En Tu Mirada

EN TU MIRADA

 

 

¿Cuál ha sido la experiencia más caótica que he tenido?

Definitivamente, estar enamorado de mi mejor amiga.

¿Cómo puedo describirla?

Con tres sencillas palabras: desastre, lamentable y una mierda.

Esa última palabra era mi preferida, a pesar de que mi madre la detestaba; no obstante, era ideal para describir cada situación en mi existencia.

Si amarla no fuera suficiente para ponerle la guinda al pastel, ella tenía un novio del que estaba locamente enamorada. Es decir, ni siquiera tenía una oportunidad, ni una pizca de esperanza, de poder utilizar mis habilidades seducción y lograr enamorarla, porque no sé qué tipo de encantamiento ese idiota le lanzó que ella no veía a nadie más que a él.

—Entonces, ¿cuál vestido crees que es más bonito?

Observé con languidez los dos vestidos que sostenía Dani frente a mí.

Ambos eran iguales, ¿cómo se supone que podría elegir cuál era el más bonito?

No tenía ni idea de por qué estaba haciendo esto, pero la verdad es que la situación sería completamente distinta si ese vestido fuera para una cita conmigo. Para empeorar aún más mi patética situación sentimental, tenía que elegir un bonito vestido para que ella lo usara en una cita con su novio.

—¿Cuánto tiempo te tomará elegir un vestido?

Volvió a verse en el espejo y decidió por su propia cuenta cuál de los dos vestidos le quedaba mejor.

—¿Soy yo el que va a ponérselo?

—No, pero deberías ayudarme —volvió a verme una vez más—. ¡Eres mi mejor amigo!

Si tenía una palabra favorita, entonces, ¿cuál era la palabra que más odiaba? En mi caso eran dos; mejor amigo.

Que me castiguen si no me retorcía por dentro cada vez que la oía pronunciar esas dos malditas palabras. Era su culpa que mi estado de ánimo se haya arruinado por completo, nadie le obligaba a repetir "mejor amigo" más de 100 veces al día.

Estaba completamente exhausto, por lo que con un simple gesto de cabeza indiqué el vestido rojo de manga corta que sostenía a su lado derecho.

Una vez hecha mi elección, ella corrió en dirección al baño.

Mientras esperaba, tomé una almohada de París y la coloqué debajo de mi cabeza, ya que algo me decía que esto iba a durar mucho más tiempo. Observé a mi alrededor en la habitación y sentí un poco de temor al estar allí, ya que si Paris me descubriera acostado en su cama, seguro me castraría sin dudarlo.

Mis oídos dolían solo de pensar en los gritos que escucharía.

—Ya casi estoy lista —le escuché gritar desde el baño.

—Date prisa —le aconsejé, temiendo más por mí que por ella—. En cualquier momento puede llegar la loca de tu hermana y como me encuentre en su cama seré hombre muerto.

—Eres tan exagerado.

La puerta blanca del baño se abrió lentamente, dejándome a la vista a Dani, a quien recorrí desde sus pies descalzos hasta su delgada figura cubierta por un vestido rojo veraniego.

¿Qué hice yo para merecer esto? Era tan hermosa, estaba tan cerca y no era mía.

—¿Cómo me veo?

—Te ves… hermosa, Dani.

—¿De verdad?

—¿Por qué mentiría?

—Porque eres mi mejor amigo.

Apreté mis dientes nuevamente, molestándome por su respuesta.

Preferí quedarme en silencio mientras que ella se examinaba duramente frente al espejo. Cosa que odiaba que hiciera, porque siempre noté lo hermosa que era sin importar que tuviera puesto, ya sea sus amplias camisas de sus bandas favoritas o los vestidos de Paris.

—No estoy segura —murmuró—. No me siento bien.

—Entonces, ve con tu ropa y no con la que le robes a tu hermana, que para completar ni siquiera te gusta.

No sé por qué se complicaba tanto si yo he encontrado la solución en pocos segundos.

—¡¿Estás loco?! —Se apresuró a correr y de un brinco se arrodilló en la cama junto a mí—. Sabes perfectamente lo que ocurrió aquella vez.

Sabía a qué se refería, era algo estúpido e ilógico, porque si alguien me gustaba la podría reconocer donde sea sin importar cómo estuviera vestida. Entonces, no me explicaba cómo ese idiota no pudo reconocerla solo porque ella no tenía puesto un vestido.

Con eso ya era suficiente para entender lo imbécil que era, pero a Dani eso parecía no importarle porque para ella fue preferible cambiar por él en vez de deducir que ese tipo era un completo fracaso.

—¿Por qué tienes que estar vistiendo algo que no te gusta para estar cerca de él? —no sé cuántas veces le había hecho esa pregunta, pero era agotador encontrarle coherencia a lo que hacía—. Si de verdad le gustas, él te aceptará tal cual como eres.

—¿De qué hablas?

—Lo que trato de decir es que ser tú misma es lo más importante.

—Ser tú misma no es suficiente.




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