18 horas después
Elise abrió sus ojos con lentitud, su cabeza le dolía, y todo su cuerpo le pesaba. Miró a su alrededor y se dió cuenta que estaba sentada en un carruaje en movimiento.
—Despertaste, al fin. ¿Estás bien?.
Miró a su lado aterrada… era él, Angus. Pero ¿No estaba muerto?.
—¿Qué estás haciendo?, Angus, ¿Qué hago aquí?.
Este se acercó a ella y tocó su cabeza, donde había recibido el golpe —. Ya me encargue del estúpido que te golpeó, pensé que te había matado.
—Responde, ¿Que hago aquí? —masculló alterada.
—Estas dónde siempre debiste haber estado, a mi lado.
Elise miró a sus ojos ámbar, y notó que hablaba en serio, muy en serio.
—¡NO! —gritó —. Yo no quiero estar a tu lado, no te amo Angus, entiéndelo, no te amo.
—Lo sé, pero lo harás con el tiempo, te lo prometo— se arrodilló frente a ella —. Te enamoraré, me amarás, así como yo te amo. He dejado la mafia, nos iremos de Londres, iniciaremos una vida juntos lejos de todo.
—...¡¿Queee?!...—exclamó —. Tú estás loco —intentó levantarse, más soltó un gemido de dolor.
—Sientate Elise —la muchacha rehusó a la vez que sostenía su cabeza —. No me hagas repetirlo dos veces —tomó su brazo.
—No me toques, me das asco.
El hombre frunció los labios —. No digas eso, te enamorarás de mí, ya verás.
—No, nunca lo haré. Podrás forzarme a estar a tu lado, incluso podrás forzar mi cuerpo. Pero jamás, escúchame bien…. Jamás tendrás mi corazón, porque tiene dueño, le pertenece sólo a Andrés.
Angus sintió como si una daga fuera clavada en su pecho, ¿Porqué no entendía que no quería nada más que su amor? ¿Porqué no podía amarlo?
—¿No me has escuchado?, he dejado todo, vamos camino a Windsor, desde ahí, tomaremos un barco.
Elise abrió los ojos, aterrorizada, no podía irse de Londres, si lo hacía, estaba segura de que nunca más volvería —. ¡NOO! —gritó desesperada, se lanzó a los pies de Angus —. Por favor, no lo hagas, por favor.
—Está decidido —dijo desviando su vista de la pelirroja que lloraba desconsolada a sus pies.
—¿Tus padres saben la clase de hombre en la que te has convertido? —preguntó entre llantos.
Angus volteó su rostro y la miró —. No tengo padres.
~{Soy un malparido, ¿Quien hubiera querido criar a una bestia como yo?... Solo Blake}~ pensó.
—Pero los tuviste… dime ¿Estarían orgullosos de lo que eres?
El pelinegro se mantuvo en silencio, con la mirada perdida. De pronto, en su mente se escuchó la voz de una mujer, al principio se oía lejana —una punzada de dolor en su cabeza lo estremeció —pero luego la voz se oía cada vez más cercana, y clara.
La voz era dulce, melodiosa, y susurraba con cariño:
—No olvides nuestras enseñanzas, no olvides todo lo que te hemos inculcado. Se una buena persona, se un buen esposo, y un buen padre. Llena tu vida de luz, de amor, y de nobleza.
—¿Pero que?—gruñó sin entender nada de nada.
El dolor aumentaba con cada segundo que el mafioso se resistía a recordar.
Elise se inquietó, lo sostuvo del brazo mientras gritaba al cochero que detuviera el carruaje.
Angus salió de trompicón del carro, dando de bruces contra el suelo, soltó un grito sosteniendo la cabeza entre sus manos. La pelirroja se inclinó y susurró: —Calma, respira, respira…
Ahí fue cuando los recuerdos se hicieron vividos:
—Una hermosa mujer de pelo negro lo sostenía entre sus brazos, Elizabeth, su madre besaba su mejilla con ternura y Jack, su padre, acariciaba su cabello a la vez que susurraba lo mucho que lo amaban.
Recordó sus caricias, sus sonrisas, sus palabras, y finalmente la memoria de cuando enfermaron, y murieron.
—Te amamos Angus, te amamos vida mía.
Lágrimas caían por sus mejillas, sollozaba como aquel niño de cinco años, aquel pequeño inocente que había perdido todo en un abrir y cerrar de ojos.
¡¿Por qué?! ¡¿Por qué olvidó a sus padres?!
Los olvidó porque parte de él murió con ellos. Y la otra parte, la que lo obligaba a mantenerse con vida, había perdido su identidad, su esencia y su luz.
Elise se sorprendió al verlo llorar tan desgarradoramente, el cochero se mantuvo a un lado, pero ella no pudo evitar acariciar su cabello.
—Ya, ya Angus… shhh, shhh…
Este se aferró a ella como si de un niño se tratara —. Perdóname Elise.
—¿Qué? —preguntó, consternada.
—Perdóname —se separó y alzó su rostro —. Por todo el daño que te he causado, he sido un maldito, miserable y merezco arder en el infierno por lo que soy.
—No digas eso.
El pelinegro negó con su cabeza y sonrió con pesar —. Es la verdad, nada podrá excusar todo lo que he hecho. Te pido que me perdones, por favor.
Elise sonrió —. Si...te perdono, de verdad...te perdono.
Angus se levantó y tomó su mano ayudándola a incorporarse —. Te llevaré de vuelta y me entregaré a la policía.
La muchacha se detuvo en seco.
—No lo hagas…se que no has sido un buen hombre, pero no conozco tu pasado. No se que es lo que te llevó a ser lo que eres hoy. Pero si de algo estoy segura es de que puedes ser mejor, si te lo propones, y te das la fuerza a ti mismo, puedes cambiar y buscar tu felicidad. No lo hagas Angus, mereces una oportunidad.
Lágrimas caían por sus ojos ámbar, una calidez creció dentro de su corazón. Se sentía tan bien que alguien viera más en él, que vieran lo que podía llegar a ser, y no lo que era hasta ese momento.
—No lo sé Elise, he hecho cosas horribles.
—Busca tu redención lejos de este lugar, comienza de nuevo, y se un buen hombre.
La voz de su madre resonó en su mente —Hazlo.
Luego de pensarlo Angus afirmó —. Lo haré.
—Busca el amor que yo no te he podido dar.
Miró hacia el suelo ~¿Quién podría amar a un hombre con un oscuro pasado como el mío, cuya espalda carga con más vidas de las que desearía?