En un planeta desconocido - Más allá de las estrellas

Prologo

—Son las 15 horas 24 minutos de la madrugada del día 270 del año 2084. Me encuentro en las instalaciones del complejo de investigación avanzada Éxodo, sección D-24, esta es la grabación n° 543.  Dijo Mark mientras miraba el lente de la cámara enfrente de él.  —Hoy a las 16 horas 00 minutos, saldremos rumbo a nido negro, coordenadas 24° 32´ y 28° 26 latitud Norte, 12° 20´ y 17° 25´ longitud Oeste, al llegar allí; descenderemos 820,21 pies.


Era una noche helada en aquel lugar, los cristales de las ventanas se empañaban todo el tiempo, una niebla blanca cubría casi todo y dificultaba la visibilidad. A las afueras de las instalaciones donde se encontraba Mark, una gran cantidad de soldados corrían muy deprisa, preparando las diferentes naves y vehículos que serían utilizadas probablemente en las misiones de ese día. Mientras tanto adentro Mark continuaba hablando frente a la cámara del monitor diciendo. —La misión de hoy consiste en acompañar a la geóloga Ellie Wise desde la base Éxodo, hasta Nido Negro y traerlos nuevamente a la base.

—PAUSAR GRABACION—


Mark se levantó, caminó hasta la cocina y puso a preparar café. Cuando estuvo el café se sirvió un poco y camino nuevamente hasta el monitor donde estaba grabando.


—CONTINUAR GRABACION—


—Carol cree que ir hasta esa distancia es arriesgado, no se conoce mucho del lugar, sólo lo que las ondas del satélite nos han mostrado y para ser sincero no confío mucho en esas benditas ondas satelitales. Ella piensa que aún es muy apresurado explorar a esa distancia de la base, pero nuestros superiores tienen prisa por saber que hay en ese lugar. Pienso lo mismo que Carol, pero Ashton Westher dice que no hay nada de qué preocuparnos.


Mark se tocaba la cara con la mano izquierda y se notaba un poco pensativo, algo le preocupaba o le inquietaba. —Conozco muy bien a mi equipo, he trabajado antes con ellos, son excelentes soldados y saben hacer muy bien su trabajo, pero la verdad ese lugar me inquieta un poco.


“Mark!” Le interrumpió Carol. —Deprisa, nos están esperando.


Carol era compañera de equipo. Una mujer alta, de unos 1.68m de estatura, con un color de ojos verde claro, piel blanca y un cabello color cobrizo.


—Un momento. Respondió Mark. —Termino grabación n° 543 a las 16 horas 05 minutos.


Mark metió su mano derecha en su camisa, saco unas placas que colgaban de su cuello, cerró los ojos, las besó y se puso de pie. En ese momento se abrió la puerta de la habitación donde estaba Mark y Carol.


—¿Porque tardas tanto Mark? Le pregunto Scott, un muchacho flacucho de cabello negro, ojos cafés oscuro y piel morena.


Scott era su otro compañero de equipo, lo habían trasferido hacia dos meses.


—Scott, hay café preparado, por si quieres tomar un poco antes de salir. —Oye mueve ese trasero, ya sabes que al sargento Philips no le gusta esperar.


– Ya, tranquila Carol; voy a tomar un poco de café, no me tardo más de cinco minutos. Además, por unos minutos demás que nos espere Philips, qué más da.  —Pues no estaría tan segura de eso Scott, ya sabes cómo es de estricto el sargento, dijo Carol.


En ese momento en que Carol decía eso, la puerta de la habitación en la que estaban se abrió de golpe.


—¡Hola muchachos!, ¿Preparados? —Y tú eres?, pregunto Scott con una ceja fruncida.


—Soy Valentine, la nueva piloto de la nave Andrómeda y quien los trasportara hasta nido negro. —“Quuee!, debe ser una broma verdad”. Exclamo Scott sorprendido. —Yo tengo un dicho. “¡No te montes en una nave que la pilotee una mujer, y menos si es morena y de ojos cafés!”


—Ya deja el show Scott. Dijo molesta Carol


—Vamos, los acompañare hasta dónde está mi teniente, dijo Valentine.


Mark, Scott y Carol fueron guiados por Valentine hasta las pistas de la base, cruzaron por debajo de una grande nave de color negro, con grandes alas y dos hélices en cada una. —Allá esta mi teniente, en el hangar. Vamos, ¡deprisa!.


Carol, Mark y Scott corrieron hasta llegar al Hangar. —Mi teniente, subiré a la nave y la encenderé, dijo Valentine.


Valentine entró en la cabina de la pequeña nave, hizo una revisión a los instrumentos de vuelo de la nave; al parecer todo estaba en perfectas condiciones, pues Valentine sonrió de la nada.

 

Mientras tanto afuera de la nave, Scott se preguntaba en su mente. —¿En esta cosa volaremos? “¡Ahora si estamos muertos!”.


—Sucede algo soldado. Pregunto el sargento. —No sucede nada señor, respondió Scott.

—Veo que algo te inquieta soldado. —Señor sólo me pregunto el motivo por el cual esta vez la nave es dos veces más pequeña que la de la misión anterior. Solo es eso señor.

—Muy sencillo soldado, al lugar al que van está rodeado por árboles gigantes, los cuales de sus ramas desprenden enredaderas que podrían anclarse a las alas de una nave más grande. —Entiendo señor, gracias por aclarar mis dudas.


El sargento Philips era un hombre con muchas cicatrices en el rostro, de ojos claros, cabello cenizoso y ya bastante avanzado de edad, con un carácter muy estricto.


–teniente, ya está todo listo. –Muy bien soldado, el sargento dará unas indicaciones y saldremos inmediatamente.


En la grande pista donde se encontraba el hangar, a lo lejos venían cuatro soldados acompañados de una mujer de cabello rubio. Al llegar al hangar los soldados saludaron.

—Sargento, teniente. Dijo un soldado de cabello negro, ojos cafés claro y de piel blanca, de los que acompañaba a la mujer rubia. —Hola sargento Philips soy la geóloga Ellie Wise, yo los acompañe hasta nido negro. —Por fin nos conocemos en persona, contesto el sargento.


—Señores y señoritas. Pará el que no me conoce, soy el Sargento Philips, estoy encargado de toda esta base militar. Yo estaré dándole indicaciones a la teniente aquí presente, quien los acompañará en toda la misión y estará a cargo de ustedes.

—Recuerden. Es indispensable que acaten todas las ordenes de la teniente. —Ya por último. Les presento a la geóloga Ellie Wise, quien también estará con ustedes en esta importante misión. —Eso es todo.


Ellie Wise subió a la nave y se sentó en el último asiento de la izquierda, se abrocho el cinturón de seguridad y cerró los ojos. Afuera de la nave el sargento Philips miraba a todos muy detenidamente. Voltio a ver a los cuatro soldados y dijo: —Muy bien señoritas, ya se tardaron lo suficiente, vamos, que esperan para subirse a la nave, una carta de invitación? . “Vamos,” ya, ya, ya —Suerte teniente. –Gracias señor.


Todos subieron a la nave, era pequeña, tenía cinco asientos a cada lado, Scott en el último de la derecha, enfrente de la geóloga Ellie, al lado de él se sentó un soldado de cabello negro, enfrente se sentó un soldado de cabellera rubia y enseguida otro soldado de cabello castaño.


—Como se coloca esto, no soy capaz de abrocharlo. –Ya, tranquilo Scotty. Haber te ayudo, dijo Carol.



Carol se sentó al lado del soldado de cabello castaño. Mark y la teniente Zoe iban en los primeros asientos de la entrada de la nave.



—Todo listo!, Dijo la piloto. La teniente Zoe movió su dedo índice en forma circular haciendo señas de que despegara, a lo que la piloto le respondió con un gesto con la cabeza. La nave empezó acelerar sus hélices y a tomar pista para despegar, en ese momento la teniente se paró firme y dijo:


—Soy la teniente Zoe Jane Cooper Strickland, el sargento Philips me asigno con ustedes para llevarlos a nido negro. –Disculpa, ¿Jane que dijiste? Interrumpió Scott

—Lo sé, solo llámenme Zoe.


La teniente Zoe era una mujer de cabello negro, ojos verdes y piel morena.


—Yo los estaré acompañado en esta misión y en las futuras, el sargento me pidió que les recordara que, si alguien de ustedes no está en perfectas condiciones, se retire de la misión inmediatamente. Aún no hemos despegado, así que aún están a tiempo de decidir. –Todos estamos bien, dijo Scott.


La nave estaba despegando cuando la teniente Zoe continuó diciendo: –Antes que todo permítame recordarles que esta misión es de reconocimiento, es indispensable tanto para la misión como para todos nosotros que por ningún motivo se separen del grupo, no me interesa si les dio ganas de ir al baño o alguna otra cosa, está prohibido separarse del grupo, a menos que se quieran perder y quieran pasar la noche en estas grandes y tupidas selvas. —También les recuerdos que es la primera vez que viajamos a este punto, lo que quiere decir que es un lugar totalmente inexplorado, así que les recomiendo estar muy atentos y no se separaren –¿Entendido? Los soldados respondieron.

—“SI TENIENTE”—


El centro de control de la base le deba indicaciones y coordenadas a la piloto, la nave ascendió a unos 1,500 pies de altura entre las nubes, la teniente Zoe les daba indicaciones a los soldados. Uno de ellos tenía en su placa el nombre de Mclean, otro de Henson, el otro decía Foley, por último, uno que estaba al lado de la teniente, decía Bradford.  La nave ya había emprendido su vuelo, todos estaban en completo silencio. La geóloga Ellie aún permanecía con los ojos cerrados.


—Cuanto llevas en esto soldado, preguntó la teniente. —Desde que tengo memoria, contesto Mark. –Me dijeron que te enviaron a este planeta porque te ofreciste de voluntario —Así es.


—¿Y en algún momento pensaste en el infierno al que te estabas metiendo? –No hasta tres años después que me despertaron. —Pero yo no lo llamaría infierno, respondido Mark.


–Hace cuanto llegaste aquí, a Éxodo. —Hace 18 meses. –Y que has estado haciendo durante todo este tiempo.


—Estado en entrenamiento, en pequeñas misiones con Carol y Scott, mi equipo.


–Tienes familia Mark, ya sabes; ¿en la tierra? —No. La única familia que me quedaba murió en la gran guerra. —Lo siento mucho. La teniente agacho la cabeza y se quedó en silencio. Luego de un momento miro a Mark y le dijo:


—Que te motivo a venir aquí. —Muchas cosas, respondió Mark.


La nave volaba entre las nubes, desde lo alto se observan los ríos, lagos y tupidas selvas. A lo lejos en el cielo azul se veían dos grandes lunas a plena luz de la madrugada, era un día con pocas nubes y la estrella mayor ya empezaba a salir por el oeste.


—Oigan no les parece muy extraño que, en un planeta como este, tan extenso y con tanta vegetación, no se vean animales. —Me explico. Desde que llegué, solo he visto mariposas raras y pequeños lagartos extraños. —Porque no hay otros animales.

—No lo sé Scotty, respondió con risas Carol.


En todo el viaje Scott hacia bromas y preguntas extrañas relacionadas con el planeta, Carol se las reprochaba, a veces se reía, otras veces se enojaba. La geóloga Ellie aún permanecía con los ojos cerrados. Los demás soldados permanecían en completo silencio. Después de cuatro horas de vuelo, Mark sólo miraba fijamente la basta extensión de vegetación verde que se veía desde la nave.


—teniente estamos a un kilómetro del punto marcado, dijo la piloto de la nave. —Y hay malas noticias teniente. —Qué sucede piloto, contestó la teniente Zoe. —No será posible aterrizar debido a los árboles, será necesario saltar. —No hay manera que podamos aterrizar más adelante? —Nos alejaríamos mucho más teniente, respondió la piloto.

—Saltaremos entonces, respondió la teniente. —Ya escucharon, prepárense para saltar, dijo Scott. —Tan pronto tengamos luz verde, saltaremos.


La piloto movió la cabeza haciendo un gesto de “entendido”.


La nave se inclinó hacia de izquierda, dio medio giro y se posó muy cerca de los copos de los árboles. —Listo, tenemos luz verde. Salten


Primero saltó el soldado Brandford, seguido por soldado Foley, después por el soldado Mclean. Después saltó Scott. La doctora Ellie llego hasta el borde, vio hacia abajo y retrocedió dos pasos. —Que pasa doctora. ¿Le temes a las alturas? —Un poco, teniente.


—Descuida, no está tan alto.  Ellie cerró los ojos, tomo las cuerda y salto, la siguió Mark, luego Carol y por último saltó la teniente.


—Volveré a las 19.00 horas, antes del anochecer. Dijo la piloto por el radio

—Recibido, respondió la teniente.


—Les recuerdo nuevamente que no se separen del grupo por ningún motivo. Scott, Foley, Brandford; conmigo. Mclean, Carol y Henson con Mark y la doctora Ellie. —Iremos despacio, sean muy precavidos, miren bien donde pisan, no sabemos con qué nos podamos encontrar.


—A qué se refiere con eso teniente, pregunto Scott. —Solo hay árboles y más árboles. Porque hasta donde tengo entendido, desde hace seis años que aterrizaron las primeras naves aquí, solo se han visto mariposas y lagartos. Solo hay plantas y árboles gigantes.


—Avancemos, dijo la teniente.


Los dos grupos avanzaron conjuntamente. Mark miraba todo a su alrededor y pensaba en lo hermoso que era. Recordó los lugares que le describía su padre en las historias que le contaba cuando solo era un pequeño, le parecía extraño y raro a la vez que solo hubiera árboles en un planeta así. Se preguntaba qué había sucedido allí, porque no existía nada más que arboles gigantes. Desde que llegó a la base Éxodo sólo había visto plantas, mariposas y pequeños lagartos. Recordó 18 meses atrás, cuando lo despertaron de la criónica y lo primero que vieron sus ojos a través del cristal de una ventana de la nave, fue un planeta azul con una gran mancha verde oscuro; por un segundo llego a pensar que el planeta que estaban viendo sus ojos era la tierra, pero sabía que no era posible. La tierra había perdido ese color azul y verde hacía mucho tiempo, ya solo era una grande esfera amarillenta. Le dio tristeza, y pensó en la gran destrucción que puede causar la raza humana. Se preguntó que habría sucedido con las personas que aun habitaban la tierra cuando él tomó la decisión de subir a la Génesis V y abordar la Galactux II en la estación espacial, después no recordaba nada más, entró en un largo sueño que duró tres largos años. O bueno, eso fue lo que le respondieron cuando el pregunto qué cuanto tiempo llevaba dormido. Se preguntó si algún día podría regresar aquel planeta que alguna vez llamó hogar.


—Soldado, ¿todo anda bien? —Si Mclean, todo está bien. Y no me llames soldado, ya no lo soy, o más bien. No soy lo que era antes. —Mi nombre es Mark Stewart.


—Mucho gusto, soy Weston Mclean. –Un placer. —Oye Mark. ¿Te puedo llamar así verdad?  —Si, no hay problema.


—Alguna vez te has preguntado, ¿a qué distancia estamos de la tierra? —Muchas veces lo he hecho, pero trato de no pensar en eso. —Te entiendo, respondió el soldado Mclean.



La teniente Zoe miraba una pantalla en la muñeca de su brazo derecho. –Ya falta poco para que lleguemos a nido negro. Según el GPS, estamos a 12 minutos aproximadamente. —Espero que sean solo 12, ya voy rendido, Dijo Scott.

—Tranquilo, falta poco.


Siguieron avanzando, cruzaron entre gigantes árboles que tenían grandes raíces, caminaron hasta una cascada de agua cristalina que se desprendía desde lo alto de unas gigantes rocas. Se adentraron mucho más en la selva, un silencio inquietaba a todos, mucho más al soldado Scott, era extraño tanto silencio. La doctora Ellie iba muy callada, en todo el camino desde que se bajaron de la nave, no había dicho ni una palabra. Foley y los demás soldados hablaban entre ellos de las misiones en las que habían participado; el soldado Mclean contaba una anécdota que le había sucedido cuando había ingresado a las fuerzas militares, Carol avanzaba con mucha cautela y muy atenta. Por otro lado, Mark platicaba con la teniente sobre que había motivado Ashton Westher a querer explorar nido negro, la teniente Zoe trataba de desviar el tema, pero Henrik no era tonto, él sabía que había algo que le estaban ocultando.


—Tenemos que pasar esos grandes arbustos y llegaremos, dijo la teniente. —Por fin, dijo Scott.


La teniente miraba su muñeca de su brazo derecho y su preocupación era obvia. Llegaron a los grandes arbustos, eran plantas de un color azul, que al tocarlos brotaban una luz azul brillante. Mark y los soldados abrieron con sus manos los arbustos para poder pasar. Era profundo y gigante, como si una gran roca hubiera caído del espacio y se hubiera estrellado a mucha velocidad. Tenía grandes árboles a su alrededor, sus raíces deslizaban por sus paredes como sogas,


—Este es nido negro, dijo la teniente. —Es gigantesco, dijo Scott –Y hermoso, dijo Ellie


–Hay que preparar todo para descender.

—Mclean prepara las cuerdas de descenso.

—Foley, prepara las luces. —Henson, prepara a los demás con los arnés y los implementos de seguridad. La teniente estaba pensativa, su rostro mostraba preocupación. —Que sucede teniente, preguntó Mark.


—Dame un segundo, respondió ella. La teniente sacó del morral que lleva en su espalda un objeto cuadrado, era una computadora portátil, con una letra “G” en su cubierta. –Aquí hay un error, dijo la teniente.



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En el texto hay: fantacia, romance, aventura

Editado: 09.11.2019

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