Los próximos días fueron un calvario y no exageraba. No sabía qué fue peor, si mi espontánea y estúpida declaración o nuestra discusión frente a todos mis amigos. Lo único que tenía claro era que ambas cosas no podían salir de mi mente y no dejaban de atormentarme.
Podía asegurar que me sentía más miserable que un niño al perder su mascota.
Siendo sincero había muchas más cosas que no dejaban de rondar por mi cabeza, por ejemplo, ¿desde cuándo Dani sabía de mis sentimientos por ella? Aunque sinceramente, era bastante obvio, solo que nunca pasó por mi cabeza el que ella lo pasara por alto y actuara como si nada frente a mí. Esto último era lo que más me resentía.
A medida que los días pasaban el enfado fue desvaneciéndose y solo me quedaba tiempo para buscar excusas para justificarla. Llegué a la conclusión de que no podía estar enojado con ella cuando, al contrario, yo debería de entenderla mejor que nadie porque quizás se mantuvo en silencio por la misma razón en la que yo mantuve en silencio lo que sentía por ella.
A pesar de todo lo que Henrik se había encargado de meter en mi cabeza, desde que soy un idiota hasta no tener dignidad por seguir enamorado de ella; quería tener la esperanza de que Dani me consideraba alguien especial y que tan siquiera me apreciaba como amigo.
Era lo que necesitaba creer si quería evitar caer en un pozo sin fondo.
Después de aquel día en que mi borrachera desapareció, me di cuenta de lo idiota que había sido y por tal razón no estaba preparado para verla a la cara y de igual forma, estaba bastante seguro de que ella tampoco estaba dispuesta a verme luego de haberla prácticamente acorralado y juzgado sin siquiera darme una oportunidad para entenderla.
Me percaté de muchas cosas demasiado tarde, pero tenía la esperanza de que cuando estuviera preparado para verla ella pudiera entender que razonaba y hablaba desde el dolor y en gran parte influenciado por el alcohol.
Mi momento de autocompasión se vio interrumpido cuando sentí mi cama moverse bruscamente y al abrir los ojos me encontré con mis amigos, quienes estaban concentrados jugando en mi consola.
Que bueno que ellos pudieran tener un buen momento en medio de mi miseria.
Todos ellos en muchas oportunidades intentaron saber qué había pasado entre Dani y yo para haber discutido de esa forma, no les conté nada, pero alguna idea tendrían que haber tenido porque nuestra acalorada conversación fue escuchada por todos y no se necesitaba ser un genio para comprender de qué venía todo.
Por otra parte, lo que menos quería era que Henrik odiara a Dani aún más de lo que ya lo hacía. Ya tenía suficientes problemas como para también estar pendiente de cualquier intento de asesinato por parte de mi mejor amigo hacia la chica que me gustaba.
Logré sacar mi celular del bolsillo del pantalón y con rapidez me dirigí a la galería de fotos y empecé a ver de nosotros, siendo una foto en especial la que me hizo darme cuenta de todo lo que había arruinado.
Estábamos justamente en esta cama con ella tras de mí y sus brazos alrededor de mi cuello mientras le regalaba a la cámara una sonrisa que pocas veces mostraba en fotos. Por supuesto que ella la había odiado, pero para mí había significado tanto que al final terminó siendo mi fondo de pantalla por mucho tiempo.
Había arruinado momentos como los de esa foto y ahora, ahora solo me queda eso, fotografías.
Lancé mi celular a un lado de la cama estando molesto por tener tantos sentimientos encontrados. Mientras que, por un lado, estaba aliviado por decir lo que sentía, por otro, solo quería pisar mi lengua con un martillo por ser tan estúpido y haber dicho lo que sentía, sabiendo que perdería lo único que tenía de ella, su amistad.
—¿Una partida? —Cole me ofreció el control, mientras que Henrik me miraba con cierta irritación—. ¿Qué tienes? Desde que llegamos no has dicho una palabra.
—Es por Dani, ¿cierto? —preguntó Henrik—. Últimamente, cuando estás así es a causa de ella.
El juego terminó en pausa y los tres pares de ojos se centraron en mí.
—¿Aún siguen peleados?
Con notorio aburrimiento y desdén, Jake me apuntó con sus labios.
—Desde que llegamos no ha dejado de ver fotografías de Dani, aunque en otras circunstancias eso sería algo normal.
—¿Eso es cierto? —volvió a cuestionarme Cole—. Eso suena bastante patético.
De nada valía querer decir algo a mi favor cuando ellos seguirán hablando y burlándose de mi vida, como si yo no estuviera escuchándolos. Total, no importa lo que pudiera decir, ellos siempre sacaban sus propias conclusiones.
—Cierto —la risa de Henrik me hizo voltear los ojos—. Aunque no es más patético que la bofetada que te dio Juliana en frente de todos cuando te quedaste viendo el trasero de aquella rubia en la playa.
—¿De qué hablan? —hablé por primera vez.
—Claro que no sabes de qué hablamos porque desde hace una semana no vemos tu fea cara.
—Te perdiste de un gran espectáculo —Henrik carcajeó, después se lanzó a la cama junto a mí y con voz gomosa añadió—: pero te extrañaba, ojitos de raya.