Mis dedos viajaban una y otra vez entre mi nuevo cabello, mientras no dejaba de mirar mi reflejo en el espejo de mi habitación. No sabía cómo explicar lo que sentía con este cambio tan drástico en mi apariencia, pero al menos estaba segura de que no me disgustaba y disfrutaba de esa sensación de cambio.
Mi madre fue quien eligió mi vestido, ella me aseguró una y otra vez de que el color azul era perfecto para mí. Después de mirarlo detenidamente durante minutos, comencé a creerle. A pesar de los comentarios que no paraban de hacerme y después de haber trabajado mucho en mí misma, logré aceptar sin dudar que en realidad era tan hermosa como ellos decían; me sentía extraña. Era como ver a una Dani que no reconocería, alguien sintiéndose feliz por lo que ve y no juzgándose por lo que creía ser.
Estaba feliz y sumamente orgullosa de mí misma.
Golpeé mis mejillas para salir de mi propia ensoñación y finalmente hacer lo que más temía hacer en esos días: enfrentar a Paris.
Ella estaba en su antigua habitación terminando de ser arreglada para su matrimonio, la había escuchado preguntar por mí, pero decidí hacerme la desentendida y esperar a que estuviera lista por completo. No quería arruinar su estado de ánimo tan temprano.
Mientras miraba la perilla de la puerta, me di mucho ánimo. Sabía que tendría que prepararme para el grito que recibiría de ella, ya que seguramente me dejaría sorda durante una semana.
Cuando abrí la puerta, me di cuenta de que había más personas de las que esperaba. Entre ellas estaban Beth, mi madre y algunas compañeras de Paris.
Aunque estaba lista para sus gritos, los alaridos de esta mujer fueron abrumadores y la forma en que me sacudía de un lado a otro fue impactante.
―¡¿Qué te has hecho en el cabello?! ―Me asusté cuando escuché el grito tan cerca de mi oreja―. ¡No me casaré! ―Todas entraron en pánico, especialmente mi madre, quien comenzó a regañarla―. ¡¿Cómo puedo casarme cuando mi hermana luce como mi peor pesadilla?!
Beth y mi madre lograron que esa histérica se alejara de mí, pero no pude evitar notar la sorprendida mirada de Beth al verme. Como una actriz de época, Paris llevó su mano a su frente y se dejó caer en un sofá blanco que estaba convenientemente allí para evitar que se cayera de bruces al suelo.
―¿Podrías detenerte ahora? ―El drama que estabas creando estaba empezando a ser molesto.
―¡Te ves terrible!
Incluso con más dramatismo, las damas de honor abanicaban a mi hermana como si en cualquier momento fuera a desmayarse.
―¿Puedes dejar de ser tan ridícula? ―todas me miraron enfadadas―. De todos modos, no tienes otra alternativa que casarte hoy, porque no habrá otro idiota que quiera casarse contigo.
No me había dado cuenta de que Paris había heredado ese grito agudo de nuestra madre, porque luego de escucharme decir eso, mi madre soltó un grito que asustó a todas y luego hizo que el resto saliera de la habitación.
Quedamos solo nosotras tres.
Paris se encontraba con los brazos cruzados, todavía enfadada por algo tan absurdo como el color de mi pelo, mientras nuestra madre permanecía de pie entre nosotras, luciendo igual o incluso más enfadada que Paris.
―Discúlpate, Paris.
―¡¿Qué?! ―Chilló nuevamente, poniéndose de pie.
―Discúlpate con tu hermana ahora mismo ―Ella se negó―. Le dijiste cosas horribles, así que será mejor que te disculpes ahora mismo si de verdad quieres casarte.
―Perdón… ―murmuró, luego de algunos minutos―. No eres horrible y…
―Está bien, no es como si me hubiera afectado. Además, yo…
―Es tu turno, Danielle ―me interrumpió mamá―. Discúlpate con tu hermana.
―¡¿Qué?! ―Fue mi turno para soltar un chillido.
―Como lo escuchaste, discúlpate con ella.
―¿Por qué? Fue ella la que se exaltó por nada.
―¡Pero dijiste que nadie se casaría con ella! ―Mamá se colocó al lado de Paris y sostuvo su pequeño rostro―. Mírala, es igual a mí, ¿quién no querría pedirle matrimonio a esta niña hermosa?
Y como siempre nuestras peleas terminaban siendo solo una tontería porque al final del día ella y yo seguiríamos siendo hermanas sin importar cómo luzca mi cabello.
―Estás hermosa ―era una manera de poder hacer las paces, pero no mentía―. Sin duda Neil tomó la mejor decisión al querer casarse contigo.
―Independientemente de cómo me vea, él diría que sí.
Cuando las pocas personas a mi alrededor me preguntaban si envidiaba algo de mi hermana mayor, la respuesta era un rotundo sí, pero estaban muy equivocadas al pensar que envidiaba su belleza y su cuerpo perfecto.
Su seguridad.
Me daba envidia la confianza que tenía Paris Kellman, no solo al hablar, sino también en su forma de actuar, su mirada y hasta su manera de caminar irradiaban seguridad.
Estaba convencida de que podía notar lo feliz que me hacía verla tan contenta a punto de casarse con la persona de la que estaba completamente enamorada, porque no había duda alguna, ella estaba totalmente enamorada de Neil.