La espuma de mi latte parecía ser la cosa más interesante en aquel momento, pero el que mi latte estuviera enfriándose, era solo culpa de la insoportable de Beth y sus palabras, las cuales parecían estar como una nota de voz reproduciendo una y otra vez en mi cabeza.
Desesperante.
Aunque la puta Beth no me haya delatado con Neil, de igual forma ella influyo en que las cosas entre nosotros cambiaran ligeramente. Por supuesto, no por culpa de Neil, es un ángel, sino que, cada vez que lo tenía frente a mí, las palabras de Beth me daban una bofetada y me hacían caer en cuenta que era un descaro total el estar disfrutando hermosos momentos con él, cuando nuestros momentos juntos estaban contados.
¿Cómo puedo disfrutar de Neil con la voz insoportable de su hermana en mi cabeza? Simplemente imposible.
―¿Estás bien, Paris?
Mi mirada pasó del latte al chico que estaba sentado frente a mí.
Incliné la cabeza, pensé que se había ido.
Después de una mañana bastante ajetreada, creí que luego de terminar clases ir a la cafetería por un latte sería buena idea, pero en cuento tomé asiento un chico de inmediato se sentó frente a mí.
No tenía ni idea de quien pudiera ser, solo sé que se sentó frente a mí y empezó a parlotear como si tuviéramos años de amistad.
―¿Escuchaste algo de lo que dije?
―Claro.
Obviamente, no lo hice,
En cuento se sentó frente a mí y empezó hablarme, lo puse en mute y claramente lo ignoré. No entendí por qué seguía balando, pero supuse que se iría en cuanto captara, que no estaba interesada en escucharlo y mucho menos en hablarle. Pero, era un chico con poca capacidad para percibir que una chica no estaba interesada.
Fue interesante una vez que volví a verlo.
Cabello rubio, ojos azules, ligeramente bronceado y lo mejor de todo, llevaba puesta la camisa del equipo de futbol.
Deportista.
Dios bendiga a los deportistas.
Cuerpos atléticos con músculos que provocaban estar tocándolo todo el día y sin olvidar ese asombroso 8 pack, que incita a comer sobre ellos.
Pese a todo aquello, son unos idiotas de primera, aunque me folle a muchos de ellos. Solo fue hasta Watch que me percate de aquel detalle.
Gracias Watch Sander por arruinar mi tipo ideal y gracias Neil por presentarme a uno nuevo ideal.
―Entonces, ¿Qué dices?
―¿De qué?
―De lo que te dije ―Bebí de mi latte y me esforcé en recordar, a ver si había logrado escuchar algo de lo que dijo―. Salir. Tú y yo. Este fin de semana.
―Ah, eso. Bueno… ―divague un poco y me percate de lo delicioso que estaba mi latte. Él enarcó una ceja y reaccioné, estaba ignorándolo de nuevo―. Este fin de semana está complicado.
―Entiendo, ¿Quizás el otro está bien?
No, él no estaba entendiendo.
―El otro fin de semana tampoco será posible.
Negó con diversión, parece que por fin había entiendo.
―Es un no a la cita, ¿Cierto?
―Es un no.
Al inclinarse un poco más sobre la mesa con aquella sonrisa coqueta, entendí que este chico no se rendiría tan fácilmente.
―¿Qué puedo hacer para hacerte cambiar de opinión?
Estaba por responderle cuando el mayor idiota que había conocido apareció frente a mí.
Todo rastro de flirteo había desaparecido cuando el chico se percató de quien estaba detrás de él, vistiendo una camisa igual a la suya.
Watch se sentó junto al chico, claramente sin ser invitado e importándole poco si alguno estaba gusto con su desagradable presencia. Tanto el rubio sexy como yo, saltamos algo asustado por el repentino arrebato de Watch al golpear por debajo de la mesa con su pierna.
¡Este idiota casi me mata del susto!
―Adiós, Muller, ella no saldrá contigo.
―¿Quién decide eso? ―Lo desafié.
―La verdad no pienso estar entre ustedes dos.
Era un perdedor.
Solo estaba huyendo por miedo a su capitán, porque si de algo se siente posesivo Watch, es sobre los chicos del equipo. Se cree dueño de sus vidas y ellos se lo permiten.
―Ver tu cara me pone de terrible humor, así que lárgate lo antes posible.
Rápida y concisa.
―Esta cara te hizo correr innumerables veces, así que debes de ser un poco agradecida.
―Por suerte no ha sido la única que me ha hecho correrme.
Este idiota no iba a lograr sacarme de mis casillas y, sobre todo, hacerme gastar mis energías cuando era claro que no valía la pena.
―No te molestes. Solo lo hago por tu bien. Ya sabes, el recordar mi cara te podría hacer llegar más rápido que la cara de Muller… ―Me levanté de mi asiento, no tenía ganas de escuchar sus estupideces―. Incluso más rápido que la cara del idiota de mi cuñado.