En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 21


—¿Estás bien cariño?.

—Si madre, pero tengo miedo de lo que le pueda llegar a hacer a Andrés cuando se entere de que está vivo.

Clarise tomó su mano —. Tranquila hija, no dejes que el miedo te impida ser fuerte. Mañana viene Charles, podremos hablar con él. Sé que con su ayuda encontraremos la solución.

Elise asintió —. Gracias…por todo —sonrió.

—No me des las gracias, yo por ustedes daría la vida. Lo que lamento profundamente es no haber estado contigo antes, no haberme dado cuenta de lo que estabas pasando —sus ojos se cristalizaron —. Perdóname hija.

—¡Por Dios madre! ¡No!, no diga eso, fui yo quien guardó silencio para que nadie saliera perjudicado, y ahora, por no haber hablado, Andrés casi muere —su mentón comenzó a temblar—. ¡Casi muere madre! —exclamó sintiendo como las palabras quemaban su garganta.

—Ven cariño —Clarise abrió sus brazos y la rodeó con ellos —. Todo está bien Elise, él está bien.

—Pero….

—Pero nada hija, deja de tener miedo. No permitas que ese sentimiento te domine. A hombres como él, no hay que temerles, eso te paraliza y te impide ver más allá de la punta de tu nariz.

—Es cierto....ahora lo entiendo.

—¿Por qué no vas a visitar al joven?, te haría bien verlo, confirmar con tus propios ojos que está fuera de peligro.

—No puedo verlo —susurró con la voz cargada de amargura.

—¿Qué?, ¿Por qué?.

—Su…su padre no me aprueba.

—¿Enserio?, ¿Y sabes cuál es la razón?

Elise hizo una mueca —. No hizo falta que lo dijera explícitamente. La manera en que miró de los pies a la cabeza con desagrado —sonrió con la boca cerrada recordando la humillación —. Cuando Andrés le dijo que yo era el amor de su vida y que quería casarse conmigo, simplemente se rió, creyó que era una broma —sus ojos se nublaron se lágrimas  —. Me preguntó si él me había contratado para fingir ser su pareja —hizo una pausa y suspiró —. No sé necesita ser adivino madre, hasta yo opino lo mismo. No estoy a la altura

—Elise ¡NO! —inquirió—. Jamás vuelvas a decir algo así. Eres una muchacha maravillosa, y no lo digo por que seas mi hija. Lo digo porque tienes un corazón lleno de bondad, de generosidad, de nobleza. Tienes tanto amor y felicidad para dar…. Andrés es un chico afortunado, y sé que un día te dije que muchachos de la alta alcurnia no se fijan en jovencitas que no están a su mismo nivel social. Pero presiento que él es diferente. Te diré esto; si él es capaz de luchar contra su padre por tu amor, entonces es digno de ti. Por qué tú eres una joya, y solo te merecerá quien te ame de verdad, con tus defectos y virtudes, en las buenas y en las malas —con la yema de sus dedos limpió las lágrimas que caían por las mejillas de Elise —. Ya no llores, vamos a buscar a Sophie, debe tener a Celia vuelta loca, y vamos a casa a preparar algo delicioso para la cena, ¿Qué te parece?.

La pelirroja sonrió mientras sorbía la nariz —. Eres la mejor madre del mundo, y tienes razón. Seré fuerte, demostraré a mi misma y a los demás que soy valiosa, muy valiosa.

—Así se habla hija mía —. Ahora vamos a buscar a Sophie.

—Madre, esperemos a Boris, si me voy antes, él no lo sabrá.

—Aguardemos junto a Celia en su local, y cuando llegue él, nos vamos.

Elise asintió. Ordenaron las rosas, las sillas y la mesa. Luego caminaron hasta el local de Celia en dónde esperaron por un par de horas. 
Boris llegó puntualmente, al no ver a nadie, miró a su alrededor con extrañeza, hasta que reconoció la pelirroja cabellera de Elise. 
La muchacha se giró, y movió su mano en el aire a modo de saludo. El joven caminó hasta allá, y de inmediato fue recibido con sonrisas. La jóven le comentó que al otro día no trabajaría, por lo que él tendría el día libre. 
Cuando las dejó en su hogar, le entregó la carta que Andrés le había dado para ella.

—Muchas gracias Boris.

—De nada señorita Elise —hizo una inclinación con su cabeza —. Nos vemos pasado mañana. Tiró de las riendas de los caballos y se marchó.

E porntró a su hogar notablemente más feliz, guardó la carta en el bolsillo de su delantal y caminó hasta la cocina donde ayudaría a su madre con la preparación de la cena especial.

Al día siguiente, Clarise se levantó muy temprano, los nervios no la dejaron dormir plácidamente, y el motivo no era otro más que Charles. En vano, se repetía a sí misma, que no debía mirarlo de otra manera —como un amigo—sin embargo las palabras de su hija Elise retumbaban aún en su mente, ¿Debía darse una nueva oportunidad en el amor?, ¿Podría ser feliz junto a él?, y la más importante, ¿Podría amar después de haber amado?. Resopló fastidiada, aquellas interrogantes provocaban que le doliera la cabeza, por lo que lo más sensato, era levantarse, preparar el desayuno para sus hijos, y esperar paciente la llegada de Charles.

Se dirigió al baño en completo silencio, se bañó, se puso un lindo vestido lila, y comenzó a peinarse. Se hizo una trenza hacía al lado, y se observó en el espejo. No convencida, se la deshizo. Pasó la peineta de madera nuevamente por su largo cabello, tomó dos mechones de los costados de su rostro, los llevó hacia atrás, cruzandolos en una fina trenza, el resto de su cabello lo dejó suelto sobre sus hombros. Esta vez, se miró al espejo y sonrió.

~{Ahora si me veo mejor, mucho mejor}~ suspiró y a su mente vino la imágen de Charles. Frunció el ceño y sacudió su cabeza. No era momento de pensar en él, su llegada tenía un propósito; ayudar a Elise. Ese era el principal y único motivo. Caminó hasta la cocina y preparó el desayuno para sus hijos.
Horas después todos se encontraban sentados en la mesa, excepto la pequeña pelirroja.

—Sophie, por favor. Ven a comer, se te enfriará la leche —regaño su madre.

—¡Mamá, mamá!, es tío Charles, llegó el tío Charles — gritó la niña emocionada, caminó hacia la puerta, la abrió y salió corriendo al jardín.

Clarise mordió su labio inferior con nerviosismo, la sola mención de su nombre aceleraba su corazón. ¡Dios!, parecía una niña pequeña, no una mujer con más de cuarenta años. Giró su rostro y vió los ojos de Elise clavados en ella acompañado de una divertida sonrisa.




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