Levanté mi copa con delicadeza brindando ante los ojos anonadados de aquella mujer. La vi sonreír un tanto confundida, ya sea porque a pesar de mi usual frialdad le declaraba que la quería. Lastima que no era de la manera que ella deseara. Sus delicadas manos se deslizaron por la orilla de la copa, un tanto nerviosa.
—¿No quieres beber algo más? —le pregunté con mis ojos fijos en su mirada transparente.
Cuan tontas e ingenuas suelen ser las mujeres como ellas, las odiaba. Es difícil controlar aquellas ansias de tenerla en mi poder, de apretar su cuello, de ver como su vida se pierde entre mis manos. De cortar cada trozo de esa carne, de juntar su sangre; y luego guardar los trozos de su cuerpo adobado en aquel liquido rojo dentro de la bodega de mi casona.
Sentí sus frías manos sobre las mías me miraba preocupada por mi silencio. Le sonreí acariciandole la mejilla, ya luego sería parte de mi colección.
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Editado: 24.06.2024