En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 27

Los días pasaron convirtiéndose en dos semanas, la recuperación de Andrés resultó mucho mejor de lo que esperaban, asombrando así, al mismo doctor, quien luego de siete días, le permitió levantarse del lecho y volver a su rutina diaria. 
 

En aquel periodo de tiempo no habían tenido noticias de Angus, Henry visitó las ciudades más cercanas, sin embargo volvió sin novedades, lo que los llevó a pensar que efectivamente el mafioso había muerto.
 


 

A pesar de esa suposición-sin fundamentos—Andrés y Elise no tenían permitido salir sin un par de oficiales detrás de sus pasos.
 


 

Era tedioso, pero necesario, al menos por un buen tiempo.
 


 

El sol cubría la ciudad, su luz iluminaba cada calle, parque, flores y árboles transformando el entorno en un paisaje idílico para los paseos, propuestas y declaraciones románticas. 
 


 

Elise iba sentada junto a Andrés dentro del carruaje, sus manos entrelazadas sudaban debido al intenso calor que azotaba aquella tarde de verano, pero nada importaba más que el contacto de sus cuerpos. 
 


 

El jóven sostenía una canasta con su mano libre. Sus labios se posaron sobre la pelirroja cabellera.
 


 

Unos segundos después, el carro se detuvo y la puerta fue abierta por Boris.
 


 

—Hemos llegado —dijo este. 
 


 

—Gracias Boris. 
 


 

Andrés fue el primero en bajar, con su mano extendida recibió la de la muchacha.
 


 

Sin embargo ella saltó a sus brazos entre risas, y plantó un sonoro beso en su mejilla. 
 


 

—Me encanta—exclamó recordando que en ese mismo lugar había sido su primer beso, a la orilla del río Támesis. 
 


 

El muchacho solo se sonrojó por sus palabras, ya que de reojo vio que Boris estaba unos pasos más allá observandolos.
 


 

El aludido con las manos en los bolsillos era testigo de las muestras de cariño, y del amor que ambos se profesaban. A pesar de que en una previa conversación había manifestado su rechazo al amor, ahora deseaba amar y ser amado, ¿Qué se sentiría amar hasta el punto de ser capaz de dar tu vida por la otra persona?.
 


 

Suspiró profundamente sabiendo que eso jamás sería parte de su vida, no tenía cabida para el amor de pareja, sólo para el amor fraternal hacia su hermana Lili.
 


 

Se dió la vuelta y caminó hasta perderse entre los árboles. 
 


 

—Ven—Andrés tomó su mano y la llevó a refugiarse a la sombra de un gran árbol.
 


 

Con cuidado dejó la pesada canasta en el suelo, tomó un colorido mantel, y lo extendió sobre el creciente pasto.
 


 

Elise se agachó con la intención de ayudar, más Andrés fue rápido e intervino —. No por favor, yo lo hago. Déjame atenderte —dijo con las mejillas coloradas. 
 


 

—Es...está bien —susurró nerviosa. 
 


 

Él se levantó, tomó su mano y depositó un beso sobre el dorso —. Usted tranquila mi amor, disfrute del hermoso paisaje. 
 


 

Se miraron a los ojos, como si no existiera nada más que ellos dos. Andrés tomó entre sus dedos aquel travieso mechón pelirrojo que siempre insistía en salir de su lugar —pareciera que anhelaba el contacto con sus dedos, y lo acomodó detrás de su oreja. 
 


 

Elise tomó la iniciativa, pasó sus manos por detrás de su cuello y lo atrajo hacia ella, el muchacho abrió los ojos por la sorpresa y sonrió de oreja a oreja, sujetó su cintura apretando deseosamente contra él. 
 


 

—Eres preciosa.
 


 

Sus labios se unieron, se besaron suavemente, apenas rozando sus bocas. Pero ¡Cielos!, necesitaban más, no eran unos chiquillos de trece años jugando a los piquitos. Eran unos jóvenes que se amaban, que se deseaban con locura. Sus labios se abrieron dejando paso a la humedad de sus lenguas juguetonas...¡Era la gloria misma!, al cantar de los pájaros se unió el jadeo de ambos.
 


 

Por largos minutos disfrutaron de sus caricias, y cuando necesitaron respirar con normalidad, se separaron sin dejar de mirarse.
 


 

—Te amo —dijeron al unísono.
 


 

¡Dios!, ¿Lo habían dicho?, ¿Al fin habían confesado lo que sus bocas callaban?, Si. 
 


 

¿Es posible sonreír con los ojos?. SI, lo es. Ellos eran la prueba viviente de que esa era otra manera de decir "te amo", con sus miradas conectadas, y sus sentimientos afianzándose aún más. 
 


 

Andrés le dió un beso en la frente y se dispuso a continuar. Tomó uno a uno los dulces que llevaba la cesta para ponerlos sobre un plato, sacó un jarron de jugo y un par de copas. Servilletas, frutas frescas, pan, y queso en trozo. 
 


 

Los ojos de la pelirroja se iluminaron al ver la deliciosa comida frente a ella. 
 


 

—Se ve delicioso —se agachó para sentarse.
 


 

—No, no —Andrés la detuvo —. Cierra tus ojos por favor —de la canasta sacó un cojín de terciopelo en tono lila —. Ahora, abrelos. 
 


 

—¡OH!, es bellísimo —gritó emocionada —. ¿Cómo sabías que el lila es mi color favorito? -entrecerró sus ojos -. ¿Quién te lo ha dicho?.
 


 

Este se rió a carcajadas —. Nadie me lo dijo.
 


 

—¿Entonces? -su boca se abrió en forma de "O" —. ¿Eres un adivino Andrés Chesterfield?
 


 

El muchacho rió con más ganas, y de pronto se puso completamente serio —. Soy lo que tú quieres que sea. 
 


 

Ahora fue el turno de Elise quien se echó a reír —. Te amo. 
 


 

—Yo también te amo preciosa. Ven -extendió su mano y la chica la tomó. 
 




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