En una escuela de princesas “accidentalmente”

XXXVII - Otra vez

 

 

 

 

—Pero es injusto—reniego como por cuarta vez, ahora tratando de sonar convincente por una vez en mi vida—es totalmente injusto tenerme aquí y chantajearme con comida—No sé cómo llamarle a este sentimiento de querer estar aquí y a la vez no.

—¿Qué es injusto? — dice el renacuajo tan tranquilo e inocente, que me lo imagino en la jefatura sentado bajo una lámpara mientras le preguntan qué adonde me tiene encerrada y convenciendo al policía que es totalmente impune.

Me estoy llenando de impulsos que sé que, si los dejo salir, todo esto acabará mal. Intente, enserio intente estar aquí por cinco minutos y no funciono. Quien sea que sea mi ángel guardián esta despedido.

—Tenerme de rehén—contesto, como si fuera lo más obvio del mundo, al príncipe, que me da una espectacular vista de su espalda mientras corta alguna verdura. Les seré sincera, si se ve bien cocinando.

Ahora entiendo porque mi madre obligaba a mi padre, aunque sea a pelarle una simple patata.

¡Iugh! Pero que estoy pensando.

—Solo me aseguro de que te alimentes bien durante el proceso de preocuparme por saber si estamos bien— voltea hacia mí con una ceja alzada—¿Estamos bien?

—Bien ileso saldrás si me dejas tomar un pan y me abres la puerta—señalo mi vía de escape totalmente bloqueada—Acepte venir pero no sin escapatoria— trato de imitar la mirada del gato con botas, elevando mi labio inferior y poniendo todas mis súplicas silenciosas en mi rostro—¿Shi?

—Esto solo incrementa mis insistencias para hablar del tema...

—"Piri hiblir dil timi"— interrumpo saltando del taburete al suelo. Agradezco que esta habitación sea lo demasiada extensa como para caminar en círculos como una psicópata perdiendo la cabeza—¿Quieres hablar? Pues hablemos...si tanto es tu insistencia—camino hacia él tomando una fresa del cuenco que tiene justo al lado solo para ojear lo que está haciendo en la estufa—Te escucho—murmuro alejándome a la velocidad de la luz.

Debí de haberle hecho caso a la Stephen que estaba en mi hombro.

Y en algún lugar debe de haber dulces...le echare la culpa de mi hiperactividad nerviosa al chocolate.

—Ya era hora— dice irónicamente moviendo algo en la sartén.

¡Es que no sé qué hacer!

Hace unas horas hubiera hecho miles de planes malévolos por tener al menos dos minutos a solas con él. Incluso pareciese que el viaje extraño a Paris fue plan mío, pero no, enserio fue un accidente.

Todo por un simple momento que ahora es lo que trato de evitar, quiero salir corriendo porque ahora que lo pienso, tengo miedo de salir lastimada de nuevo.

—¿Puedes dejar de dar tantas vueltas? —No, no puedo—¿Acaso estás nerviosa? Ni siquiera te he preguntado lo que quiero saber.

Y es que no quiero ni siquiera saber.

Ya, me detengo.

—Y quien más quiere, o sea nadie te está preguntando. Ay, mejor empieza a hablar ¿no? —siento como estoy perdiendo los estribos, más que no encuentro ningún dulce—Entre más rápido se acabe esto, mejor.

Collette, si eso de que, con tu energía espiritual, astral o algo así, puedes llamar a una persona es totalmente correcto y no una mentira monumental, te ruego que me estés buscando en estos momentos, si es posible en la cocina.

—Respira—durante todo este tiempo él se había mantenido de pie frente a la estufa, y ahora que comienza a dar unos pasos hacia mí, me doy cuenta de que es hora de ponerme en modo "peligro"—Exhala, inhala y luego…acércate.

—¿Y eso para qué o qué? —me muevo en dirección a la encimera para ocuparla como barrera. Esto me trae muy malos recuerdos.

—No estés nerviosa, todo estará bien—sigue persiguiéndome—Quedamos en que hablaríamos

—Si y lo estamos haciendo—vuelvo a rodear el maldito mueble, quisiera que fuera más grande.

—No tienes porque temer—balbucea conteniendo una carcajada. No le creo—Te haré todo más sencillo, solo haré mis dos preguntas principales e incluso te daré la combinación del mando, pero con una condición—levanta su dedo índice sin quitarme la vista de encima.

—Tienes esa mirada rara que pusiste cuando vine contigo hasta aquí ¡se trata de otra trampa!

—Es una promesa—sonríe llevando su palma extendida a su pecho justo a la altura de su corazón.

—Si, si, ya se cómo son tus promesas—suspiro, desechando toda esperanza que ganare esta. Tamira me arrancara los pelos si sabe con quien me vine a encerrar y Belmont me odiara por no vengarme de acuerdo con su enredado plan.

En realidad, tengo más ventaja aceptando el trato.

—Raquel, mírame—señala sus ojitos que no se si son verdes o azules o los dos colores en este instante. Esta tan serio que me da escalofríos en el pecho. Observo los diminutos cabellos que se salen de lugar y las arrugas que lo delatan cuando quiere sonreír, y si lo hace es porque enserio es una emboscada. Ahora creo que entiendo porque me lanzaba a besarlo a lo bárbaro. Es que quién no—Te prometo que si me dejas preguntarte las únicas dos cosas que quiero saber, te daré la combinación.

A chinga, a qué horas se acercó tanto. Ni siquiera me di cuenta.

—Yo—doy unos pasos hacia atrás—Eh—no aguanto mi risa al ver como él sigue caminando—Vamos con calma ¿ok? —plan B, me subiré a la encimera, desde la altura estaré segura—Pausa, pido pausa—Lo esquivo hasta el otro extremo del mueble.

Estoy subiendo mi pie al taburete para tomar impulso cuando ya lo tengo a centímetros de mí observando mi intento de mono volador.

—No te comeré

—Eso mismo dijo, Hannibal—susurro con mi trasero arriba del mármol, quizás si pongo mi zapatilla en su pecho y lo alejó lo suficientemente fuerte gane tiempo y distancia.

—Solo dos preguntas—subo mi pie hasta a la altura del ombligo ensuciando un poco el delantal que lleva puesto, que le queda bien para más joder—¿enserio quieres hacer eso? —detiene con su mano mi tobillo inclinando su cabeza con dirección a mi falda con una ceja arqueada. ¡Ay no inventes, si es cierto!




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