No era necesario que alguien a mi alrededor me dijera que la situación en la que me encontraba con Dani no era sana para mí. Estar entre idas y venidas con alguien al que solo tenía permitido sentir amistad me destruiría mentalmente, pese a saber eso no hacía nada para detenerlo, excepto correr hacia ella como si nada importara y luego cuando no pudiera soportar estar a su lado, irme y luego, volver a regresar.
¿Hasta cuándo iba a estar así? No quería pasar el resto de mi vida yendo detrás de alguien que iba detrás de otro. Resignado a esa situación, mi corazón no me dejó otra opción más que tocar la puerta de su casa, esperar para verla y así seguir dañándome a mí mismo, aunque al mismo tiempo estuviera feliz de volver a verla.
¿Qué grado de contradicción era ese?
Su madre fue quien abrió la puerta luciendo bastante preocupada a diferencia de su esposo, quien se encontraba sentado en el sofá de la sala con cara de pocos amigos.
—Iba a su habitación a llevarle un analgésico porque la escuché quejarse de un dolor de cabeza.
Recibí el analgésico junto a un vaso de agua y subí las escaleras lo más rápido posible para ir a la habitación de Dani, pero al abrir la puerta solo encontré oscuridad.
De verdad que a esta chica le gustaba el drama.
Fui directamente a la ventana y al abrir las cortinas, se escuchó un quejido quejumbroso seguido de una fuerte maldición.
—Mamá, te dije que…
Su tono fuerte y molesto se desvaneció al toparse sus ojos con los míos, la sorpresa fue bastante evidente en su cara, cosa que me hizo sonreír porque al parecer tenía la idea equivocada de que por ninguna manera podría venir a verla.
Mientras recibía el vaso de agua con el analgésico, parpadeó confundida y no mostró interés en querer tomarlo.
—¿Por qué estás aquí?
—¿No debería haber venido? Me han contado lo que ha pasado.
Quedé desconcertado al verla arrojar el analgésico al suelo de su habitación, pero traté de mantener la tranquilidad porque si caía en provocaciones, volveríamos a pelear.
—¿Has venido a burlarte de mí? De seguro vas a decirme que soy tonta por seguir llorando por un chico.
Peiné su cabello sin querer seguir el rumbo de sus palabras porque no se necesitaba ser muy inteligente para saber que si respondía a sus agrias palabras con seguridad terminaríamos discutiendo por alguien que ni siquiera se encontraba allí.
—Solo estoy aquí porque me preocupo de ti.
Al escucharme, sus dedos se volvieron más atractivos para ella porque sus hermosos ojos azules no se apartaban de ellos.
—No necesito tu preocupación —fue lo único que murmuró.
Asentí, dándole la completa razón.
—Ni mi preocupación, ni mi amor.
¿La peor idea que se me ha ocurrido hasta ahora? Está por supuesto.
Esta fue sin duda la peor de todas las oportunidades que tuve para expresarle mis sentimientos. Pero en esos días, mi corazón se desbordaba de la misma manera que sus lágrimas se derramaban por el idiota de Nick.
Toda esta situación se estaba saliendo de control.
De repente, una risa incómoda se apoderó de ella.
—¿Qué clase de estupideces estás diciendo?
No le permití alejar mis manos de su rostro; ya había abierto la boca, así que tenía que terminar lo que por locura había empezado.
—Dije que te amo. Y no como un amigo —aclaré de inmediato—. Estoy enamorado de ti, Dani.
¡Ni siquiera podía creer que hubiera dicho aquello en voz alta!
Negó frenéticamente y al ver tal desesperación creí que lo mejor era dejarla ir.
—Eso no puede ser… —sus manos temblaron ligeramente cuando quitó el cabello de su rostro —. Estás confundido.
Su mirada deambulaba por la habitación luciendo muy diferente de lo que pensé que parecería cuando tuviera el coraje de decirle lo que sentía por ella.
Entonces, una loca y dolorosa idea cruzó por mi mente.
—¿Lo sabías?
Su mirada rápidamente voló hacia mí.
En cuanto vi la primera lágrima salir pude confirmar que era cierto, sabía lo que sentía por ella. No tenía idea de lo cruel que ella podía llegar a ser; incluso, cuando me alejé para tratar de olvidarla ella seguía yendo detrás de mí, aun sabiendo que eso me afectaba y, peor todavía, lo que me afectaba verla con él.
Todas las veces que la escuche hablar de lo mucho que lo amaba, de verla de su mano, de las veces que me pidió apoyarla en su relación y miles de mierdas más que no me tomaría el tiempo de recordar.
Ella hizo todo aquello sabiendo que me dolía porque estaba enamorado de ella.
Esto de verdad era una mierda.
Parecía perdida, sin el valor de mirarme a los ojos y cuando pensé que iba a decir algo, simplemente señaló a la puerta de su habitación.