En una escuela de princesas “accidentalmente”

XXVIII - Serpientes y pantalones

 

 

- ¿Es algo malo, horripilante que tendré que actuar como si todo estuviera bien o bueno tipo podría abrazar a cada habitante de este planeta?

 

-Si no me dejas hablar nunca lo...

 

-Es que solo quiero saber si querré decir la respuesta o tendré que idear una excusa tonta para evadir la situación.

 

-Eso mismo me preguntaré yo- inclina su cabeza mirándome con un poco de exasperación. Quizás debería de guardar silencio y dejarle hablar.

 

-Adelante, apresúrate- le digo cerrando mis ojos. Entre más rápido esto, mejor será mi excusa.

 

-Cuando lleguemos, si es que logramos hacerlo, faltarán sólo una semana para el baile de las rosas.

 

-Como que hacen muchas fiestas ¿no? - suelto sin pensarlo- Disculpa, es que a la única fiesta que estaba acostumbrada eran a los cumpleaños de mi primo de siete años. Dareh sonríe antes de seguir.

 

-Generalmente solo tenemos dos fiestas y dos bailes al año, sin incluir las clandestinas como las de anoche- Mierda.

 

- ¡No vayas a decir nada! - me apuro a interrumpirle, era obvio que por mi culpa y la de Tamira el pequeño secreto de esas fiestas iban a llegar a la corona gracias a nosotras- Qué nunca te inviten por andar de fantasma no es nuestro problema. Creo que hablo por todos los estudiantes de Ravenden que te secuestraremos enserio si nos echas de cabeza, yo liderare todo.

 

-Estoy tentado a intercambiar mi silencio por tu respuesta- Es el sacrificio maya, estoy segura- Regresando al tema, es parte de la tradición que cada estudiante llegue en compañía de otro estudiante o alguien más. Y quería pedirte a ti que asistieras conmigo.

 

- ¿Al baile de las rosas? ¿Enserio?

 

- ¡No, Raquel! - nos sobresalta el grito de Stephen y el estruendo de la puerta del baño abriéndose- ¡Al circo! Date cuenta y aterriza en este mundo de una vez- sigue gritando y recogiendo sus cosas- Ahora Dareh, vuelve a preguntar y Raquel, piensa antes de hablar. Me saldrán canas de tanto estrés- dicho eso se va como si una rubia no acabara de cruzar la habitación a todo dar.

 

-Tenía que cerciorarme, perdón- no puedo evitar reírme al recapacitar mi pregunta. Es que en algo tiene razón Belmont o quizá yo sea, pero es que a veces no le entiendo al muchacho. O mi cabeza está bien dura o tengo que reiniciarle el lenguaje a él o a mí por algún lado. Es más, creo que ni lenguaje se le dice, pero, en fin.

 

- ¿Quieres ir al baile de las rosas conmigo? - se pone de pie y se arrodilla como si de una propuesta de matrimonio se tratase, les juro que por un momento pensé que iba a hacer eso y ya me estaba hiperventilando- Sea cual sea nuestro destino al aterrizar.

 

-Es un baile no una boda, levántate que me pones nerviosa, Fresita- me levanto lista para dar mi respuesta- Y si, me encantara asistir contigo al baile de las flores- Y es que con quien más, si no conozco a nadie.

 

-Gracias por aceptar- toma mi mano y me besa los nudillos, que manía. De nuevo, saluden normal- Sera un honor tenerte de acompañarte en tu primer baile - aproxima sus dedos hacia mi cabello, tocando un mechón y enrollándolo en ellos. De repente, se me vino algo a la mente.

 

Bueno, muchas cosas, pero esta sería más jugosa.

 

-No tan fantástico como esto- me inclino y uno nuestros labios en un milisegundo. Mis palmas viajan hasta su pecho para arrojarlo a la cama y así asegurarme mi huida- La tercera es la vencida- digo mientras corro hacia la puerta. Tengo que parar de hacer eso, pero es que lo disfruto tanto.

 

Puedo escuchar la risa de Fresita en el fondo y sentir una estúpida sonrisa en mi cara. A que nadie le ha robado besos como yo lo hago.

 

-Lindos estampados de Minions- murmura Weber tapándose los ojos.

 

- ¡Idiota! - le gritó bajando más mi suéter y desplomándome hacia un asiento- Te las voy con tanto, Pejelagarto, te las voy contando.

 

-Y yo también a ti, Raquel- interviene Fresita sentándose frente a mí. Le saco la lengua a los dos tratando de burlarme de sus amenazas.

 

-No estoy, no existo, no me hablen, que me marchitó- les digo antes de acurrucarme en el cuero blanco del asiento. De reojo puedo ver cómo Steph se acerca con una manta para mí. Dareh cambia de asiento para poder aprovechar la oportunidad inminente. Y es que, como buena empresaria, puedo utilizar su cercanía para hacerme un ovillo entre sus brazos. ¿Cuántas veces tienes la oportunidad de tener una persona dispuesta a prestar su cuerpo como cama? Exacto, ni un alíen.

 

-Adiós, Dalai- le abrazó su delgado cuerpo en señal de despedida- Te debemos una grande.

 

-Claro que no- se aparta sin dejar de sonreír hacia nosotros- Fue un placer ayudarlos y también volver a verte, pequeña- abraza por segunda vez a Stephen- Que tengan suerte.

 

Es lo último que dice Dalai antes de voltearse y subirse a su camioneta. Aterrizamos y llegamos hasta la escuela sin ningún problema. Y con unos minutos de sobra. Pronto se acabará el plazo que mi tío me dio para arreglar este asunto, y todavía falta infiltrarnos.

 

- ¿Todo bien? - me acercó a Stephen cuando sigo el rastro de su mirada tenue.

 

-Si- murmura parpadeando y plantando una sonrisa en su rostro- Es mejor no distraerse ¿no?

 

-Cuando vale la pena, te puedes distraer todo el tiempo del mundo- digo antes de abrazarla. Casi somos de la misma altura, y aunque no la conozca del todo, mi indicador de abrazos no deja de apuntar hacia ella-Lo siento- Es inevitable no percatarse del cambio que tuvo al irse Dalai.

 

-No es tu culpa- inhala y exhala profundo antes de hablar- Aun debo de aprender a controlar mis sentimientos.




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