En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 24


Charles había llegado temprano a la estación policial, mientras antes supiera los detalles del plan, y los pasos a seguir. Antes podría comentarselo a Elise. Cada minuto era importante y ventajoso.

Henry lo guió hasta su oficina, le indicó que se sentara, le sirvió una copa de whisky y lo miró fijamente.

—Mañana, mañana será —soltó de golpe antes de que Charles pudiera preguntar.

La copa de el hombre quedó a medio beber —. ¿Mañana lo detendrán?

—Así es, tenemos una ventaja a nuestro favor.

El hombre enarcó una ceja —. ¿Y cuál sería?.

—No ha visto a Elise. Un hombre con ese tipo de obsesión, debe estar vuelto loco por su ausencia. Si la joven se presenta mañana en el mercado, puedo apostar mi cuello a qué no aguantará las ganas de ir a hablarle.

Charles asintió en silencio, Henry tenía razón —. Entonces, ¿Desde el primer minuto los oficiales estarán infiltrados esperando el momento en el que Angus aparezca?

—Si... si lo que le preocupa es la seguridad de la muchacha, los oficiales la acompañaran desde que salga de su hogar. No debe preocuparse por eso. De lo que debe estar preocupado ... es que la jóven actúe de acuerdo al plan, no debe haber cabida para los nervios o inseguridades. ¿Comprende?

—En ese caso debo irme de inmediato, hablaré con ella ya mismo —se levantó y le estrechó su mano al oficial, quien correspondió y luego lo acompañó hasta la salida.

—Hasta mañana señor Pembroke.

—Hasta mañana.

Charles subió al carruaje y emprendió el rumbo. Al cabo de diez minutos llegó, bajó de su carruaje, y con un asentamiento de cabeza saludo a un par de sus hombres que se encontraban unos metros más allá de la residencia.

Clarise ya lo esperaba, por lo que al verlo abrió la puerta apresuradamente. En el sillón estaba Elise.

—Buenos días...¿Alguna noticia? —preguntó la castaña.

—Si, necesito hablar con ambas.

Clarise y Elise se miraron por un segundo.

—Permiso —dijo para luego sentarse en una banqueta frente a ellas.

—Mañana será el día —dijo apretando la mandíbula.

—¡¿Qué?!, es muy pronto. ¡Charles no! —exclamó —. Elise, no lo harás —declaró mirándola a los ojos.

—Lo haré madre. Mañana tío —confirmó sin mostrar una pizca de temor.

—¡No puede ser!, Charles, tú sabes que es muy pronto.

El hombre apretaba la mandíbula cada vez más fuerte. Lo sabía, sabía que era muy pronto, pero aquella era una oportunidad que no podían dejar pasar. La ventaja estaba a su favor, y las cartas ya estaban echadas.

—Elise, necesito que seas fuerte, y que lo mantengas en el puesto lo más que puedas. Debes mostrarte interesada, y bajo ningún motivo debes ponerte nerviosa, o sospechara.

—Entiendo.

Clarise farfullaba palabras ininteligibles, se levantó y fue a la cocina por un vaso de agua.

—Mañana, los oficiales estarán a tu lado desde que salgas de la casa. Estarán encubiertos, así que no te preocupes si no puedes verlos. No estarás sola.

La pelirroja sonrió confiada —. Tranquilo tío, todo estará bien.

—Eso espero —musitó.

—¿Se queda a comer?.

—Si, si no es molestia, por supuesto que me quedo. ¿Dónde está Sophie?.

—Jugando con sus muñecas. 
—-. Iré a verla —Charles se levantó y al pasar por el lado de Elise, se detuvo, la miró y alzó su mano para acariciar su mejilla —. Sé que intentas ser fuerte...eres muy valiente. Pero no está mal comentarme tus inquietudes, ya sabes que si necesitas alguien con quién hablar, siempre estaré aquí.

—Lo sé ?, no quiero que mi madre se altere más de lo que ya está.

—Mañana estaré contigo, no te sacaré los ojos de encima. Al final del día, Angus estará tras las rejas.

Elise sonrió con pesar, y es que pese a que la balanza estuviera inclinada hacia su lado, tenía la extraña e inquieta sensación de que algo saldría mal. Tal vez era un erróneo sentir o tal vez era su intuición alertando del inminente peligro. Se inclinó por la primera opción, ya no podía retroceder, sólo quedaba avanzar y rogar al cielo que todo resultara según lo planeado. 
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            A la mañana siguiente.

Andrés estaba en pie, erguido gracias al bastón, en el cual apoyaba parte del peso de su cuerpo. Se encontraba vestido, y preparado para salir. Los círculos profundos y oscuros que enmarcaban sus ojos dejaban en evidencia la falta de sueño y la gran preocupación hacia su amada.

La puerta de su habitación fue abierta de par en par, y Alisa cruzó el umbral acompañada de dos hombres, altos y corpulentos.

—¿Quienes son ellos madre?—preguntó, la sospecha ya la tenía.

—Son oficiales —contestó una voz ronca y gruesa detrás de ellos.

George.

—¿Qué es lo que quieres ahora padre?.

—Ya lo sé todo —Andrés miró a su madre. Helding, el oficial abrió la boca, corrió a pavonearse frente a su padre, a lucir el orgullo de descubrir al culpable. Debe haber soltado toda información. Apretó sus puños de sólo pensarlo.

—¿Crees que voy a permitir que interfieras en los planes de la policía por culpa de una muchachita inútil?, ¿Acaso quieres terminar con tu vida?

Alisa lo miró con el ceño fruncido —. George, termina. Mi prioridad es la seguridad de mi hijo. Déjalo en paz.

—No me digas que debo permitir que mi único hijo siga jugando al enamorado. ¿Te das cuenta del riesgo en el que estuvo tu vida? —lo observó de pies a cabeza —. Si crees que saldrás de acá, estás equivocado. Sobre mi cadáver—hizo un ademán con su cabeza hacia los hombres —. Vigilenlo, no tiene permitido poner un pie fuera de la habitación, si es necesario lo amarran.

—¡No! —gritó desesperado —. Debo ir, tengo que estar con ella.

—No, no debes ir a ningún lado —zanjó para luego salir de la habitación dando un fuerte portazo.

Andrés fijó sus ojos en Alisa y con pasos temblorosos caminó hasta ella
—. Madre, por favor.




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