Los días pasaron volando, tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos, el estrés universitario se convirtió en estrés laboral. Hace poco, Paris celebraba su tercer aniversario de matrimonio con Neil, mientras que yo me encontraba tranquila, trabajando y discutiendo con mi padre; quien, meses después de la boda de mi hermana, llegó a un acuerdo con mi madre y finalmente volvieron a estar juntos.
Fue un gran alivio para todos nosotros.
Durante todo este tiempo que ha pasado, me he dado cuenta de que tomé las decisiones correctas. Claro, esas decisiones me causaron dolor, pero fue un dolor necesario para entender lo que realmente necesitaba hacer con mi vida. Aproveché ese dolor para aprender y cambiar.
Anteriormente, a medida que pasaba el tiempo, interiorizaba todo lo que me causara dolor, por eso prefería aislarme y guardar silencio. Siempre pensé que las lágrimas eran señal de debilidad, pero les di un nuevo significado, y era liberación. Si sentía ganas de llorar, lo hacía; si quería gritar, lo hacía; cualquier cosa que quisiera hacer, lo hacía para poder sentirme libre y auténtica.
Creo que lo más valioso que aprendí fue que a través de todas nuestras vivencias es cuando realmente nos encontramos a nosotros mismos.
―Entonces, ¿qué hay de comer?
Cerré los ojos y tomé una respiración profunda para evitar el estrés que me generaba la constante pregunta de Henrik. Perdí la cuenta de cuántas veces me había hecho la misma pregunta, ya que después de recogerme en el trabajo, él solía quedarse a cenar en casa.
Era bastante común el invitarse a sí mismo a cenar a mi casa.
―Dime si no quieres que vaya.
―¿Y qué más da? De todas formas, tú irás y es un costo que debo asumir mientras el taller me devuelva mi auto.
Mi auto, que antes era de mi hermana, tuvo un problema y mientras lo arreglaban en el taller, Henrik se ofreció a llevarme a casa. Claro está, él nunca podía hacer un favor sin esperar algo a cambio, así que se quedaba a cenar.
Para sorpresa de todos, mi amistad con Henrik se volvió muy cercana. Fue tanto, que llegué a extrañar su voz molesta, sus estupideces diarias y su constante deseo de sacarme de fiesta.
Después de tantas veces en que había venido a cenar a casa, no sabía si la razón de quedarse era por la deliciosa comida de mamá o por mi hermana. La verdad es que tuvo suerte ese día, ya que al llegar a casa, encontró a Paris muy cariñosa con su esposo en el sofá de la sala.
La comida había dejado de ser la protagonista de los pensamientos de Henrik para ser fácilmente reemplazada por Paris.
No importa cuánto tiempo transcurra, Paris sería el eterno crush de Henrik.
―¿Puedes dejar de ver a mi hermana como un viejo psicópata?
Escuché la risa de Henrik tras de mí mientras saludaba a mi hermana y a Neil, quien aún seguía con esa costumbre de hablarme como si fuera aquella niña de 15 años que conoció.
Mis padres salieron de la cocina y me dejaron un poco sorprendida al verlos con Damián y Nora. Esta última vino corriendo a abrazarme como si hubieran pasado años sin vernos, aunque en realidad solo habían sido unos días.
Tener a Neil y a Paris en casa era algo completamente normal, pero la presencia de Damián y Nora sí que fue una sorpresa, lo cual me hizo pensar que ella estaba aquí por algún motivo en particular.
―Vamos, suéltalo de una vez, ¿qué es lo que necesitas? ―señalé a Nora con mi cubierto―. No estás aquí por casualidad.
Damián se atragantó un poco con su comida y Henrik, como siempre, se echó a reír. Él se ríe de todo.
―No del todo ―bebí un sorbo de mi jugo, sin creerle en absoluto―. Está bien, si necesito algo.
Estaba impresionada con lo mucho que había llegado a conocerla.
―Es algo serio ―Damián me miró―. Tenemos que hablar con mis padres sobre nuestro compromiso.
¡Imposible olvidarlo!
Fue una total sorpresa cuando esos dos salieron a dar un paseo tranquilo y regresaron dos días después con anillos de compromiso, dejándonos a todos boquiabiertos de sorpresa y alegría. Finalmente, Nora había sucumbido a sus sentimientos por Damián.
Era evidente para todos lo mucho que ella lo quería, pero parecía ser la única que no se daba cuenta.
¡Vaya, eso me hizo recordar a alguien!
―De acuerdo, pero, ¿qué tengo que ver yo en todo eso?
―Tenemos que ir a Wyoming para encontrarnos con su familia y dejarles en claro que Damián no se casará con ninguna vaquerita ―Nora se burló―. Si no que se casará con esta chica de la ciudad que tanto detestan.
―Amor, ellos no te detestan.
―Dijeron que preferirían comer estiércol de caballo antes que permitir que sigas en una relación conmigo.
Todos en la mesa rieron sin excepción.
Se me olvidaba que Damián era un sexy vaquero de Wyoming con una familia muy peculiar, que no aprobaba su relación con Nora y que en el pasado fue la principal razón de su separación.