En una escalera vieja

Cuatro

Con prisa y con una cruda más emocional que física, llegue corriendo al trabajo al día siguiente y en taxi, pues no me dio tiempo de ir a recoger el auto.

Todo el trayecto estuve pensando en la excusa para no entregar el trabajo que nos había sido encomendado a mí y a Paco, pero al llegar la sorpresa fue que me felicitaron por haber hecho un buen equipo y un buen trabajo. Mi primera reacción fue protestar y no llevarme un crédito que no era mío, pero la cabeza me dio una punzada y no estaba en condiciones de arriesgar el puesto, así que lo deje así, total es lo menos que podía hacer el imbécil ese.

 

¡Maldita sea, esa horrible alarma! ¡Dios la alarma! Me levanté rápido, esa no era la primera alarma, era la tercera. La cabeza me pesaba, también los pies. Corrí al baño y me di una ducha. De pronto todo lo que había pasado cayó sobre mis hombros como un saco de papas.

Me pregunté qué había sido de Fernando, pero no tenía ni tiempo ni manera de indagar nada.

Salí corriendo con cosas en la mano, cerrando la puerta con el pie y me di cuenta que su auto seguía ahí. Estaba muy ebrio para conducir, pensé.

Suerte que hoy solo tenía un par de clases y fui a casa con un poco de tiempo para descansar antes del trabajo (llámese descansar a hacer las tareas en la comodidad de mi cama y luego dormir veinte minutos), enfocada y dándome prisa pude descansar como una hora.

Me preparaba un sándwich, cuando tocaron a la puerta. 

 

—Si vendes algo, no tengo dinero ni tiempo —grité.

—Soy Fernando —respondió gritando también.

—Abrí limpiando la mayonesa de mis dedos, eso de hacer las cosas con prisa no da para hacer las cosas con orden.

—Hola

—Hola, solo quería decirte que vine por mi auto.

—A sí. Estuvo buena la noche bohemia, ¿verdad?

—Sí, te agradezco mucho. Lo necesitaba. Y me voy porque ocupe mi hora de comida para venir aquí.

—¿Y qué comerás entonces? Pasa te doy un sándwich, comeré uno antes de irme al trabajo.

—No, cómo crees, no quiero molestarte.

—No es molestia, vamos.

—Bueno, solo si me dejas llevarte al trabajo para agradecerte, veo que estás lista para salir.

 

Me olvidé rápido de la prisa, del trabajo y hasta el recuerdo de Priscila ya pendía de un hilo delgado. Ese sándwich era el mejor que había probado, era más que el típico que hago siempre de jamón y queso. Quedé satisfecho, y me entusiasmaba el hecho de tenerla conmigo un tiempo más.

El viaje fue algo largo pero muy agradable, bien valía el descuento por el retraso. 

 

—¿Puedo encender la radio? —preguntó Violetta.

—Claro.

—Ya no estás triste, por lo que veo.

—Sí lo estoy, pero la vida sigue con todo y mi tristeza. ¿Tú?

—Ya ni recuerdo porque estaba triste, pero tengo que reconocer que eso te lo debo a ti.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Bueno pues tengo la esperanza de que seamos amigos, y que al final la pérdida resulté en ganancia. ¿Qué dices, podemos ser amigos?

—Sí, pero tengo que advertirte que es sólo eso lo que puedo ofrecerte: mi amistad. Ya no creo en el amor.

—No te preocupes yo tampoco estoy como para enamorarme otra vez —mentí descaradamente y no porque sea un picaflor o porque no hubiera amado a Priscila, pero Violetta es… no tengo las palabras exactas para decirlo, pero me sanó. 

 

Llegué al trabajo y aunque cruce varias veces con Paco, ya no me importó, todo el rencor de ayer se quedó en esa borrachera. Y tal como dijo Violetta, me limpie por dentro. Esa mañana había eliminado a Priscila de mis redes y contactos, también la había bloqueado porque seguía llamando sin descaro. Había desaparecido su rastro, me dolía su recuerdo, pero había comenzado a sanar.

 

Me sentía muy rota para comenzar de nuevo, extraño aún a Fran, pero lo sacaré de mi mente como lo hice de mi vida. Un amigo en las mismas condiciones que yo, iba a ser de gran ayuda, porque no podía negar que no tenía todavía el valor de eliminar a Fran de mis redes, aún paseaba por sus fotografías: tenía un álbum completo que el corazón no me permitía eliminar lo había intentado dos veces y solo terminaba mirando hasta la foto más antigua.

 

Nuestra amistad prosperó rápidamente y me llevaba seguido al trabajo. No lo dice, pero estoy segura que modificó su horario para poder hacerlo. Correspondiendo a su apoyo los días que descanso le llevaría comida. Hoy, para empezar, le llevaría uno de esos sándwiches que le encantan y que no repara en comer hasta la última migaja, claro sin pedir más, aunque sé que quiere hacerlo.

Estacioné el auto que le pedí prestado a papá, le daré la sorpresa. No hizo falta pedirle la dirección, ya la sabía. Tomé el teléfono para preguntar cuánto tardaba en salir, mientras caminaba a la entrada.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.