En Tus Manos

CAPÍTULO 29

 

 

Even thought we're going throught it and it makes you feel alone just know that I would die for youuuuuuuuu, yeaaaah

Seguí cantando mientras trataba de subir las escaleras de mi casa sin tener idea de qué horas eran, quizás pasadas las 4 de la mañana, no lo sabía, lo único que sabía es que necesitaba otro vaso de Vodka.

The distance and the time between us it’ll never change my mind cause baby I would die for youuuu babyyyyy

Dejé de cantar abruptamente cuando vi a mi padre de pie frente a la puerta de mi habitación.

—¿Estás ebria?

Traté de caminar lo más recta posible, pero al final terminé caminando en forma Zigzag hasta llegar a mi padre.

—¿Yo? Nunca.

Para corroborarlo traté de llevar mi pie izquierdo a la altura de mi rodilla derecha para lograr hacer la forma de un cuatro y mantenerme en equilibrio, pero la risa no me dejó, ¿Qué más da? Igual mi risa ya me había delatado desde un principio.

—Espero que tengas una buena explicación que darme.

—¡Ya cálmate, Neil! Solo fueron unos traguitos de más.

Al escucharme solo golpeo su frente con su mano y negó, ese gesto de nuevo me hizo reír como estúpida.

—Más tarde hablaremos tú y yo.

Aún contagiada con aquella extraña risa, entré a mi habitación, lancé mi bolso, quité mis zapatos y me tumbé en la cama. De pronto todo quedó en silencio, la risa desapareció y las ganas de otro trago de Vodka se esfumó. Entonces empezó lo de siempre, pensar en él.

No importaba cuántos tragos de Vodka bebiera, ni lo mucho que bailara, ni la cantidad de chicos que pudiera besar, siempre terminaba pensando en él. Sin importar que estuviera haciendo, bañándome, comiendo o estudiando, siempre que hacía algo terminaba pensando él.

Neil Crossley

Neil Crossley

Neil Crossley

Neil Crossley

Maldito Neil Crossley

¿Qué había hecho conmigo que no había forma de sacarlo de mi cabeza?

—¿Estás escuchando, Paris?

Dejé de ver fijamente las frutas que estaban en el centro de la mesa del comedor y miré a mi madre que se encontraba sentada frente a mí.

—Aún sigue dormida, cariño.

Miré a mi padre siendo obvia.

—¿Cómo no voy a seguir dormida si ni me dejaron dormir tres jodidas horas?

—¿Acaso yo te mantuve despierta hasta las 4 de la mañana?

Él terminó de empeorar mi mal humor.

—¿Cuál es la urgencia? Por qué tiene que ser una urgencia lo que tengan que decirme, ya que no me han dejado dormir absolutamente nada.

—Llegas a las 5 de la mañana, cantando y despertando a tus hermanos, ¿Y pretendes que tu padre y yo pasemos eso por alto?

—¿No había llegado a las 4? —Negué, aquello no importaba—. De igual forma, soy mayor…

—No termines esa frase, sabes que la odio —interrumpió mi padre—. Sé perfectamente que eres mayor de edad. Nunca te recrimine tus salidas, ni tus llegadas tardes, porque sabía que eras mayor de edad y además eras responsable.

—¡Lo sigo siendo! —Le corregí, molesta por lo que insinuaba—. Sigo siendo responsable.

—Deja hablar a tu padre, por favor ―Intervino esta vez mamá, recriminándome con la mirada.

—¿Lo sigues siendo? —Luce incrédulo por mis palabras—. No vas a trabajar, no sé si estás asistiendo a la universidad, no sé con quién sales y para completar, llegas totalmente ebria a casa por andar de fiestas haciendo quién sabe qué cosa.

—No vendré a casa con una enfermedad venérea, si es lo que te preocupa. Sé cuidarme.

Arrugue mi cara al sentir que mi dolor de cabeza empeoraba al escuchar el grito agudo de mi madre. Mi padre se levantó de la mesa, luciendo bastante decepcionado, tanto que quise ir tras él y disculparme. Sin embargo, mi madre golpeó la mesa con tanta fuerza que me hizo volver a mi sitio de inmediato.

Tenía años sin ver a mi madre lucir tan molesta.

—Tu padre tenía razón al decir que te di demasiada libertad.

—Mamá, yo…

—No quiero escucharte, Paris —No tengo otra opción más que quedarme callada—. Ni tu padre ni yo tenemos que soportar tu falta de respeto. Me haces el favor y desayunas, luego subes a tu habitación, date una ducha que estás vuelta un desastre, duermes un poco y luego más te vale ir a disculparte con tu padre. Espero que así desaparezca tu mal humor de mierda.

Empujé la silla en la que estaba sentada y sin decir nada subí a mi habitación, ¿Qué podría decir? Era capaz de reconocer cuando cometía un error y es que tenía claro que mi familia no podía ser la víctima de mis errores y frustraciones, pero estas eran tantas emociones nuevas para mí que no sabía cómo controlarlas.

El caso es que mi madre tenía razón, un largo baño me relajo, no lo suficiente para hacerme olvidar el meollo en mi cabeza, pero al menos para ese momento fue suficiente.



#293 en Novela romántica
#6 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 11.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.