En Tu Mirada

CAPÍTULO 1

 

 

Me veía como una persona común y corriente, sin nada en particular, pero con mucho estilo y una personalidad encantadora, aunque Paris Kellman se empeñara en negarlo. Si tuviera que mencionar uno de mis defectos, sería mi completo desinterés por los estudios. No me gustan para nada. Sin embargo, si empezara a hablar de las cosas que me gustan, una de ellas sería Danielle Kellman.

Me gustaba.

Me gustaba mucho.

¿Qué estará haciendo?

Es muy probable que estuviera con su estúpido novio, celebrando que ambos terminaron bien en su último año de escuela. Solo de imaginar lo bien que se lo estaban pasando, me daban unas ganas enormes de ir a buscar a Nick y vomitarle en su horrible camisa Ralph Lauren.

—¡¿Acaso no me estás escuchando?!

El grito me hizo saltar en mi asiento, dejando de observar el punto fijo en la pared para concentrarme en mis padres, los cuales se veían más como un par de demonios que los amorosos padres que recordaba.

—¡Obvio que sí, papá! —exclamé con exageración y por supuesto, mentí—. Estoy aquí, obvio que estoy escuchándote.

—¿Qué acabo de decir?

Lo pensé por cortos segundos y sonreí con inocencia.

—¿Qué estás muy orgulloso de mí? —pregunté, sin estar muy seguro, pero la vena titilando en la frente de mi padre era suficiente para entender que estaba muy equivocado—. ¿Qué fui yo tu mejor elección en el centro de adopción?

Mi madre se acercó enfurecida, golpeándome una y otra vez en el hombro con la palma de su mano, dejando claro que no encontraba gracia en lo que dije. La familia Crossley tenía un serio problema conmigo y mis bromas sobre mi adopción, pero yo seguía haciéndolo, ya que además de parecerme divertido, me encantaba molestar a todos.

—Esto es en serio, Roger Steve —torcí mi boca, el que dijera mi nombre completo solo significaba que estaba bastante molesta—. No le provoques un infarto a tu padre y respóndele.

Miré hacia los papeles que sostenía mi padre entre sus manos y bufé, maldiciendo internamente un par de veces.

—¿Qué otra explicación quiere? —esta conversación ya la tuvimos un par de veces y parecían negarse a entender—. No me gustan los estudios, no quiero estudiar —añadí, sin muchas ganas de seguir con la misma repetitiva conversación. 

Mi padre me miró fijamente, sus ojos parecían lanzar llamas, pero fue mi madre quien me hizo saltar de mi asiento cuando se acercó rápidamente hacia mí, seguramente para volver a golpearme.

—¡¿Qué demonios?! —chillé—. Cálmese, señora. 

De nuevo pretendía acercarse a mí, pero mi padre con un grito nos hizo congelarnos en nuestro sitio.

—¡¿Eso es todo lo que tienes que decir?! —con suma fuerza empujó las hojas sobre mi pecho—. Mira las notas y las quejas de los profesores, ¿no sientes vergüenza?

La verdad es que no mucho, pero me guardé aquello y me limité a leer un poco aquellos papeles, llegando a la conclusión de que a los profesores les encantaba exagerar.

—No te basta solo con ser el peor de tu clase, sino que también el peor de la promoción.

Mierda, no pensé que fuera tan grave.

—¡¿Ni siquiera pudiste ponerle un poco de esfuerzo?!

—¡Yo me esfuerzo todos los jodidos días, papá! —le reclamé.

Todos, excepto él, parecían darse cuenta de lo mucho que me esforzaba cada día, pero no era sencillo hacer algo a la fuerza. A pesar de ello, intentaba encontrar la forma de concentrarme en mis clases, de dar lo mejor de mí, pero nada parecía dar resultado y eso solo me generaba culpa, cuando no debería.

Era frustrante intentar hacer algo todos los días y que él no apreciara el esfuerzo que le dedicaba.

—¿En qué? —me preguntó desafiante—. Lo único que haces en esta casa es estudiar y ni siquiera eres capaz de traer una nota decente a mis manos.

—Lo lamento, trataré de mejorar.

Fue un susurro lo que salió de mí; no tenía fuerzas para continuar la conversación al ver a mi padre tan enfadado, observándome con el rostro desfigurado por la ira y los dientes apretados.

—Eso espero —su dedo me apuntó, amenazadoramente—. Porque no voy a mantener a un holgazán.

—¡Robert, por favor, no le hables así a nuestro hijo! —le reprochó mi madre, poniéndose en medio de nosotros dos—. Debemos tranquilizarnos y comprenderlo.

—¿Entender qué, mujer? —Papá está más que furioso—. Este niño solo se divierte en la playa, de fiesta con sus amigos y no le presta la atención necesaria a la escuela, pero eso se acabará pronto…

Lo miré, bastante curioso por su siguiente amenaza.

—Se acabaron las salidas a la playa, las fiestas y toda cosa que te distraiga. Quiero que te comas esos libros y apruebes el examen de recuperación, porque si no es así, soy capaz de enviarte a la misma milicia para que te organices y aprendas a ser responsable.

Asentí con un gesto de cabeza y de reojo vi cómo mi madre lo calmaba, en ese instante aproveché para correr rápidamente hacia las llaves del auto de mi padre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.