca olvides que aunque no estoy físicamente presente contigo, mi alma y mi mente lo están.
Recupérate por favor, hazlo por ti, por mí, por nosotros.
Andrés leyó línea tras línea con el corazón latiendo fuertemente. A pesar del dolor que aún palpitaba en su abdomen, podía jurar que sentía mariposas revoloteando dentro, ¡Que loco sonaba aquello!.
"Te quiero más, de lo que te he dicho, más de lo que alguna vez hubiera pensado" —volvió a leerlo con una sonrisa en su rostro. Dobló la carta y la guardó debajo de su almohada. Se acomodó para dormir, cerró sus ojos, y a su mente vino ella. Recordó la primera vez que la vió, cuando sus miradas se encontraron, y se negaron a apartarse. De pronto todo encajó, era su alma predestinada, sólo eso, justificaría el amor tan inmediato, tan intenso, y tan irremediablemente poderoso. Sonrió con el corazón agitado, era Elise, lo que no estaba buscando, pero que se cruzó en su vida para darle sentido. Se rió de sí mismo al recordar lo embobado y atontado que había sido.
Aquella noche le costaría conciliar el sueño, y es que pensar en ella alteraba todos sus sentidos.
A la mañana siguiente, despertó determinado a recuperarse y a levantarse del lecho, necesitaba ver a Elise, ansiaba con todas sus fuerzas estar junto a ella. Luego de desayunar, le pidió a una de las criadas que le llevase papel, pluma, y un sobre.
Mi amada
Nada me ha hecho más feliz, que recibir una carta suya. Confesaré por medio de estás palabras, lo que aún no me he atrevido a decirle en persona, me resulta maravilloso lo que usted ha provocado en mí.
Usted le ha dado sentido a mis días, a mi vida, y es que me llena por completo. Cada espacio de mi corazón lo completa con su amor, con su esencia, con su brillo y su dulzor.
Es usted, a quien quiero ver cada mañana al despertar. Es su sonrisa, la qué forma la mía.
Es más de lo que merezco, y juro que soy el más afortunado, debo ser el preferido de Dios, por haberla puesto en mi camino, por estar en mi vida.
Prometo jamás jamás defraudarla, prometo estar siempre para usted, en las buenas y en las malas.
Para siempre
Cuando terminó de escribir, dobló el papel y lo guardó dentro de un sobre blanco. Ahora debía entregársela a Boris.
De pronto golpearon la puerta de su habitación, e ingresó su madre.
—Hijo, ¿Cómo te encuentras?.
—Excelente —contestó con cara de atontado.
—La policía te busca hijo, debemos atrapar a quien lo hizo.
Andrés abrió los ojos de par en par, su madre tenía razón, había estado tan enfrascado en Elise, que se había olvidado del ataque hacia su persona —. Que pasen madre.