En Tus Manos

CAPÍTULO 28

 

 

Mientras miraba en dirección a la casa de esa perra, mis instintos asesinos empezaron a brotar y producía imágenes en mi cabeza donde vaciaba varios galones de gasolina y luego por accidente dejaba caer un encendedor.

Tentador.

―Deshazte de cualquier idea loca que tengas en la cabeza y regresemos.

―Elías, no jodas la paciencia.

Desde el asiento trasero del auto de Elías, observé a la puta Beth sacar un celular de su cartera y llevárselo a la oreja.

―Estoy frente a tu casa. Necesitamos hablar.

Sin decirnos nada, ella salió del auto y aun sin llegar a la puerta de la casa esta se abrió y se asomó la perra Sally. Al ver su cara automáticamente la rabia se apoderó de mí e intenté abrir la puerta del auto, pero no abrió. 

―¿Puedes dejarme salir para darle su merecido a esa perra?

―No voy a permitir que armes un escándalo.

Nuestra conversación sin sentido fue interrumpida por los alaridos de la perra Sally. Giramos a ver y se encontraba arremetiendo contra su inesperadamente nueva amiga.

Aquello fue suficiente para que Elías me dejara abrir la puerta.

―¿Dónde quedó eso de deshacerme de ideas locas?

―Olvida eso y dale su merecido a esa maldita.

Sally al verme acercar su semblante se ensombreció, sus gritos fueron reemplazados por una sonrisa cínica y niega viendo entre Beth y yo.

―¿Ahora estás de su lado?

―No estoy del lado de nadie ―respondió Beth―. Solo quiero que dejen de jugar con las emociones de mi hermano, como si él no importara y vieran todo como una clase de juego, ¡¿Sabes todo lo que él sufre ahora mismo?!

―La única que ha jugado con tu hermano ha sido ella ―su dedo asqueroso me apunta y juro por dios que quisiera arrancarlo de su mano―. Te alejaré de Neil, cueste lo que me cueste.

―No soportas que Neil sea feliz con otra persona que no sea contigo, ¿Cierto?

Su risa me molestaba hasta el punto de querer arrancar mis oídos para no seguir escuchándola.

―Eres la menos indicada para hablar, querida. Fuiste tú la que quería separar a Beth de Watch solo porque no podías seguir follándotelo.

Se lo ganó, juro que se lo ganó.

Mi mano se aprieta formando un puño y sin querer queriendo fue directamente hacia su cara haciendo que cayera al suelo. Al parecer eso no fue suficiente para hacerla callar porque ella igual seguía soltando mierda que me hacía enfurecer, así que, para callarla de una vez por todas, me subí a horcajadas sobre ella con la intención de mantenerla en silencio de una vez por todas.

Deseaba hacer esto, lo necesitaba y ella se lo merecía. 

—¡Elías, haz algo! —Escuché gritar a Beth y luego sentí unas manos tomarme de mi cintura con fuerza.

Luché por soltarme, pero fue imposible soltarse del agarre de Elías.

―No te dejaré a Neil ―su voz se escuchaba un poco amortiguada debido a su mano en su nariz que evitaba salir la sangre que yo había provocado con mucho gusto― Lo tuyo con Neil se acabó.

El que me recordara aquello había dolido hasta el alma y nuevamente apoderada por la rabia, brinque sobre ella desquitando toda mi rabia y culpa.

¿Por qué las cosas tuvieron que terminar así?

Lo extraño.

Lo quiero.

Lo necesito.

Quería estar con él, pero eso no era posible y todo por culpa de la persona que estaba debajo de mí pidiendo a gritos que la soltara.

―¡Paris, ya suéltala!

Reaccioné cuando Elías me tiene sujeta de mis brazos.

Beth se encontraba tratando de calmar a un par de viejos que supuse eran los padres de la perra que se encuentra llorando en el piso de su casa.

―Si no se van juro que llamaré a la policía.

—¿Policía? ¡Llama a la maldita ambulancia, viejo, porque hoy se muere tu hija!

Todos jadearon, excepto Elías, quien me sujetó más de mi brazo y no dudó en regañarme.

—¿Quieres callarte? Ya es suficiente, así que deja de decir estupideces.

Al ver al par de viejos arrodillados para ayudar a la perra de su hija, no sé por qué de repente me entraron unas ganas tremendas de llorar, Beth me mira y odie esa mirada de lástima en su cara. Ella también jaló de mí y me arrastró al auto junto a Elías. Agradecí que ninguno de los dos se atreviera a decir algo, suficiente tenía con todo el enredo en mi cabeza como para añadirle los gritos y regaños de la puta Beth y Elías.

Al llegar a casa encontré a mis padres en la sala, quienes al percatarse de mi estado corrieron hacia mí. Arreglé un poco mi cabello y disimulé el dolor de cabeza que estaba matándome.

―¿Qué sucedió? Pensé que las peleas habían terminado en el colegio, Paris.

Ignoré las quejas y la preocupación de todos para subir las escaleras e ir a mi habitación y solo esperaba que los chicos se mantuvieran al margen y no le contaran nada.



#940 en Novela romántica
#25 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 11.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.