En una escuela de princesas “accidentalmente”

XXXIII - V de venganza

Venganza, dulce y amarga palabrita que no para de rondar en mi cabecita.

No, enserio. Estuve pensando en el significado de esas letras durante horas, mientras mis amigas se dedicaban a tratar de invocar a Afrodita para que hiciera un milagro en mí aspecto (las dejo en visto, por cierto).

Y todo por la odiosa voz de Belmont susurrándome "¡Véngate, véngate!" que tengo atorada en mi subconsciente por haber estado escuchándolo durante horas a centímetros de mi oído.

Si no estuviera tratando de centrar mis ideas en un plan A de "Actuar como si nada, igual este siempre fracasa". Un B de "Bendito el ángel que baje y me ayude" y un C de "Corre, estúpida, corre". Quizás no estuviera tan nerviosa pensando en qué va a suceder cuando Collette se ponga de pie y abra la maldita puerta. ¡AH!

—Le agradezco la espera, señorita Blake, ya terminé con mis documentos, podemos irnos de inmediato— ¡Ay, no!

Le llame con el pensamiento. Collette me sonríe desde su escritorio mientras se abrocha los botones de su saco. Normalmente como si nada, como si yo no estuviera colapsando en estos momentos. ¡Sáquenme de aquí!

—N-no hay de qué— le respondo al verla caminando con tanto entusiasmo hacia la estatua. Voy a llorar, quiero llorar. Mis pesadillas se están volviendo realidad. ¿Alguna vez han estado en la situación donde es tu turno de hacer algo donde no sabes qué jodidamente tenías que hacer? Bueno pues algo similar me esta pasando y no me sucede desde quinto grado ¿Y que paso en quinto grado? Otro accidente. ¡MALDICIÓN!

Vaciló antes de levantarme de este cómodo sofá. Y de seguro te estarás preguntando ¿Qué mierdas estás haciendo, Raquel? ¿No era yo la que acababan de dejar como estúpida sintiéndome usada, engañada, traicionada y todo lo negativo que puedan imaginar? Sí también, pero luego que Collette nos interrumpiera en la habitación de Tamira, y que yo aplastará a Pejelagarto con mi huesudo trasero y ella me dijera algo como "Hoy. En mi oficina. Castigo. Posiblemente veas a Dareh pero no te lo confirmare. Adiós" me aloque.

Pero enserio, quede ida. Totalmente hipnotizada viendo la pared y riéndome como foca para disimular las lágrimas que se acumulaban en mis ojos. ¡Acababa de quedar como payaso enfrente del príncipe y viene Collette y me dice eso! No, estuve que me moría. En fin, ni yo me entendí...y para terminar de molar, mañana es día de clases y ni siquiera he hecho la tarea. Soy una bomba de nervios que explotará en cualquier momento. Y eso que no he mencionado a una diminuta Stephen con alas y halo en mi hombro izquierdo dándome consejos mientras que en el lado derecho tengo a un Belmont con cuernos y cola corrompiendo, exigiendo sangre y ver el mundo arder.

Así que aquí estoy, viendo la gloriosa estatua de mármol moverse con un ligero chirrido de la madera que me taladra el cerebro igual que el dilema que me carcome el alma. ¿Bondad o maldad? Esa es la cuestión.

—Usted primero, Señorita.

—Dígame Raquel, no se apene—contesto tratando de que mi voz no suene tan chillona. Esto saldrá mal, lo presiento en mi estómago y no es porque tenga hambre. O sea, si tengo hambre por la ansiedad, pero algo presiento.

—Prefiero guardar cierta cortesía en ese aspecto, espero no le moleste, pero lo considero más apropiado y cómoda de esa forma,

—Lo lamento— ¿Ven?

Eso es una bati-señal del universo. Avisándome que, si sigo por este camino, el incendio de mi antigua escuela no se va a comparar en nada de lo que podría pasar esta noche.

Debí quedarme en París, fin.

Camino derecho hasta llegar al final del pasillo.

—Buenas noches y bienvenidas, damas— un hombre flacucho sostiene una lámpara anticuada, resaltando sus grandes ojos avellana. Estoy teniendo un Deja vu en estos momentos.

—Espero no haberles hecho esperar demasiado—menciona Collette en medio de la oscuridad. Por favor, se lo imploró dígale que llegamos tarde y que nos tocará cenar solas.

—No se preocupe, Lady Collette. Por favor, pase adelante, sus invitados la están esperando. La cena será servida pronto.

—Muchas gracias. Señorita Blake, usted primero.

"Istis primiri" ¿Que no ve que una gelatina es más firme que mis pies en estos precisos momentos? La torre de pizza es más estable en un terremoto que yo bajando unos escalones en medio de la oscuridad con la intriga si estará ahí ese renacuajo real o no. ¿Qué quiere? ¿Caerse de boca al suelo conmigo? Pues venga.

—Por supuesto.

Diosito, ayúdame.

Alzo mis brazos palpando con mis manos las paredes y bajando despacio sin dejar de mirar el suelo. En realidad, no se que estoy observando si no se logra ver nada. Ni con el intento de lámpara que sostiene el señor detrás mío. Afortunadamente la luz del salón se incrementa con cada paso que doy, asegurándome un descenso seguro y sin caídas estrepitosas.

No puedo evitar sonreír y suspirar al por fin llegar al suelo. A esto, le llamo éxito.

—Espero tenga en cuenta sus modales en toda la velada, Blake—me susurra Collette dándome unas ligeras palmadas en la espalda — Le presentaré a algunos colegas con quienes podrá conversar.

¿Colegas? ¿Presentarme a mí? Porque yo veo como a veinte pares de cabeza en la habitación y aun no he llegado a las lecciones de socializar como un ser humano educado.

Se suponía que iba a ser una cena normal, con pocas personas como la otra vez ¿Dónde se sentará toda esta gente? ¿Dónde está él? Si tener que interactuar con personas seguramente más modestas y educadas que yo me genera un ligero pánico de ansiedad ahora imagínense si giro la cabeza y me encuentre con Dareh después de prácticamente desecharme. Siento feito, amigos.

Por fortuna, la sala está más iluminada, con velas y con el fuego de la chimenea a todo vigor. Algunos muebles faltan y el comedor está repleto de bocadillos y copas con adornos sencillos. Todo es diferente, pero me siento exactamente igual como la primera vez que entre aquí. Que alivio que me bañe y uso el uniforme correctamente.




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