En tu mirada |~{amores Verdaderos #2}

Capítulo 33


Día de la boda de Anastasia y Gregory
 


Dos días pasaron desde que Andrés habló por última vez con Elise, y dos días desde que su padre se reivindicó.

A pesar de que aquel mismo día corrió a su casa para contarle la buena noticia, la pelirroja se rehusó a hablar con él, y desafortunadamente al día siguiente ya no podrían platicar con tranquilidad debido a la boda de sus mejores amigos.

Elise había llegado muy temprano a la mansión de Anastasia, durante días había trabajado arduamente junto a Charles en la selección de la flora para la decoración, la que se basaba en rosas rojas y blancas, margaritas, lilium y claveles.

Decoró desde la entrada de la residencia, el recibidor, el jardín donde se llevaría a cabo la ceremonia, hasta un hermoso arco hecho completamente de enredaderas de rosas.

Residencia de Lancaster

—Gregory, ¿Qué te preocupa? —Andrés llevaba 10 minutos mirando como su amigo daba vueltas en su oficina —. ¿No estás seguro de casarte?, no me digas que es eso, sólo faltan dos horas.

—¿Que?, ¿Qué dices?, estoy completamente seguro que ella es la mujer de mi vida, es solo que...tengo miedo.

—¿Miedo?, ¿De que? —Andrés frunció el ceño.

—Temo no ser lo suficientemente bueno para ella, ha pasado por tanto, que lo único que deseo es hacerla la mujer más feliz de este mundo.

—Gregory, amigo —Andrés se levantó de su asiento, se acercó a él, y tocó su hombro —. Todo estará bien, la amas — miro hacia el suelo —. Sé lo que sientes, solo deseas darle lo mejor y lo harás, yo sé que si.

—¿Y si no puedo hacerlo?

—Lo harás, jamás he visto un amor tan correspondido como el de ustedes, ni siquiera en mis padres.

—Gracias Andrés, espero que todo sea para bien, y si no es así, soy capaz de cualquier cosa por ella, daría todo lo que tengo y más.

—Lo sé, sé cuánto la amas —Andrés cerró sus ojos, y aquel cabello color fuego pasó por su mente.

—Gregory puedo hacerte una pregunta.

—Por supuesto.

—No te burles de mí.

—¿Por qué lo haría?.

—Es que... ¿Cómo está Elise?, ¿Anastasia te ha dicho algo?.

—Me comentó que no se encontraba bien, pero más que eso... no, ¿Porque?, no me digas que sucedió algo malo, ¿Que estupidez hiciste?.

Andrés hizo una mueca de disgusto —.No he hecho nada, ¿Por qué todos creen que es mi culpa?, mejor ya no digas nada.

Gregory caminó a su lado y palmeo su espalda —.Amigo, deja de hacerte el duro, abre tu corazón y por sobre todo se honesto, las mentiras dañan la relación y destruyen la confianza.

Un sentimiento de culpa se alojó en su corazón, él creía que conocía a las mujeres por completo, un hombre como Andrés, con su vida libre de ataduras, besando a mujeres sin sentir sentimiento alguno, ha de suponer todo lo que las mujeres quieren, sin embargo cualquiera puede besar tu piel, más tu verdadero amor no solo besara tu piel sino también besara tu alma, y aquello le sucedió a él, desde que Elise irrumpió en su vida.

Jamás debió haberle ocultado la verdad, ella tenía derecho a saberlo y a decidir si quería o no estar con él, y ahora, por desgracia la pelirroja parecía evitarlo por completo.

Juntos se dirigieron hasta la residencia Pembroke, Andrés contempló maravillado la hermosa decoración, sonrió orgulloso, todo lo que llegaba a Elise lo embellecía, y transformaba con su dedicación y amor, así como él —quien gracias a ella es un mejor hombre .

Llegaron hasta el jardín, dónde ya se encontraban un par de invitados, Gregory abrazó a su amigo antes de caminar hasta el altar, bajo un hermoso arco de rosas para esperar a su amada.

El castaño, por su parte, barrió el lugar con su mirada, buscando específicamente a una hermosa mujer de cabellos color fuego, pero fue interrumpido por un sirviente para indicarle que debía sentarse en las primeras filas.

Ya en su lugar, giró su rostro, y la vió, sentada unos metros más allá.

¡Dios!, se veía tan hermosa. Más de lo que ya era, su cabello trenzado brillaba con la luz del sol, y unos mechones sueltos enmarcaban sus delicadas facciones. No llevaba joyas, o ornamentos, más no era necesario. Elise poesía una belleza única, especial en su interior, tan increíble y resplandeciente que se reflejaba en su exterior como si de una ninfa se tratase.

Andrés suspiró mientras la observaba, cuando sus miradas se encontraron, la pelirroja lo esquivó de inmediato.

Mentiría si dijera que no sintió nada, puesto que una punzada de dolor cruzó por su pecho.i

Resignado y lleno de culpa volvió su vista al frente.

La ceremonia comenzó, y los sentimientos de él eran ambivalentes. Por un lado, la alegría por su gran amigo lo hacía sonreír, pero por otro, la tristeza no lo abandonaba, desearía haber estado al lado de Elise, sosteniendo su mano y compartiendo la ilusión de que algún día serían ellos los que unirían sus vidas frente a Dios.

La colorina lloraba por su mejor amiga, su hermana del alma. Anastasia merecía toda la felicidad del mundo, y ella estaría ahí para apoyarla, siempre. Durante la ceremonia cerraba los ojos frenando las ganas que tenía de ver a Andrés, se veía tan guapo, varonil y elegante. A sus ojos era el joven más hermoso. 
Pero ser débil no era opción, resistiría a sus encantos hasta que el vizconde arreglara los asuntos con su padre. De lo contrario, enterraría en el olvido su amor por él.

El banquete inició, y antes de que se pudieran dar cuenta ya estaban frente a frente mirándose con anhelo y amor.
Antes de que su cercanía diera lugar a suposiciones, Elise se apartó rápidamente y caminó hasta la mesa donde estaba su madre, hermanos y Charles.

Andrés, resignado, se sentó al lado de ciertos caballeros con los que entabló plática.

Los novios, familiares, e invitados disfrutaron de la cena, y del acompañamiento de la alegre música.

En cierto momento, el hombro de Elise fue tocado suavemente por una jovencita, la sirvienta indicó que la buscaban a las afueras de la residencia.




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