En Tu Mirada

CAPÍTULO 29

 

 

El trabajo en el bar resultó ser mucho más agradable de lo que esperaba y no podía engañarme a mí misma y limitarme a decir que solo lo estaba haciendo por ayudar a Nora.

En parte lo era, pero no completamente.

Roger.

Todo comenzaba y terminaba en él.

La semana trabajando junto a él solo sirvió para poner mis sentimientos más a flor de piel. Ni siquiera encontraba explicación de cómo por tanto tiempo pude guardar todos estos sentimientos que aún sentía por él.

No estando conforme con haberme dado cuenta de todo aquello, tampoco podía evitar que mi corazón se acelerara cada vez que lo veía acercarse.

¡Tenía que dejar de ser tan evidente!

¿Cómo lo conseguía? Solo con respirar, sonreír, hablar e incluso sin hacer nada, hacía que mis piernas temblaran y mi corazón latiera el doble de rápido.

Tenía que hacer algo o este trabajo acabaría conmigo.

―¡Eso es todo por hoy, chicos! ―Un poco más y esa sonrisa que Roger nos brindó me hizo suspirar―. Nos vemos mañana.

Se despidió de mí, al igual que se despidió de los demás, dejándome con una sensación de decepción. No había razón para sentirme especial cuando esto no tenía ningún significado, solo estábamos trabajando juntos durante un par de semanas y cuando ese tiempo llegara a su fin, nos separaríamos una vez más.

Él solo estaba siendo amable.

Esperé junto a los demás a que Roger cerrara el bar y luego caminé hasta mi auto.

Al terminar de ajustar el cinturón de seguridad, noté que Roger se encontraba frente al bar con su teléfono móvil pegado a la oreja. Eran las 4 de la madrugada y parecía estar manteniendo una conversación muy intensa.

―¡Te mataré, Henrik! ―Suspiré, por supuesto, Henrik como siempre―. ¡¿Estás borracho?! ―lo más seguro es que Henrik estaría dándole alguna estúpida respuesta por cómo Roger apretaba su celular―. ¡Maldito bastardo!

Siendo movida por mis emociones, que difícilmente podía controlar cuando él estaba cerca, encendí mi auto y me detuve frente a él.

Al reaccionar, después de su intensa mirada en mí, aclaré mi garganta y le hablé.

―¿Necesitas un aventón? ―sonrió, mostrándome un hoyuelo que antes no me había parecido tan encantador.

―Gracias de verdad ―abrochó su cinturón, y empezó hablar de Henrik―. Pensé que había cambiado, pero sigue siendo el mismo idiota.

―Hay cosas que nunca cambian.

Los dos nos reímos y mientras conducía hacia su casa, no dejé de contarle todas las locuras que Henrik había hecho durante este tiempo sin él.

―Se han vuelto grandes amigos, ¿no? ―Asentí con una sonrisa―. Me alegra mucho que hayas encontrado a alguien que te haga feliz.

Cuando escuché esas palabras, mi sonrisa se desvaneció y mi ceño se frunció. Me di cuenta de que algo estaba oculto en su tono y me pregunté cuánto nos habíamos distanciado. Antes, solo con una mirada o un gesto, podía entender lo que intentaba decirme; ahora, ni siquiera podía descifrar sus palabras.

¿Seguiría sintiendo algo por mí?

No podía creer lo ingenua que podía ser al seguir manteniendo una esperanza con Roger a pesar de todo lo que había sucedido entre nosotros.

―¿Cómo está Gina?

Buen trabajo, Dani. Excelente pregunta para recibir una respuesta que mataría cualquier destello de esperanza.

—Ella está realmente bien —se mostró tan feliz al hablar de ella, que me dio envidia—. Está teniendo mucho éxito en su nuevo trabajo.

―¿Siguen siendo cercanos?

―Sí, mucho. Ella sigue siendo muy importante para mí.

Me obligué a sonreír y me juzgué a mí misma, ¿qué esperaba? ¿Qué me dijera que no había nada entre ellos y que estaba allí por mí? ¿Qué todo esto significaba una oportunidad para nosotros?

El resto del viaje fue en silencio hasta llegar a su casa y para complicar aún más la situación, él ni siquiera hizo el ademán de bajar del auto.

―Supongo que hemos llegado… ―un pequeño sonido nasal fue todo lo que hice―. Muchas gracias por traerme.

Nos cruzamos con una mirada fugaz y me sentí tentada a decirle mil cosas que sabía que solo nos pondrían en una situación aún más incómoda, pero no tuve el coraje suficiente para hacerlo. No obstante, fui lo bastante tonta como para agarrar su camisa negra antes de que pudiera salir del auto.

Ambos estábamos expectantes y sinceramente no teníamos idea de qué hacer.

―De nada… ―murmuré, casi muerta de la vergüenza―. Yo…

―Tú…

No tenía idea de lo que estaba tratando de hacer, pero definitivamente era una pésima idea. No podía arruinar esto, no cuando él se estaba acercando a mí otra vez.

―Buenas noches.

Cuando vi cómo se alejaba por la puerta de su casa, me contuve para no llorar. Tenía que ser fuerte, porque si seguía aferrada a esos sentimientos, que probablemente para él ya eran cosa del pasado, solo complicaría las cosas para él y, sobre todo, para Gina.




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