En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 32

Aguardo por un par de horas, ya que aún era temprano, continuó vendiendo rosas con una calma fingida, puso toda su fuerza de voluntad para no desmoronarse frente a sus clientes.

A lo lejos vislumbro el cabello castaño de Andrés mecerse con el viento, su corazón se agitó acelerando los latidos al reconocer a su dueño.

Apretó los dientes reteniendo la sonrisa que anhelaba asomarse por las comisuras de sus labios.

Esquivo su mirada, simulando estar ordenando las rosas. Cuando sintió que lo tenía frente a ella levantó su mirada apretando los puños.

—Mi amor, el día está perfecto para salir a merendar al aire libre, ¿Qué te parece?.

Elise no emitió palabra alguna.

—¡Aaah!..¡No!, olvide que mi padre quería hablar conmigo de algo bastante serio. ¿Podría ser mañana?, comemos delicias sentaditos en el suelo, admirando el paisaje acompañados de el cantar de los pájaros —sus ojos brillaban.

La pelirroja no hizo ademán de contestar, en cambio, su mente divagó en lo dicho anteriormente… "su padre quería platicar con él". ¿Sería para hablar seriamente de su futura esposa?, una sensación de pesadez creció en su estómago, y un dolor en el pecho le hizo torcer los labios.

—¿Estás bien? —preguntó el castaño evidentemente preocupado. Tomó su mano y acarició el dorso de esta.

Elise apartó su mano con brusquedad, más de lo que hubiera deseado.

—¿Qué sucede?.

—Me mentiste.

Las alertas se encendieron, y como si lo hubieran descubierto en un engaño, el corazón de Andrés se detuvo y abrió los ojos de hito en hito.

—¡Yo….Elise…por favor, explicate!.

—Pedí que fueras sincero. Lo único que te pedí a la orilla del río Tamesís, fue tu honestidad ¿Lo recuerdas?.

—Si —respondió, nervioso.

—Te dije que odio las mentiras, y que si, algún día tus padres decidían que debías contraer matrimonio con una señorita acaudalada, me lo dirías. ¿No es así?.

—Elise—respondió, atragantándose con las palabras.

—¿Soy un pasatiempo para ti? ¿Realmente me amas?

—Que dices, no es así. no sé quién te habrá metido tales mentiras en la cabeza. Yo te amo, más que a mí vida. Creeme —tomó ambas manos entre las suyas con desespero.

—Entonces sé honesto conmigo, dime la verdad.

—Jamás he estado tan seguro de algo en mi vida, como lo estoy de que te amo con cada latido de mi corazón, no digas que eres un pasatiempo para mí, porque lo eres todo. Todo Elise.

La pelirroja sintió como sus piernas flaqueaban, era tan débil cuando de su amor se trataba, inspiró profundamente —. ¿No pensabas decirme que la condición de que tu padre te cediera el título, era desposarte con una dama de la nobleza?.

Su corazón se detuvo y el pánico se adueñó de su interior, ¿Cómo lo supo? ¿Quién le contó? ¡Diablos!, no se suponía que tomara aquel rumbo.

Él le iba a contar, pero no aún, primeramente, quería tener la certeza de que su padre ya no lo obligaría a casarse con quién él no quisiera. Se esforzó tanto por limpiar su reputación, por mejorar día a día. Dejó su malas amistades rodeandose de buenas influencias, dejó los vicios, dejo todo. Incluso próspero económicamente sin tocar una libra del dinero de George. Con un sólo y poderoso fin: Casarse con Elise.

Nada más importaba que el amor de su universo. Tenía el apoyo de su madre, y creyó que tarde o temprano su padre cedería y aceptaría su relación.

Sin embargo, alguien se adelantó, ¿Quien fue el malnacido que metió sus narices?

—Elise yo no te he mentido, te he ocultado información, si. Lo he hecho porque no considere que fuese necesario que conocieses los detalles.

—¿Por qué no? ¿No crees que debería haber sabido que aunque te amara con todas mis fuerzas, un día debería renunciar a ti? ¿No tenía derecho a saberlo para así haber protegido mi corazón? ¿Decidir si quería estar contigo o no?, eres un egoísta…

En aquel momento las lágrimas descendían por los ojos de ambos, Andrés no sabía que decir, ciertamente no pensó en lo que Elise podía sentir, pensó que la protegía ocultando los detalles del maldito trato.

—No permitiré que mis sentimientos crezcan hasta el punto que no pueda negarme a ti —siseo—. No seré tu amante Andrés Chesterfield. Te lo juro por Dios que no lo seré. Si debo alejarme de ti, lo haré. Porque sé lo que valgo, sé quién soy, y lo que quiero en mi vida.

Quedó atónito, sintió como el estómago se le revolvía, ¿Alejarse de Elise?, JAMÁS.

—Amor mío, no, no digas eso. Dejo el título, lo dejo todo… por favor, yo te amo. Debes creerme —susurró con la voz quebrada —. Si mi padre no aprueba este amor, vámonos, tengo suficiente dinero para comenzar de nuevo, lejos, en otro lugar.

Por supuesto que no —contestó zafandose de su agarre—. ¿Crees que eso es lo correcto?, ¿Huir como si fuéramos unos ladrones, en vez de dos personas que se aman verdaderamente?, no te confundas Andrés, no habré nacido en una cuna de oro, pero eso no significa que vaya a aceptar menos de lo que merezco. 
Merezco un hombre que me ame, sin barreras, sin vergüenzas, que luche por mi amor. Si tú no eres capaz de hacerlo, entonces no tenemos nada de qué hablar.

—Elise, no, por favor…

—Andrés vete.

—No me alejes de ti, no me hagas esto. Solucionare las cosas. Hablaré con mi padre, te lo prometo.

—Eso espero, porque yo no seré la segunda opción de nadie.

Lo que ninguno de los dos sabía, es que su padre ya había abierto los ojos, gracias a Alisa él ya había aprobado su relación, hasta intervino con el Conde de Hamilton deteniendo cualquier intento de unión entre sus hijos.
De hecho, aquella misma tarde, George, le haría saber a su hijo que le entregaría todo su apoyo.

—Jamás has sido ni serás mi segunda opción, eres mi vida Elise —con determinación añadió—. Me iré, solucionare esto, ¡Pero ya!..

La pelirroja no le sonrió, en cambio, su rostro mantuvo una expresión neutra. Tenía rabia, y dolor. Y no permitiría que la bonita sonrisa de Andrés la cautivará al punto de olvidar lo egoísta que fue.




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