Neil
En cuestión de tiempo la ciudad comenzó a llenarse de luces y colores debido a la navidad. Era mi época favorita porque la familia se reunía en casa y era maravilloso estar rodeados de todos ellos, sin embargo, esta vez la emoción de años anteriores no podía mostrarla.
La noche de navidad había sido un completo desastre porque sin darme cuenta no pude llegar a tiempo a la cena en casa por estar en el hospital. Entonces, para la nochevieja, mi madre me había dejado bastante claro que si no llegaba a tiempo iba a estar en serios problemas, así que eran aproximadamente las 10 de la noche cuando estaba por entrar a mi camioneta hasta que sonó mi teléfono.
Estuve tentado en rechazar la llamada de Sally, pero a pesar de todo seguíamos siendo amigos, aunque nuestros sentimientos hubieran puesto una gran brecha en nuestra amistad.
Al responder no pude evitar reír cuando la escuché cantar unos villancicos que cantábamos juntos hace bastante tiempo cuando nuestras familias se reunían. Su familia y la mía se conocían desde hace mucho, dado que su padre era un buen amigo del mío.
Es decir, que ella y yo nos conocíamos de toda la vida.
—Espero que tengas una buena excusa por no haberme llamado en tanto tiempo.
Me dijo después de finalizar con una nota bastante desafinada.
—Lo siento, pero si te sirve de algo, extrañaba mucho tu horrible forma de cantar.
—Sé que solo dices eso para molestarme.
Siempre nos llevamos muy bien, me gustaba su forma tan natural de ser, el amor que le brindaba a su familia y la pasión con que hacía las cosas. Me gustaba tanto que terminé enamorándome de ella, aunque viendo como terminó todo entre nosotros hubiera sido mejor que nunca la hubiera visto más allá que una buena amiga.
La veía tan feliz en su relación con Junior que ni siquiera le vi la pena decirle algo de mis sentimientos porque al final no lograría estar con ella y arruinaría nuestra amistad. Entonces, acepte la realidad y deje ir el sentimiento y fue un verdadero alivio saber que al menos Junior la amaba.
Lo que nunca llegué a imaginar fue que después de tanto tiempo ella terminaría sintiendo lo mismo que yo.
—¿Qué piensas hacer hoy? —Preguntó.
—Ya voy de camino a casa. Nochebuena la pasé trabajando y las quejas fueron insoportables, así que recibí varias amenazas si no llegaba a tiempo para la Nochevieja.
—Yo estoy en el hospital con mi padre, así que supongo que esta Nochevieja no será como en los viejos tiempos.
—Sabes que puedes venir a casa.
—Lo sé, pero aún no me siento preparada para verte a la cara.
—Puedes venir cuando quieras. Siempre serás mi amiga.
—Eso me lo dejaste bastante claro la última vez que nos vimos.
Respiré profundo queriendo no recordar ese momento.
Mi mejor amiga, la chica de la que alguna vez estuve enamorado, la mujer que mi amigo amaba. Esa misma chica, tratando de meterse a mi cama completamente desnuda y repitiendo una y otra vez lo mucho que amaba. La peor parte de todo fue cuando loca de la ira, al verse rechazada por mí, empezó a romper todas las cosas de Paris que aún seguían en mi apartamento y que no me había atrevido a echar a la basura.
Jamás había tenido una pelea tan fuerte con ella, hasta que le dejé claro que no podíamos seguir de esta forma porque yo ya no sentía nada por ella, a excepción de un gran cariño por ser mi gran amiga de infancia.
Hablamos un poco más hasta que ella se despidió, no sin antes desearme un feliz año nuevo.
Yo por mi lado al entrar a casa vi a todos muy entusiasmados. Mi primo estaba haciéndole bromas a mi madre y mis tíos regañándolo a causa de eso. Beth estaba riendo a causa de aquella escena mientras acariciaba aquella panza de 5 meses.
Salude a todos y fue a Roger a quien jale y pasé mi brazo alrededor de su cuello y empecé apretarlo al momento que llevé su brazo izquierdo a su espalda.
Mi risa sale con fuerza cuando empieza a quejarse.
—¡Mierda, ya Neil!
Nelly comenzó a ladrar y a morder la punta de los zapatos de Roger, mientras que mi madre no perdía oportunidad para quejarse de nuestro juego.
—Jodida perra, es Neil el que me quiere matar —Me miró desafiante en el momento en que lo solté—. Esta me las pagas.
Estuvo por abalanzarse sobre mí de no ser por mi tía que justo a tiempo lo sujetó de una oreja.
—No sé qué hice para merecer a un hijo tan escandaloso.
—Tu culpa, hubieras adoptado a otro.
Su repentino chillido había sido suficiente para saber que mi tía lo había sujetado de su oreja con mayor fuerza, se lo merecía por su mal chiste. Ella siempre había tenido el sueño de ser madre, pero por diferentes circunstancias no pudo y para mi tío no fue problema adoptar un niño y cumplir su sueño.
Y así fue como ese niño maravilloso llegó a nuestras vidas.
—¡Papá! —Gritó con fuerza—. ¡Apúrate y ven aquí, que tu mujer y tu sobrino quieren acabar conmigo!