En una escuela de princesas “accidentalmente”

XL

—¡No puede ser cierto, la mate! — Aunque mi cerebro está dando vueltas ahora mismo, aún soy capaz de reconocer las diferentes voces de mis amigos y justamente la de Pejelagarto comienza a desesperarme cada vez más—No fue mi intención, fue un accidente ¿Viste Tamira, cariño? ¿Todos vieron? —Ganas me dan de quitarme el zapato y devolverle el golpe, quizás y así consiga activar algo dentro de él y convertirlo en el próximo Stephen Hawking. Pero no, no a la violencia amigos— ¡Ella se cruzó!

—¡Me pegaste!

—¡Te cruzaste!

—Y ahí te va uno de regreso, malandro— gritó antes de impulsar mi cuerpo hacia él. Pero antes de que mis nudillos puedan tocar su rostro, me elevan por los aires—¡Déjame darle una demostración de cómo se siente ser un escudo humano!

—Apoyo tu iniciativa, pero no dejaré que lo hagas— habla el aguafiestas de Dareh, alejándome de Pejelagarto— Prefiero hacerlo yo, aunque creo que me merecía ese golpe.

—¿Tú crees?

Le gruñó al simbionte que tengo por cuñado, elevando mis brazos tratando de alcanzarlo. Pero la distancia es lo suficiente como para garantizar su seguridad. Ahora que recuerdo, el hecho que derrumbó un momento especial hace unos segundos allá atrás con el Renacuajo, convertido en Príncipe, podría ser un buen motivo para vengarse. Se que no solo fue él, pero eso no es lo importante.

—Esperen— interviene Tamira muy notablemente enfadada— Sobre mi cadáver comenzarán una pelea otra vez, al menos hasta que yo me largue de aquí con Raquel. Dareh, suéltala.

En el momento que mis pies regresan al suelo, mis neuronas están ardiendo una por una y la pequeña persona racional que vive en mi cabeza, no se decide si seguir intentando apagar el fuego que está consumiendo todos los archivos de memoria a corto plazo en mi cerebro, o simplemente hundirse con el barco como un gran capitán que fue.

En resumidas cuentas, siento como mis ojos se funden con mis cejas y mi tabique está siendo enviado hasta lo más profundo de mi cráneo.

— ¿Qué cosa tienen tus brazos que, aunque parezcan debiluchos, pegan como si quisieras sacarme un demonio de mi interior? — no tengo ni idea de cómo dije todas esas palabras sin revolverme en ellas, porque con el giro que me dio Fresita, al detenerme en el aire, siento como si todo está comenzando a temblar y sé que vomitare lo que no he comido ni bebido...seguramente mis intestinos.

—Oh, mi niña, tranquila— sus brazos se cierran alrededor de mi cintura mientras su aliento me hace cosquillas detrás de la oreja. Estoy temblando y no son por los nervios.

Por un segundo, olvido quien es el que está detrás mío y me separo frenéticamente, mientras me retuerzo como una lombriz. Eso me dio escalofríos.

— Perdón, me diste cosquillas y me espante— consigo decirle al ver su rostro confundido por mi extraña reacción.

¡Es que no soy yo en estos momentos! Me han desprogramado.

—Querida Rocket de mi corazón ¿Cuántos dedos ves? — Belmont eleva su mano sin quitarme la vista de encima—Porque para estar con el enemigo en este jardín es porque ya estabas delirando desde hace ratos, loca.

—¿Disculpa? —le responde Dareh con un tono de voz elevado

—Estoy perdiendo la paciencia, Belmont. Y tú—Mi amiga apunta acusatoriamente al príncipe— ¿Qué-qué estaban haciendo ahí dentro? Explícame cómo pasaste de ser el humano más maligno, al dañar a mi amiga a estar con ella en... ¡No puede ser! — exclama como si acabara de encontrar la respuesta de un gran dilema existencial—¿La estabas persiguiendo, acosando o lavándole el cerebro? Raquel, ven para acá.

Sin anticiparlo, estoy siendo arrastrada por Tamira como si Fresita fuera Chernobyl, pero no logra dar ni tres pasos conmigo porque mi brazo libre se encuentra sujetado justamente por él.

—Espera ¿Cómo la estaba siguiendo si duerme en el edificio muy cercano a la torre en donde está mi habitación, en un terreno que es de mi propiedad, estudiando en una escuela fundada por mi familia?

¿Qué?

—Eso me dio miedo, Tamira, huyamos— susurra Belmont por lo bajo.

—Cuanto te bañe y maquille fue para que él se diera cuenta de lo que se perdió, no para que volvieras con él— sigue amonestando.

Y de inmediato me siento identificada con el lazo de aquel juego, donde dos equipos tienen que tirar de una cuerda y el primero en caer, pierde.

—Piedad, por favor, piedad que todavía estoy en los efectos malignos del puño de Pejelagarto— forcejeo hasta soltarme. Casi me dejo un pulmón en el suelo al pedir clemencia—Yo iba con mi propia voluntad con el enemigo, lo admito; y es que, es complicado de explicar. Apareció, con sus rayos láser y sus ocho ojos...Dareh, corre— No hay tiempo de explicaciones.

Quizá si huyo ahora, cuando me encuentre con ella después, esté descansada y menos enfadada.

Agarró la mano de este papuchis, lista para tomar cualquier camino tenebroso de este laberinto y huir hasta donde mis pies me permitan, posiblemente no tan lejos.

Pero antes que pudiera girarme y arrastrarnos hasta las profundidades de la noche, Tamira sujeta mi falda, frenándome en medio de mi escape.

—¡Lo sabía! — aclama Pejelagarto.

—Está bien, te contaré toda la historia, pero ¿Y ustedes qué hacen aquí? —inquiero sin despegarle el ojo de encima —¿Acaso no se estaba chamuscando algo?

—Con que ese es el motivo del porque la alarma sonó en plena madrugada, eh...— creo que acabo de cometer una equivocación— Creo que es mejor que entre menos sepa cómo acabaron ustedes aquí, mucho que mejor...aunque ¿Raquel porque estás despeinada?

Ay, no. Ya se está fijando en los detalles.

—¿Y qué es eso que está saliendo de tu nariz? — le sigue Belmont achinando sus párpados en mi dirección.

Necesito argumentos para preguntar de qué iba la discusión que escuchamos sin querer, entre ellos, sin parecer tan entrometida al respecto. 

Aprovechando la momentánea pausa de silencio, llevo mis dedos a la punta de mi nariz hasta sentir algo líquido llegar a mis labios.




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