Después de algunas semanas trabajando seguía siendo difícil aceptar que quizás Elías tenía un poco de razón al sugerir que ocupar mi mente en un trabajo podría distraerme. Sin embargo, solo tenía un poco de razón, porque a pesar del tiempo, Dani continuaba presente en todo lo que hacía y solo cambiaba el hecho de que no sufría al verla con aquel idiota.
¡Había que ser realistas!
Un trabajo no te hacía olvidar a la persona que amas, solo lograba mantener tu mente ocupada, pero luego del trabajo, en el momento en que llegas a casa y te acuestas, es donde cada parte de tu cuerpo pide a gritos tan siquiera escuchar su voz.
Era complicado porque era doloroso verla con otro, pero era también desolador estar lejos de ella, ni siquiera podía elegir cuál de las dos situaciones era peor. Para ser sincero, un 60% de mi mente aún pertenecía solo a ella y eso era un gran progreso, porque antes el 80% de mi cerebro solo se ocupaba de Dani, de lo que hacía, de lo que comía y hasta del cómo respiraba. Y nadie podía juzgarme porque así eran las personas cuando se enamoraban, nos volvíamos estúpidas.
—¿Estás bien?
Miré a mi compañera de trabajo, Gina, quién era bastante hipnotizante con sus shorts cortos y ese piercing en el ombligo.
—Estoy bien —terminé de acomodar algunas botellas para luego sonreírle—. ¿Por qué lo preguntas?
—Te he notado bastante raro desde temprano —entre toda la música no logré escuchar qué le dijo a nuestra otra compañera de barra antes de volver a mí y tomarme de la mano—. Vamos, creo saber qué es lo que necesitas.
Arrastrándome entre tanta gente, reconocí el camino y el lugar al que llegaríamos, y es que, no era la primera vez que compartía algunos fuertes momentos con mi nueva amiga, Gina. No me enorgullecía, pero estaba intentando hacer cualquier cosa para eliminar ese 60% de mi mente que aún le pertenecía a Danielle Kellman.
—¿De nuevo necesitas ayuda para conseguir una botella?
Pregunté de forma socarrona mientras que ella con fuerza abría la puerta del depósito y me arrastraba adentro para besarme y no dejarme hacer alguna otra pregunta. Cuando la audaz boca de esta chica dejó libre mi boca, rápidamente se dirigió hacia mi cuello como si fuera un vampiro, mientras su mano traviesa se acercaba al cierre de mi pantalón.
Gina…
Querida Gina…
Sus instintos vampíricos desaparecieron, volviendo a verme con sus labios presos entre sus dientes, mientras que sus ojos verdes me miraron con buenas ganas de llevar esto a otro lugar después de salir del trabajo. Un mechón de su corto cabello impidió seguir viendo su rostro, así que después de pasarlo tras su oreja, traje su rostro al mío besándola una vez más.
Ella suspiró entre el beso y luego de separarnos fue mi turno de suspirar al sentir sus dedos sobre mi pene. Quisiera que otra cosa fuera lo que provocara un sonido en la oscura bodega, pero era mi celular.
—Contesta, yo me ocupo de esto.
Asentí distraído, al sentir su mano apretar con ligera fuerza el bulto formándose en mis pantalones.
—¡¿Dónde demonios estás?!
Todo el calor que estaba empezando a sentir se esfumó cuando leí el mensaje de Nora.
—¡Mierda, tenemos que salir!
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
—Si no quieres terminar sin trabajo será mejor salir de aquí —le advertí, después de darle un corto beso.
Mientras la arrastraba de nuevo a nuestro puesto de trabajo, no perdió tiempo en burlarse por mi notorio problema, problema que desapareció en el instante en que vi la cara furiosa de Nora.
—¿Dónde estaban? ¡Addison está sola en la barra!
—Lo siento, iré a ayudar.
Gina se apresuró a ir a la barra y cuando quise ir tras ella, me detuve abruptamente al ver quién estaba en la barra.
Si antes quedaba algún rastro de erección, después de ver a Dani, sí que no quedaba absolutamente nada y hasta podría asegurar que el maldito pene se me encogió.
Me acerqué a paso lento bajo la atenta mirada de Dani y sus amigos, por supuesto el idiota de Nick no podía faltar, quien estaba muy cómodo matándome con la mirada. Tomando una fuerte respiración me puse del otro lado de la barra ofreciendo bebidas a los chicos, en tanto sentía la mirada de Dani perforándome, la cual se veía bastante molesta cuando por fin estuve frente a ella.
—¿Por eso me has estado evitando? —la miré sin comprender su pregunta—. ¡Porque tienes una novia!
Lanzó dagas con la mirada en dirección a Gina y no tuve otra opción más que negar por sus locas conclusiones.
—Ella no es mi novia.
—¡¿Entonces puedes decirme por qué me evitas como si fuera la peste bubónica?!
A estas alturas de la conversación, Dani estaba bastante molesta hasta el punto en que golpeaba la barra de madera y algunas de las empleadas voltearon a vernos. Mierda, ella puede producir bastante miedo.
—Bae —la llamó Nick con ese apodo estúpido—. ¿Vamos a bailar?