En una escuela de princesas “accidentalmente”

XLI - El plebeyo real

—Si tu fueras mi hermano te dejaría caer en este mismo instante, Blake—También noto como esas palabras podrían golpearme si fuera mi padre.

—Entonces me alegra mucho no serlo—sonrió lo más angelical posible, quizás algo en mi rostro pueda ablandar un poco su corazoncito y convencerlo que soy un pan de Dios.

—Pero si eres su hija.

Y ¡Pum! Me deja terminar mi caída soltándome como si fuera radioactiva.

—¡AAUCH!

Me quejo al sentir todo el césped chocar con mi espina dorsal. No fue tan fuerte pero quizás si lo exagero se tienta su corazón.

—Lo siento, sobrina, tengo manos de mantequilla—responde con la preocupación más fingida del mundo.

¿¡ES DÍA DE MADREAR A BLAKE O QUE!?

Lo observo desde el suelo preguntándome si me odia en secreto.

William me tiende la mano con una expresión de sarcasmo, antes que cualquier otro ser humano se acerque a ayudarme.

Su sonrisa colérica a medias solo retiene una inminente explosión de furia. El esmoquin negro y el pequeño cable que cuelga de su oreja me hace sentir que la policía acaba de pillarme. Y en esta ocasión creo que hubiera preferido visitar la parte trasera de una patrulla.

Acepto su ayuda a regañadientes, obligando a mi adolorido cuerpo a ponerse de pie. Esto no iba de acuerdo con mi plan.

Diosito aquí es donde debes intervenir y hacerme caer convenientemente en coma.

Fresita se aproxima a nosotros, tirando de su camisa para tratar de lucir lo más presentable posible.

Como si unos mapaches no le hubieran comido toda su vestimenta y para quitárselos de encima se tuvo que dar un chapuzón en una fuente del centro comercial.

Conforme avanza, su complexión se vuelve más rígida, al igual que su rostro que cada vez se vuelve más inexpresivo, haciéndolo ver más alto de lo normal. Me sobresaltó al sentir su mano rozar levemente mi espalda. Creo que trata de transmitirme confianza, de que todo esto, lo soluciona él.

Pero seamos sinceros, no es que no le tenga fe a él, es que es la costumbre de que nada me salga bien lo que me da desconfianza. Por el rabillo del ojo logró ver a Belmont y Tamira perdidamente estupefactos. Con el alma a sus pies, incapaces de mover algún músculo. Atentos a cualquier palabra que salga de la boca de este guardia de seguridad, que casualmente es mi familiar.

Inhalo todo el aire que puedo, trataré de sacarle la chispa de amor que sé que tiene oculta por mi ahí adentro.

—Tío...

—Ustedes dos, también vengan— se dirige hacia mis amigos. Por su tono de voz no se si está molesto o más bien nos ayudará como en París—Todos ustedes vendrán conmigo si no quieren más problemas y Raquel, es mejor que no me dirijas la palabra.

Ay, estoy como dicen "achicopalada''.

—No creo necesario el generar problemas justamente porque estábamos en camino a encontrarnos con el grupo— comienza a mediar Dareh—Puedo custodiarlos personalmente hasta que lleguen a sus respectivas habitaciones, están bajo mi compañía.

—Su majestad, reitero que es mejor que usted y los demás jóvenes me acompañen, son órdenes.

—¿Órdenes? — repito arrepintiéndome en el instante— Perdón, solo quería decir que no estábamos haciendo nada malo, nosotros simplemente...

—No está en posición de argumentar, Señorita Blake—tiemblo al reconocer esa voz. Como si fuera una película de terror, la silueta de Collette sale de entre las sombras que generan los arbustos— La conversación ha concluido, escóltenlos a mi oficina.

—Lady Collette, esto debe ser un malentendido ¿Podemos hablarlo en privado?

—Majestad, por favor— musita William modesto.

Si la directora no hubiera aparecido, habría intentado la táctica de abrazar a mi tío, ponerle cara de corderito y suplicarle mientras le digo que lo quiero mucho.

—No veo necesario que estos estudiantes estén presentes cuando deberían estar de camino a sus habitaciones ¿O recibirán amonestaciones por faltar al simulacro? ¿Ese es el inconveniente?

—Todo lo contrario— contesta Collette— Le suplico que no convierta todo esto más complicado, se necesita urgentemente la presencia de los cuatro en mi oficina.

Entre los pequeños vacíos oscuros que formaban las extensas paredes de hojas, más siluetas se unieron paso a paso a lo que sea que esté sucediendo aquí.

Visten exactamente igual que William, es decir que son más guardias. Nos rodean sin prisa alguna, para que nadie pueda huir despavorido. Es más, creo que uno de ellos hasta lo reconozco.

Tamira es la primera en dar un paso al frente, enderezando su espalda y elevando su barbilla bajó la mirada calculadora de Collette.

—Lo siento— susurra Belmont en mí oído al esquivarme para seguir a Tami.

Y yo no sé qué hacer. No se me viene ningún plan a la mente. Me muerdo los labios para evitar decir alguna palabra que empeore la situación.

—Ven— es lo último que dice Fresita antes de tomar mi mano y llevarme hacia el infierno. Quiero preguntarle si quizás saben lo del incendio y por eso nos quieren llevar, pero tengo miedo.

¡Ah! La evidencia...No puedo evitar voltear hacia el lejano rincón que tendré que visitar a primera hora mañana, si es que mi suerte no empeora más.

Con Collette encabezando la tropa desfigurada que habíamos formado, sentía que las esposas eran lo único que nos faltaba durante este recorrido en silencio y no dudó que, si hubieran tenido tan solo un par, ya estuvieran puestas en mis muñecas.

En todo el recorrido que hicimos para salir del laberinto traté de hacer contacto visual con mi tío, pero no sé qué me dolía más. Los golpazos que estuve recibiendo o que él me ignoraba a propósito.

Después miraba a Fresita caminando a mi costado, el cual no dejaba de apretar mi mano de vez en cuando. No me soltaba, pero tampoco me daba alguna señal para tranquilizarme con algo tipo "Descuida, tengo un plan".




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