La pronta mudanza de Neil hacia su nuevo apartamento no me había tomado por sorpresa y a ninguno de su familia tampoco, a excepción de la bruja de su madre. Aquello me había traído alguna que otras palabras sarcásticas de parte de ella, pero simplemente la ignoré porque ya por fin me había librado de ver su cara todo el tiempo.
Neil había estado tan ocupado con sus pasantías que ni siquiera se había percatado de las nada sutiles palabras de su madre, pero no podía culparlo. Mientras que yo por mi parte me había tomado el tiempo de poder llevar algo de comida a su apartamento tanto como pudiera, porque lo cierto es que yo también había estado bastante ocupada, así que había sido poco el tiempo que había tenido para estar juntos.
Sin embargo, de una buena fuente me había enterado de que Neil solo tendría un turno de solo 6 horas por la mañana, así que aprovecharía para poder comer juntos como en unas semanas no habíamos podido hacerlo.
Apagué la radio de mi auto una vez que me situé en el estacionamiento del supermercado, giré a ver a mi hermano, quien fue tan insistente en querer venir que no tuve otra opción más que traerlo conmigo.
Antes de poder quitar el seguro de la puerta, le advertí seriamente a Cam que ni se le ocurriera abrir la puerta y salir corriendo como siempre hacía, pero es como si no hubiera dicho nada, porque fue lo primero que hizo.
Me apresuré en ir tras él hasta alcanzarlo junto donde estaba la fila de carritos de compras, al cual fue un experto en subirse y sentarse.
—¿Para qué venimos de compras si ya llevas la comida hecha de casa?
Lo más seguro es que mi novio esté en su apartamento antes de las 2 de la tarde y conociéndolo, lo más seguro es que no haya comido nada, así que siendo la mejor novia que se puede ser lo sorprenderé con la comida hecha.
Qué mamá haya hecho la comida es lo que menos importa, pero Neil no tiene que saber ese pequeño detalle.
Así como conocía a Neil, también conocía a mi pequeño hermano, así que lo agarré de su oreja y la apreté con ligera fuerza, aunque me aseguré de que sintiera un poco de dolor porque de no ser así la amenaza no surtiría efecto.
—No dirás nada, ¿Ok? Porque si no está oreja —La apreté nuevamente, para que entendiera perfectamente a qué oreja me refería—. Se la daré de comer a Hudson.
Aquello había provocado que ese niño empezará un show de victimización logrando su cometido, que era captar la atención de las personas y dar la impresión del pobre niño siendo maltratado por su hermana mayor.
—Si sigues así, no te dejará agarrar una mierda de esos dulces que tanto te gustan.
He aquí, el pobre niño maltratado reemplazó su puchero y falsas lágrimas por una sonrisa victoriosa porque al final había conseguido algo por mantener la boca cerrada.
Comenzamos a pasar por los pasillos y no perdió tiempo en empezar a escoger todo tipo de golosina y fue cuando empezó nuestro juego, uno donde él dejaba las golosinas en el carrito y yo las sacaba para dejarlas nuevamente en su sitio.
Solo le compraría unas pocas porque ni siquiera me quería imaginar en qué tipo de monstruo se convertiría con tantos dulces en casa.
Entre mi pequeño juego con mi hermano tomé lo que Neil pudiera necesitar con urgencia porque entre el hospital y sus constantes exámenes no tenía tiempo para abastecer su nevera y vivía de la comida horrible que vendían en la cafetería del hospital o cualquier cosa que lograra comprar en algún restaurante.
Era tanto su agotamiento que en las pocas veces que nos habíamos visto simplemente se quedaba dormido con algún libro en sus manos o balbuceando alguna cosa que no lograba entender.
Creo que ayudarlo con esto no es nada al verlo esforzarse tanto.
—¿Puedo escoger algo para Dani? Es que ha estado muy triste. Ya ni juega conmigo.
Asentí sonriente ante su dulce gesto.
—Elige alguno, sabes lo que a ella le gusta.
—Tú sabes que tiene, ¿Por qué no me cuentas? Yo no le diré a nadie.
—Eres un niño.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Que son cosas de adultos y tú no debes saberla y tampoco lo entenderías.
—Pero…
—Pero nada, Cam. Te dejaré botado aquí si continúas jodiendo.
—Le diré todo esto a mamá.
—No pongas a prueba mi paciencia, Cam.
El parloteo de mi hermano queda en segundo plano cuando vi a cierta mujer en dirección a nosotros.
¿Por qué, Dios?
¿Por qué de tantos jodidos supermercados que hay en la ciudad, la bruja de mi suegra tiene que estar en el mismo lugar que yo?
Traté de llevar a cabo mi mejor actuación y aparentar no haberla visto, pero aquello fue difícil porque se plantó frente a mí sin dejarme espacio por donde escapar.
—Meredith, que bueno verte.
Tragué mi bilis que intentaba salir por mis palabras tan hipócritas.