Tenía de vuelta lo que tanto quería, Neil había vuelto a mí. Pese a que eso era suficiente para darme la felicidad que necesitaba, ¿Por qué no era feliz? Al contrario de lo que esperaba, tenía miedo.
Parecía mentira levantarme en las mañanas y encontrar nuevamente en mí teléfonos los mensajes cariñosos de Neil.
Creo que tuve que haber salvado un país entero en mi vida pasada para haberme ganado el corazón de alguien tan increíble como Neil. Estaba a mi lado, a cada segundo me recordaba que me amaba, que todo quedó en el pasado y que podíamos empezar de cero, pero de todas formas un nudo se seguía formando cada vez que lo veía sonreír.
La culpa no me dejaba ser completamente feliz.
No podía disfrutar de la felicidad de tener a la persona que amaba si aún seguía pensando en lo que había hecho, si en realidad tenía razón aquello de que no estábamos hechos el uno para el otro.
Desechando cualquier pensamiento extraño en mi cabeza, saqué el celular de mi cartera y llamé a Neil para avisarle que estaba fuera del hospital. Una sonrisa se formó en mis labios cuando lo vi salir apresurado del edificio vistiendo su uniforme azul y un bolso negro colgando de su hombro.
Su cabello lo llevaba tan largo que uno de sus rizos caía a la altura de sus ojos, me encantaba, mis manos picaban por las ganas de querer tocarlo, pero toda clase de sensación se fue al desagüe cuando alguien apareció tras él.
La matasanos.
¿Ella me preocupaba? Claro que no, de haber sido alguien importante en la vida de Neil, él nunca hubiera ido por mí. Y aún más segura estaba de aquello cuando al entrar a mi auto, en cuestión de segundos, él me tenía sostenida de mi cuello sin dejar un espacio de mi boca sin explorar.
Parpadeé confundida luego que me dejó libre, era difícil volver a la realidad luego de un beso como ese.
Él parecía bastante divertido al haberme dejado desorientada y con las piernas temblorosas como bambi, así que mientras seguía burlándose de mí, sacó de su bolso una diadema en forma de zigzag y la paso por su cabello robándome el aliento una vez más.
¡¿Qué pasaba conmigo?! Cualquier cosa que hiciera Neil me parecía excitante y era suficiente para irme sobre él. Por suerte, comenzó a hablarme de su día en el hospital y de esa manera pude disimular mis ganas tremendas de estar encima de él.
―¿Quieres entrar?
Estábamos frente a su apartamento, por lo que aquella propuesta fue bastante tentadora y difícil de negarse. Sobre todo, porque habían pasado cinco meses desde nuestra reconciliación y no había pasado nada entre nosotros más que besos calientes y uno que otro toque que pudieron dar inicio a algo verdaderamente bueno. Aún así, habíamos estado de acuerdo con ir despacio, pero mi cuerpo era un volcán en erupción y estaba segura de que el suyo también.
Yo estaba tan mal que cualquier cosa que él pudiera decirme yo me lo tomaba como una insinuación, como era ese caso. Solo me había invitado entrar a su apartamento, quizás solo quería comer algo conmigo y pasar el rato, no precisamente teníamos que pasar toda la noche teniendo sexo salvaje en cada rincón de su apartamento.
Empecé a sofocarme dentro del ascensor y su mano apretando la mía no me ayuda en lo absoluto, eso solo me confirmaba que él también estaba teniendo los mismos pensamientos que yo. Lo miré, mantenía su vista en frente y casi me hizo reír el hecho de verlo tragar grueso.
―Está haciendo mucho calor, ¿Cierto?
No podíamos estar más de acuerdo, pero no podíamos echarle la culpa al calor del mes de junio, esto solo se debía a la tensión que había entre nosotros dos.
Una vez que pasamos por la puerta de su apartamento, la cerré tras de mí y me recosté en ella. Él estaba a solo unos pocos pasos frente a mí al girar a verme, le sonreí insinuante y más aún, cuando sus ojos recorrieron con descaro desde el escote en V de mi vestido blanco, pasando por mi cuello hasta detenerse en mis ojos.
De un segundo a otro estaba sobre mí devorando mi boca.
Entre besos apresurados bajó los tirantes de mí vestidos para dedicarse a la piel expuesta de mi cuello y pecho. Para ayudarlo, di un pequeño salto para que pudiera sostenerme entre su cuerpo y la puerta.
―Dios, te extrañaba tanto…
Yo también lo extrañaba tanto que mi piel se erizaba a rada roce de su lengua por mi piel, pero aquel sentimiento también me hacía querer más.
—Vamos, cariño, uno más —el placer y el calor incrementó al sentir otro dedo escabulléndose dentro de mí—. No es suficiente, Neil…
Con fuerza me sujeté de sus anchos hombros, siendo complacida por aquellas manos que estaban haciendo que me derritiera por dentro, aunque sinceramente, no eran solo las manos de Neil lo que necesitaba.
―Neil… cama, sofá, cocina o si quieres, aquí mismo, pero te necesito.
Su boca dejó libre mi pecho para besarme donde conseguí hacerlo gruñir cuando chupé su lengua de manera tortuosa.
―¿Neil? —Separamos abruptamente nuestras bocas, parpadeamos confundidos, comprobando si era real que alguien más estaba allí—. Neil, hijo, ¿Has llegado?