En un extraño rincón

Nostalgia

¿Por qué estoy aquí solo? A veces el miedo me ahoga, esa especie de oscuridad que parece comérselo todo me paraliza. Escucho ruidos, pasos de un lugar a otro, pero no puedo verlos. Escucho sus voces, sus risas burlescas. Más de alguna vez he escuchado a un niño sollozar. Y después el silencio y la oscuridad. Mis ojos hace mucho que dejaron de ser míos, una mano infantil y cruel me los arrebató, quitándomelos de la cara aun cuando mi fija sonrisa no dejaba de estar ahí. Y me quede, tirado y solo, cual basura demasiado desagradable para prestarme atención.

 

Alguna vez fui querido, fui el confidente y mejor amigo, nunca recriminé, nunca negué mis abrazos, ni mi eterna sonrisa confortable. Pero mis abrazos fueron reemplazados por otros, relegándome al cruel vacío de mi existencia.

 

Duele, el dolor latente de mis cuencas vacías sigue ahí, el mismo dolor del puñal llevado por la mano traidora que te atraviesa el corazón. Traicionado por amor, traicionado por la entrega y cariño que fui capaz de dar. Tal vez por eso el dolor es peor cuando esos viejos recuerdos vienen a mi cabeza.

 

La lluvia empieza a caer, trayendo a mí los recuerdos de una felicidad pasada, un cumpleaños, una sonrisa y aquel niño anonadado que me sonrió con inocencia. Abrazos y cariños pasados, efímeros, como si una fuerte ráfaga se los llevara lejos de mis manos.

 

Un fuerte bocinazo me trae a la realidad, y un camión enorme con su ruidoso motor se detiene alumbrándome con sus luces brillantes y espantando la oscuridad de mi soledad. Manos humanas me sostienen por un momento, mi piel ya no es suave y mis cuencas vacías me dan un aspecto temible. Alguien murmura algo de un oso de peluche del terror. Y luego me lanzan dentro del camión. Mi esperanza renace, ¿A dónde me llevaran? ¿Podré volver a ser querido por otro niño? Ya no volveré a ese oscuro lugar, y aun sin mis ojos puedo seguir sonriendo y calmar los llantos infantiles. El camión se detiene y un ruido extraño y ensordecedor llega a mis oídos, empiezo a sentirme presionado, como si alguien enorme me estuviera abrazando. Sonrió, pues alguien necesita de mí, aun cuando su abrazo es demasiado fuerte y empieza a despedazarme, soy feliz al sentir ese cariño, las costuras de mi cuerpo comienzan a romperse y mi relleno de algodón a salirse a través de ellos. Pero el éxtasis de sentirme querido es más fuerte que el dolor que estoy sintiendo, sonrío con mayor fuerza y el fuerte abrazo me despedaza hasta que siento un ruido seco y extraño y sonrisas infantiles de recuerdos pasados llegan a mis oídos esfumándose y siendo tragadas por el silencio que termina por devorarme.

 




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