En Tus Manos

CAPÍTULO 38: FINAL

 

 

No sé cuánto tiempo llevaba viendo el lado opuesto de la cama, en donde solo se encontraban las sábanas arrugadas y el agradable olor de mi novio. Giré mi cuerpo quedando boca arriba y observé con detalle el techo de nuestra habitación, suspiré e ignoré la decepción de despertar sola una vez más.

Incluso podría jurar que olvidé la sensación de como era despertar en sus brazos.

Como todas las mañanas, fue cuestión de minutos lo que estuve en el baño para luego dirigirme a la cocina para tomar con urgencia una buena taza de café que me ayudara a empezar el día con buen ánimo.

El sonido de mi celular captó con rapidez mi atención, pero nuevamente terminé decepcionada al notar que no era Neil quien llamaba, era Elías.

—¿Qué quieres? —dije al responder.

—Buenos días a ti también —Como siempre ignoré su ironía y me concentré en encontrar el café—.  Neil debe ser el hombre más feliz de Los Ángeles por levantarse todos los días a tu lado.

Sus palabras destilando sarcasmo solo me hicieron recordar el porqué de mi mal genio aquella mañana; sin embargo, me causo curiosidad una nota pegada en la cafetera.

Se presentó algo de urgencia en el hospital, tan pronto como pueda te llamo. Te amo. Por cierto, el café está en la última gaveta, justo a tu lado izquierdo.

¡No quería sonreír!

Con una simple nota no podía mejorar mi día y simplemente hacerme olvidar toda la decepción que sentí al despertarme sola.

—¿Estás ahí? —de nuevo escuché la voz de Elías.

—¿Qué quieres tan temprano?

Empecé a preparar mi café mientras esperaba una buena excusa del porqué Elías jodía tan desde temprano.

—llamaba para recordarte que no faltes al cumpleaños de Elian.

Pegué mi celular a mi oreja con ayuda mi hombro mientras servía un poco de café en mi taza para luego dar un corto sorbo.

—¿Qué clase de excusa es esa para joder tan desde temprano? Todavía faltan meses para el cumpleaños de Elian.

—No tengo otra opción cuando cierto niño anda despierto desde las 5 de la mañana jodiendo con que quiere llamar a su tía para invitarla a su cumpleaños.

De fondo a Elías se podía escuchar la risita de Elian mientras reclamaba querer hablar conmigo.

—¿Escuchas eso? Se llama tener hijos, no tengas uno.

Me causaba bastante ternura y sorpresa el cómo Elías se había tomado tan en serio su papel de padre y de esposo, realmente increíble. Todo empezó como una mentira, pero lentamente todo se fue volviendo tan real y eso era lo más triste de todo, porque al final no era un secreto que toda esa situación terminaría doliéndole y sería aún peor, cuando saliera a la luz sus verdaderos motivos para haberse casado con Beth.

—¡Tía Paris! —chilló mi pequeñín—. Vendrás a mi fiesta, ¿Verdad?

—¿Cómo podría faltar a la fiesta del sobrino más hermoso que existe?

Su risita automáticamente me hizo sonreír.

—¿Traerás buenos regalos?

Casi escupí mi café.

—¿Qué mierda, Elian? —le regañó mi mejor amigo—. Te dije que no preguntaras por regalos.

Podía imaginarme a mi pequeño Elian haciendo pucheros y era inevitable no sentir que moría de ternura.

—Pero papá —dijo entre balbuceos—. ¿Por qué me regañas?

—Tu regalo será una sorpresa —hablé para calmar su curiosidad.

—¿Y mi tío Neil?

—Él… está trabajando.

—¿También traerá regalos?

—Dame acá ese celular —No era difícil deducir que ambos estaban forcejeando por quedarse con el celular—. ¿Qué mierda le damos de comer a ese niño? Tiene una fuerza anormal.

—No le digas gordo a mi pequeño bebé

Él solo ríe y continúa burlándose de Elian. No se puede saber cuál de los dos es el niño.

—Tengo que trabajar —vi la hora en el reloj de la pared y aunque aún quedara tiempo necesitaba con urgencia ocupar mi mente en algo—. Hablamos luego, ¿Sí?

—Ok y dice Elian que no olvides su cumpleaños —Escuché que forcejeaban una vez más—. ¡Por dios! —se quejó—. No volveré a dejarte con Roger, es una mala influencia.

Ese tailandés espantoso aún seguía sin agradarme, cosa que le hice saber a Elías, pero él solo terminaba riendo como si aquello se tratara de algún chiste.

Luego de terminar la llamada tomé una larga ducha y también me tomé mi tiempo en ponerle dedicación a mi maquillaje para poder disimular un poco mi mala cara en el trabajo, pero olvidé que mi padre es mi jefe y que él podía darse cuenta de todo con gran facilidad.

—¿Puedes cambiar esa cara?

Mi padre estaba apoyado en una esquina de mi escritorio, viéndome fijamente mientras yo trataba de poner toda mi atención a mi laptop terminando de programar una cita con unos clientes.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 11.04.2024

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