Era totalmente cierto aquello de que, el tiempo pasaba bastante rápido cuando quieres que los días sean eternos. En un parpadeo habían pasado varias semanas desde mi brillante decisión en aceptar ser la novia de Neil, no iba a negarlo, había sido una pésima idea. Sin embargo, ¿Cómo podría negarle algo al Neil viéndome con esa cara que solo me provocaba comerlo a besos?
Estaba feliz.
De verdad lo era.
No obstante, durante los últimos días había llegado a la conclusión de que, si quería que esto jugara un poco a mi favor, tenía que hablar con Beth.
―¿Estás segura de esto?
Por supuesto que no lo estaba, por eso Elías estaba a mi lado casi muerto de la risa al ver mi cara de total disgusto en tener que hablar con la puta Beth. Al menos, rogaba con que la bruja de su madre no estuviera en casa.
―Claro que estoy segura, por algo estoy aquí, ¿No crees?
Me bajo del auto con rumbo a la puerta de los Crossley, a mitad de camino, Elías me retiene, pero me sacó de su agarre y sigo mi camino.
―Hay algo que debo contarte antes.
―Tus mierdas me las cuentas después.
―Es que…
Toqué el timbre y el tragar grueso fue algo involuntario.
Al abrirse la puerta me relajé un poco al notar que fue la puta Beth quien abrió y no la bruja de su madre. Al quedármela viendo no supe que me causaba más náuseas, si su vestido rosa o su perfume. Por otra parte, estaba bastante segura de que ella iba a estar bastante sorprendida de verme, pero resulta que la sorprendida había sido yo.
Ella simplemente ignoró mi presencia y su mirada se centró en mi amigo, el cual sonrío hacia mí y al escucharlo tragar supe de inmediato lo que estaba intentando decirme.
Él conocía a esta perra.
―Elías…
―Hola, Elizabeth.
¿Elizabeth?
Cuando le escuché decir su nombre con ese deje de dulzura, fue automático cuando mi ojo derecho tuvo un tic nervioso.
Bien, ya tendría tiempo para preguntar por qué, cuando y donde este par se conocieron.
―¿Qué haces aquí?
Enarque una ceja, el disgusto en mi cara, por supuesto, no pasó desapercibido para Elías, que solo se limitó sonreír con incomodidad.
―Paris es mi mejor amiga.
Sonreí cuando su mirada cruzó con la mía y fue entonces, cuando todo su rostro se tornó rojo de la rabia.
―¿En serio? ¿Enviaste a Elías a que se acercara a mí? ¡¿Qué ganarías con eso?!
―Tengo planes brillantes, ¿Cierto?
―No mientas, Paris.
Tragué todo el veneno que podía destilar y sonreí de forma falsa, porque en realidad no había ido allí a pelear.
―Yo… no vine aquí a pelear contigo… Beth.
No sabía que tan difícil podría ser decir su nombre sin la palabra puta por delante.
―¿A qué otra cosa vendrías aquí? En serio, váyanse ahora mismo de mi casa.
Di un paso hacia delante con las claras intensiones de estrangular a esa maldita, pero mi amigo me sostuvo con fuerza y no me dejo acercarme.
―Recuerda a que viniste ―Aquello lo susurro cerca de mi oreja―. Bien, las dejo hablar y por favor, no se maten.
Una vez que estuvimos sola, mi miro enarcando una ceja y ni siquiera hizo el intento de invitarme a entrar, no es como si hubiese querido, porque de igual forma lo que tenía que hacer lo haría lo más rápido posible.
―Di lo que tengas que decir y márchate.
―Estoy con Neil.
―No me digas.
Me alenté a mí misma para no caer en la tentación de estrangularla.
―Soy su novia.
Apartó su mirada, claramente odiando la idea de que su hermano estuviera conmigo.
―Eres una víbora. Eres rápida haciendo planes, ¿No? Tu plan ahora ha cambiado y solo quieres enamorar a mi hermano hasta el punto que pueda perdonarte —me erguí, no iba a permitir flaquear en ese momento—, pero me alegra decirte que, mi hermano no te perdonara tan fácilmente.
—Tú lo has dicho, no tan fácilmente, así que insistiré lo suficiente hasta lograr su perdón.
Sus labios se entreabrieron, viéndose totalmente sorprendida por mi declaración, no fue hasta que mi celular sonó que nos sacó a ambas del asombro porque incluso yo estaba sorprendida de mí misma.
Era Neil.
—Hola, Neil
Al escuchar el nombre de su hermano, clavo su mirada en mí con clara amargura.
—Paris, cariño, no podré ir por ti cuando termines clases —Fruncí el ceño—. He tenido un problema.
Mis alarmas se activaron y la preocupación fue inmediata.
—¿Estás bien?
—Yo sí, pero digamos que mi camioneta no tanto.