Comprendí que la vida me detestaba en el instante en que me enamoré perdidamente de alguien que estaba completamente entregado a otra persona y, aún peor, cuando la persona que estaba enamorada de mí solo la veía como una buena amiga. ¿Había algo más desafortunado? Bueno, si a eso le sumo mis problemas familiares, sería aún peor.
Sería ideal tener el control de los sentimientos para poder dedicárselos a alguien que sienta lo mismo, pero supongo que así perdería la emoción de enamorarse, ya que al parecer el sufrimiento era parte esencial del amor.
¿Qué sería del amor sin unas lágrimas, rechazo y depresión?
Sería tan sencillo si pudiera decirle a mi corazón por quién latir como un loco o indicarle al jodido cerebro quién pudiera producirme la suficiente adrenalina hasta hacerme sudar las manos. Simplemente, estaría satisfecho si pudiera elegir a la persona adecuada a quien aferrarme y que estuviera dispuesta a permanecer a mi lado.
Sin embargo, la emoción no estaba en lo fácil, por lo que mi corazón implacable y mi mente despiadada solo estaban dispuestos a aferrarse a alguien inalcanzable.
Estar enamorado no era algo que se pudiera elegir a conveniencia, ni el momento, ni la persona, ni las circunstancias. Simplemente sucedía. Y eso me frustraba enormemente, porque si dependiera de mí, no estaría atravesando una situación como esta.
Una mierda total.
—¿Roger, estás bien? —la mano de Jake pasó repetidamente frente a mis ojos, captando así mi atención—. ¿Estás aquí?
Iba a disculparme, pero Henrik fue más rápido que yo para interrumpirme con sus estupideces.
—De seguro estaba pensando en Dani —Una lástima no poder tener el poder de pulverizar a Henrik con la mirada—. No me miren como si estuviera diciendo alguna mentira. Además, esa perra lo rechazó.
Si había algo que podía resaltar de mi mejor amigo era su habilidad innata para arruinar los momentos, lo cual sin duda era uno de sus pasatiempos preferidos, ya que lo hacía con frecuencia y además se dedicaba a divulgar mi vida privada como si fuera de interés público.
La situación empeoró aún más cuando Bri agarró mi mano sobre la mesa con una mirada llena de lástima y sin mencionar la incomodidad de Gina.
Fue inevitable sentirme como un idiota y escuchar a los chicos diciéndole a Henrik lo imprudente que era, no me hacía sentir mejor porque él ya había arruinado todo.
No tenía una idea precisa de cuántos días habían transcurrido desde la última vez que vi a Dani, ya que me esforcé por mantener mi mente ocupada la mayor parte del tiempo. Sin embargo, las palabras de Kelly seguían resonando en mi cabeza como un maldito dolor de cabeza, solo logrando sembrar una pequeña semilla de esperanza que me aterraba.
A pesar del miedo y de las miles de dudas, me di el tiempo para reflexionar y decidí no quedarme llorando en mi habitación como un perdedor por haber sido rechazado. Iba a intentarlo porque no era parte de mí el rendirme tan fácilmente, eso significaba que haría todo lo posible para que ella no solo me viera como su mejor amigo, sino también como el hombre dispuesto a darle todo y hacerla feliz.
¿Era una buena idea? No lo sabía, pero no quería pensar en lo malo que pudiera ser; en cambio, quería pensar en lo mucho que podía ganar.
Mientras trataba de convencerme de que iba a hacer lo correcto, salí del restaurante donde me encontraba con los chicos y en ese momento divisé a Gina acercándose tímidamente, lo cual me conmovió profundamente al verla llevar sus manos detrás de su espalda como una niña.
Pasé mi brazo por su hombro haciéndola caminar a mi lado.
—¿Qué es esa fea cara de preocupación? —pregunté al notar su ceño fruncido.
—Que estés tan callado es un buen motivo de preocupación.
—Fui rechazado —mi tono burlesco no salió tan bien como quería—. Creo que es razón suficiente para no estar sonriente.
—Me gustas de esa forma.
Exhalé largamente después de unos cortos segundos pensando en su declaración y sin saber qué hacer, solo dejé un beso a un lado de su cabeza.
—¿Qué piensas hacer?
—¿Perdona?
—Con Dani.
Parpadeé mientras reflexionaba detenidamente sobre lo que le diría, ya que no tenía intenciones de lastimarla.
—Supongo que seguiré intentándolo.
—¿Qué dices? —parecía estar conteniendo su risa—. ¿Esa es tu idea del amor?
Un sentimiento desagradable me recorrió el cuerpo.
—Vamos, di lo que quieras decir.
—Se supone que el amor no debe rogarse.
Qué divertida era la situación en la que yo, como tonto, intentaba evitar lastimarla cuando ella, con una sola frase, logró destrozarme por completo.
Supuse que Gina era más fuerte de lo que parecía.
—No tengo la intención de suplicar, pero sí de luchar al menos para conquistar su amor. Si después de intentarlo, aún no logro obtener más que su amistad, entonces entenderé que nuestra relación no pudo ser, pero al menos me sentiré satisfecho de haberlo intentado y no de haberme quedado en casa llorando por ella.